Ya escribí de Jaime Rosales en
el Foro sobre su muy notable película “La soledad” y trataré de no repetirme,
por lo que os refiero a esa crítica si estimáis necesario consultar dicha
referencia:
Hoy recomiendo “Hermosa Juventud”
(apostaría algo a que Jaime Rosales de alguna manera se inspiró para su título
en la notable “Sweet sixteen” de Ken
Loach, director que también me “toca el corazón” con casi todas sus películas) que,
desde mi punto de vista y si me pongo la careta de “cinéfilo puro”, me gusta, pero mucho menos que “La soledad”.
Lo que ocurre es que la “historia” que ahora nos presenta me produce una empatía máxima con sus personajes, paradigma de los jóvenes “no especialmente” favorecidos en la España actual, como la “hermosa gente” que cantaba Joan Baez hace cincuenta años, que no son ni parásitos sociales, ni responsables de la crisis, ni antisistema expertos en demoler todo pero incapaces de construir nada. Son simples jóvenes, de clase humilde, que no han conseguido una buena formación, quizás por ineficacia del sistema y/o porque tampoco han puesto mucho interés en estudiar durante su pasada adolescencia y que tres o cuatro años después ya se dan cuenta del inmenso error cometido, difícilmente reversible. Buscan trabajo sin parar, aceptan cualquier cosa que salga y no pueden sentir en sus carnes que las cosas es probable que estén empezando a mejorar poco a poco … porque ellos siguen sin enterarse. Y en ese sentido el mensaje de esta película, reflejando la historia del día a día de una joven pareja formada por Natalia (magnífica la desconocida actriz hispano-sueca, con algo de singular acento andaluz, Ingrid García-Jonsson) y Carlos (Carlos Rodríguez, también nuevo para mí, aunque parece que ha trabajado algo en TV, no desentona en absoluto), pareja que, sin dejar de luchar, empieza a perder la esperanza en poder salir adelante, buscando soluciones extremas, me produce una empatía con ellos absoluta, sintiéndome incómodo en mi indiscutible bienestar tan enormemente inaccesible para ellos. ¡Algo habrá que hacer!.
Lo que ocurre es que la “historia” que ahora nos presenta me produce una empatía máxima con sus personajes, paradigma de los jóvenes “no especialmente” favorecidos en la España actual, como la “hermosa gente” que cantaba Joan Baez hace cincuenta años, que no son ni parásitos sociales, ni responsables de la crisis, ni antisistema expertos en demoler todo pero incapaces de construir nada. Son simples jóvenes, de clase humilde, que no han conseguido una buena formación, quizás por ineficacia del sistema y/o porque tampoco han puesto mucho interés en estudiar durante su pasada adolescencia y que tres o cuatro años después ya se dan cuenta del inmenso error cometido, difícilmente reversible. Buscan trabajo sin parar, aceptan cualquier cosa que salga y no pueden sentir en sus carnes que las cosas es probable que estén empezando a mejorar poco a poco … porque ellos siguen sin enterarse. Y en ese sentido el mensaje de esta película, reflejando la historia del día a día de una joven pareja formada por Natalia (magnífica la desconocida actriz hispano-sueca, con algo de singular acento andaluz, Ingrid García-Jonsson) y Carlos (Carlos Rodríguez, también nuevo para mí, aunque parece que ha trabajado algo en TV, no desentona en absoluto), pareja que, sin dejar de luchar, empieza a perder la esperanza en poder salir adelante, buscando soluciones extremas, me produce una empatía con ellos absoluta, sintiéndome incómodo en mi indiscutible bienestar tan enormemente inaccesible para ellos. ¡Algo habrá que hacer!.
En este tema quiero marcar una
diferencia con otras notables películas españolas sobre personajes supuestamente
parecidos. Por poner un ejemplo, “Deprisa, deprisa” (1981 Festival de Berlín: Oso de Oro mejor película) de mi
admirado Carlos Saura, donde los personajes se convertían en unos perfectos
maleantes ante unas circunstancias más o menos similares. Mi empatía con
aquellos jóvenes machistas y violentos, que acababan siendo asaltantes de
bancos con gatillo fácil, era
infinitamente inferior a la que me producen Natalia y Carlos, que se sacrifican
hasta la abyección por sacar adelante a su
pequeña hija, sin estafar, robar o matar a nadie.
Y todo ello, ahora me refiero al
guión de “Hermosa Juventud”, sin la mínima estridencia, hasta las dos únicas
escenas de violencia, potencialmente muy duras, se muestran con un inteligente
pudor. La tremenda secuencia que cierra la película, con una enorme carga
social y nula agresividad visual, me dejó absolutamente KO.
Lo dicho: os la aconsejo todavía más
por su mensaje que por la calidad de la película en sí, que es bastante buena, aclarando
que, en cuanto a verosimilitud de lo presentado y las actuaciones, es
excelente, pareciendo un reportaje hiperrealista tipo “Comando de actualidad” o
similar. Muy curiosas y novedosas, al menos para un decadente space cowboy como
yo, las inserciones digitales en la pantalla de los mensajes entre los móviles
de los jóvenes personajes. Te ponen en ambiente.
Por si os interesaran, facilito
los siguientes enlaces:
“Crónica de la intemperie”, crítica de Carlos
Boyero en El País:
…Tanto ellos
como su entorno van justitos de inteligencia, son gente muy normal, no le piden
a la vida nada especial, solo conseguir un trabajo que les permita llevar una
existencia que no esté marcada por la angustia y la carencia de lo elemental.
Lo tienen crudo. Como todos los nacidos para perder. Emigrar tal vez sea la
única salida. Pero también fuera la supervivencia puede estar asociada a la
sordidez.
…Es una buena y
necesaria película…
“Pared sin vistas”, crítica de Oti. R.
Marchante en ABC:
…En esta película, "Hermosa
juventud"; se aprecia una doble e interesante apuesta frente a
la crisis: su argumento la aborda en sus efectos más tangibles y cercanos, las
secuelas que deja en la vida de la "gente" y en especial de la juventud, y por
otra parte la aborda desde un terreno personal, de autor, con el gesto de poner
los pies en el suelo (gesto absolutamente necesario en el cine y cineastas
españoles) y mirar de frente al público para que te devuelva la mirada. Doble
apuesta en la que Rosales asume generosamente un riesgo, el de narrar una
historia viva y emocional sin permitir que su estilo la devore, y al tiempo sin
perder nada de él; es decir, una película armónica y medida en su contenido y singular
y pujante en su continente y lenguaje…
… Rosales
nivela grandes momentos de emoción contenida (una esponja reconfortante, un
curriculum inútil, un frío autobús tras el rodaje de un porno, un navajazo
estéril...) con otros de precisión y novedad en el lenguaje (el tiempo, a ritmo
de whatsapp o smartphone), y consigue un magnífico equilibrio entre la
innovación y la conmoción. Las interpretaciones de Ingrid García
Jonsson y Carlos Rodríguez son también un prodigio de emoción, precisión y
novedad.
Tráiler:
Buen CINE, Amigos.