martes, 28 de junio de 2022

Catania

   Llegamos a Catania a las tres de la tarde. Aquí todo indicaba que las cosas no eran como en Siracusa: enormes pilas de basura por todas partes, coches aparcados sobre las aceras, bocinazos… Luego nos enteramos de que mientras en Siracusa gobierna una coalición de partidos de izquierda, Catania es un feudo tradicional de la derecha y que la Cosa Nostra y la corrupción se extienden por los servicios públicos.   

   Nuestro apartamento estaba situado frente al castillo normando de Ursino, en su día ubicado al borde del mar pero al que una erupción del Etna, siempre visible en el horizonte, había dejado rodeado de lava y a medio kilómetro de la costa. El barrio, aunque bastante degradado, todavía conserva un alto porcentaje de los vecinos tradicionales, de lo que dan fe los numerosos negocios no turísticos, como ferreterías, funerarias y hasta un talabartero. Varias carnicerías especializadas en carne de caballo tienen también mesas en las que puedes degustar unas albóndigas con tomate o un buen filete. Al día siguiente probamos en una pizzería cercana un contundente pizzoli a cavallo, una especie de pizza doble rellena de carne de caballo picada, queso y aceitunas.

      No puedo dejar de mencionar el local que teníamos justo al salir del portal, el Ristorante da Antonio. Con precios muy asequibles y unos camareros que hacían todo lo posible por entendernos, tenía una carta de vinos con más de cien referencias. La comida, especializada en pescado y marisco, era deliciosa y se notaba que muchos de los clientes eran habituales, por la confianza con que trataban a Antonio, el propietario, que recorría mesa por mesa para solucionar cualquier problema que pudiera surgir.

      Este ambiente de barrio cambiaba radicalmente conforme nos acercamos a la Piazza del Duomo. Las tiendas tradicionales han sido desplazadas por minisupermercados pakistaníes, tiendas chinas de todo a cien y locales de venta de recuerdos.

      Pasamos el día de iglesia en iglesia (cinco en solo doscientos metros en la Via dei Crociferi) y de palacio en palacio, hasta que llegué a odiar el barroco. Esa noche, cuando conseguí dormirme unos minutos entre el petardeo de las motos, los bocinazos y el ruido de las terrazas de los bares, tuve pesadillas en las que me perseguían volutas y dorados.

      Se me han quedado clavadas algunas imágenes insólitas, como la de la momia del cardenal Dusmet, expuesta en una urna bajo un altar lateral de la catedral.  La veneración que sienten por él los habitantes de Catania viene de cuando, en 1886, fue capaz de detener una colada de lava que amenazaba la ciudad utilizando para ello el sudario de Santa Ágata.  

   Otro lugar pintoresco, directamente relacionado con esta santa local, patrona de la ciudad y de toda Sicilia, es la iglesia de Santa Ágata Encarcelada, que se levanta sobre la mazmorra en donde, según el hagiógrafo Santiago de la Vorágine, fue encerrada después de cortarle los pechos por rechazar los deseos libidinosos del emperador Decio. Allí, según el mismo experto, la visitó San Pedro para consolarle y curarle sus heridas. La imagen de Santa Ágata con los pechos cortados y sangrantes es muy frecuente en la iconografía siciliana, mientras que a su traducción española, Santa Águeda, lo habitual es representarla con una bandeja que sostiene sus pechos cortados.   

      Esta devoción a Santa Ágata roza lo enfermizo. Solo en la ciudad de Catania hay tres iglesias dedicadas a ella: la ya citada de Santa Ágata Encarcelada, la Catedral y la Abadía de Santa Ágata.

      El día siguiente, último que pasaríamos completo en Sicilia, decidimos dedicarlo a visitar edificios civiles y hacer algunas compras. Así, recorrimos la Vía Etnea, con el volcán al fondo coronado de humo y llamas, donde compramos ropa, utensilios de cocina y otros artículos más o menos inútiles. Yo entré en una antigua camisería a comprarme una pajarita para mi colección. Mi mujer acabó regalándome una azul, preciosa, y mis otras dos compañeras de viaje una camisa de lino ,entre veladas acusaciones de la dueña, que no encontraba la primera pajarita que me había probado.

      Otro lugar interesante es el teatro romano. Está engastado de tal manera en una de las manzanas del centro de la ciudad que no se ve desde el exterior. Tienes que entrar por un portal de la Vía Vittorio Emanuele para encontrarte con un teatro en bastante buen estado de conservación. En cambio, del anfiteatro no quedan prácticamente restos, ya que fue expoliado sistemáticamente durante siglos para construir otros edificios como la catedral, la cercana iglesia de San Blas y numerosos palacios. 

      Antes de comer, nos metimos en el Castillo Ursino, al lado de nuestro apartamento. Lo más interesante me resultó la planta baja, tanto por los arcos y bóvedas normandas que se conservan como por la sección arqueológica del museo municipal. En cambio, las plantas superiores, dedicadas a exposiciones temporales y a pintores locales de los siglos XVIII y XIX.

      Un episodio curioso de la historia de Catania es la revuelta conocida como “Nun si parti”, no se va (a la guerra), una sublevación antimilitarista muy similar en su motivación a la Semana Trágica de Cataluña de 1919. A finales de 1944, cuando los alemanes habían sido expulsados de Sicilia y de todo el sur de Italia, el rey Vittorio Emanuele III intentó reclutar a varios miles de nuevos soldados, para sumarse a las tropas aliadas que pretendían avanzar hacia el norte de Italia. La mayoría de los jóvenes, hartos de guerras, decidieron no presentarse en los centros de reclutamiento. Fue en Catania donde las protestas pacíficas se convirtieron en una sublevación en toda regla. Los manifestantes incendiaron el ayuntamiento, en la Plaza de la Catedral, y se enfrentaron a los militares que pretendían disolverlos a tiros. Ardieron de paso los archivos municipales, usados para la recaudación de impuestos y el reclutamiento, y el Círculo del Progreso, punto de reunión de la nobleza local.

      Cuatro días después el Ejército logró recuperar el control de la ciudad, pero la rebelión ya se había extendido por muchas ciudades cercanas y las protestas no cesaron hasta dos meses después, con el resultado de docenas de manifestantes muertos, unos cien heridos y miles de detenidos. Aunque anarquistas, comunistas y fascistas han tratado de atribuirse la dirección de estas protestas, parece que el verdadero detonante fue el descontento de los jóvenes con la guerra y con la tradicional falta de perspectivas económicas de la isla.

      Ya era la hora de comer, y qué mejor sitio para celebrar mi cumpleaños que el Ristorante da Antonio, del que ya he hablado. La comida fue excelente y el precio, si no contamos las dos botellas de un buen Nero d’Avola que nos bebimos, no llegó a veinte euros por cabeza. Para rematar la buena impresión que nos hemos traído del local, bastó decirle a Antonio que ese día celebrábamos mi sexagésimo noveno cumpleaños para que me agarrase por un brazo y no me soltara hasta haberme regalado una botella de prosecco, que me entregó entre abrazos y felicitaciones de camareros y clientes.

   Esa misma noche volvimos a celebrar mi cumpleaños, esta vez en el balcón de nuestro apartamento, con mis regalos y el prosecco de Antonio.

   Al día siguiente iniciaríamos el regreso a España, pero esa es otra historia que probablemente nunca cuente…


Otros capítulos:

Per sicula siculorum

La villa romana del Casale

El Valle de los Templos

Eureka

Tras las huellas de Montalbano

Noto

El teatro griego más pequeño del mundo

2 comentarios:

  1. Cuando lentamente nuestro Foro fenecía por falta de "combustible" (a pesar de que yo "quemaba hasta el mascarón de proa", como le ocurría a buque mixto, vela/vapor, "Henrieta", creo que se llamaba así, pero vete a saber con mi memoria de 72 años, en la travesía desde Norteamérica a Inglaterra en "La vuelta al mundo en 80 días", la original de Michael Anderson en 1956, nada de sucedáneos, el que no la vio no sabrá de qué hablo), llega Arturo y nos salva de la hambruna cinéfila contándonos en ocho capítulos, con su excelente estilo y profunda base cultural, su reciente viaje a Sicilia.

    Yo también visité esa isla, de forma mucho menos aventurera que él, en la primavera de 2009, me enamoró y, casi telegráficamente (nada que ver con el nivel de Arturo, ¡¡el más grande relator de viajes!!), os lo comenté aquí, concluyendo entonces con "Y un consejo para terminar: ¡No dejéis de visitar Sicilia!, Amigos."
    Lo reitero, pero mucho mejor visitarla en primavera que en verano...

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    1. Me abrumas, Manrique, con tus exagerados elogios; mis cuadernos de viaje no son más que un divertimento dirigido a compartir mis sensaciones durante cada viaje, un intento de prolongar el placer de viajar.
      Y al Foro le auguro largos años de vida.

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