
domingo, 24 de febrero de 2013
“Los Miserables” de Tom Hooper (“Les Misérables” GB 2012)

lunes, 4 de febrero de 2013
La Mujer de Teniente Francés (The French Lieutenant's Woman)
¡¡Señora, es muy peligroso estar ahí, señora!! Y ella se vuelve y le mira, le mira. Y el viento sigue arreciando sobre el malecón, siguen las olas pasando de un lado a otro como si de un juego se tratase. Y ella sigue incólume volviendo la cara hacia los lados atendiendo a los gritos pero centrándose en el horizonte, nuevamente.
¿Cómo sería hoy día una Mujer del Teniente Francés? Venga, hagamos todo un esfuerzo de imaginación. Podría ser una amante esposa de un señor de pro avenido a sus buenas costumbres y de vida ordenada, impoluta, envidiable y envidiados por todos. No sé. Diría que no. Quizás fuera una mujer incombustible, un ave Fénix de esas que militan en partidos feministas, que se exponen a todo con tal de tener un abrigo grande de gentes que la cobijen y le aseguren un retorno al status quo que no haga daño si las cosas salen mal. Eso, una mujer arriesgada en las seguridades. No, a esta mujer también le digo que no. Esta no.
O, posiblemente, sería una buena esposa/amiga/compañera, solícita de su esposo dispuesta a aguantar carromatos, carros y carretas con tal de llegar al fin siendo ‘la única’ y que todo atisbo de infidelidad haya quedado eclipsado con un dedo. Sí, ésta es un buen elemento del paradigma que buscamos. Pero tampoco da la talla, porque esta mujer no tiene nunca la mirada de una verdadera Mujer del Teniente Francés.
Pero, quizás, sólo quizás, la mujer actual del Teniente Francés sea un espejismo de una mujer. Intangible, incontable, insolente e indolora. Invisible. Insoportable. Solitaria. Irreverente. Incontestable. Incuestionable. Independiente. Incombustible. Incansable. Inaguantable. Doliente. Ingenua.
Alguien podría pensar que tras una mujer que pasea sobre un malecón en plena tempestad protegida con una capa se halla alguien tan inconsciente o interesante como una mujer que va a trabajar a un astillero sobre una motocicleta. Deberá ser una mujer independiente, que tiene una historia detrás. Ya.
Una vez descubierta la historia de detrás, una vez descabalgada de la moto, de su vida, una vez deshojada, qué queda. Nada. Sólo la mujer del Teniente Francés. Alguien que arriesga hasta su vida por un sentirse viva, alguien capaz de mirar a los ojos a pesar de las lágrimas acumuladas en las ojeras. No, no estaba esta mujer en el malecón, ni encima de su moto para que nadie la descubriera, la volviera a la vida, la quitase la capucha (el casco) necesaria para ocultarse del mundo, para volver a la muerte. No, la Mujer del Teniente Francés sólo esperaba a su Teniente, estaba en sus sueños en sus mundos, en sus esperanzas, en su malecón. No necesitaba auxilio. Sólo necesitaba Amor.
La actriz, la que finge, la que tiene un papel, la que se protege con un maquillaje y una vestimenta, esa juega con ventaja, esa decide cuándo salir de la escena, cuándo enamorar y cuando abandonar. La otra, no. La Mujer del Teniente Francés sólo sabe entregarse, amar y no odiar. Esperar en el malecón que la vida sea como ella quiso. Qué lástima. Esta mujer no sabe que la vida no va de sentimientos, que la vida es más compleja, que va de otras cosas, que con los sentimientos no se construye nada, que con la entrega no se da nada, que con el amor y la pasión sólo se consiguen agujeros en el alma. Esa mujer no sabe nada. No se conoce a ella misma, no recuerda su nombre, no sabe quién es. Se expone a la muerte en un malecón donde hubiera estado a punto de entregar lo mejor, donde pudo hacer un submundo perfecto con sólo unas latas de cervezas y unas aceitunas en un atardecer sin solsticios. Qué tonta. Qué mujer más tonta la mujer del teniente francés. Qué tonta.
Y la otra mujer del Teniente Francés, esa… esa... esa... esa sí que sabe, esa sabe lo que yo no sé. Esa vive por encima de lo que pase, del tiempo, del malecón, del amor, de todo. Esa sabe lo que es vivir. Sólo tiene que esperar a que el Teniente vuelva a casa, aunque no viva con ella lo que él ya sabe vivir.
No le digáis nunca más a ninguna de las mujeres del Teniente Francés que os encontréis en vuestra vida “¡eh, cuidado!”, no os acerquéis a ellas, dejadlas en paz, dejadlas ser ellas, dejadlas seguir siendo la mujer de algún Teniente Francés, porque os arriesgáis a convertiros vosotros en el Teniente. Antes os habrá amado, os habrá dado lo mejor de ella, se habrá entregado, no habrá dejado resquicio de su vida que no haya sido vuestro, os habrá deseado, os hará el amor como ni pensabais, os sentirá en cada poro de su piel y os mirará a los ojos, se fundirá con vosotros y os hará sentir que no hay nada más allá. Pero la dejaréis. La abandonaréis porque es “La mujer del teniente Francés” y es dejable. Otros lo hicieron antes, no pasa nada. Ella seguirá viva, seguirá su viaje, terminará el contrato de la película, volverá a su vida, se olvidará de vosotros, pero… pero… Seguirá siendo… “La mujer del teniente Francés” y tú, el Teniente.
Te amará durante años. Te esperará eternidades. Te respetará y no te hará daño. Te soñará. Te guardará en los altares. Te venerará y te recordará. Te deseará y no te tendrá. Te adorará.
Por lo que más queráis, por vuestras santas esposas, no os acerquéis jamás a ninguna mujer de un teniente francés.
Dejadlas, antes de dejarlas.
Marga.
No vuelvas la cara, no vuelvas la cara, NO).