viernes, 27 de enero de 2017

Martirio, fe y dudas: "Silencio" ("Silence" USA 2016) de Martin Scorsese



Queridos Cinéfilos:

A veces he sido muy osado en este Foro atreviéndome a poner en boca de grandes figuras del CINE frases que nunca dijeron pero que sí me parecía muy coherente que podrían haber opinado en el sentido que yo señalaba. Voy a atreverme una vez más a hacerlo, hoy ”en nombre” de mi admiradísimo Bergman o del gran maestro Dreyer, nada más y nada menos: “Interesante y profunda película, muy bien hecha; a mí también me hubiera gustado desarrollar este tema, que está muy en mi línea, dándole mi orientación personal, claro”.

Contando con “semejante” respaldo voy a tratar de convenceros para que veáis “Silencio”, la más reciente película de Martin Scorsese, cinta que me temo no durará mucho en pantalla habida cuenta las tendencias, estéticas y temáticas del enclenque cine actual que mayoritariamente reclama el público palomitero, con las dignas excepciones que aquí tratamos de recomendar como películas del CINE que nos interesa, educa, emociona y, además, nos entretiene, que no somos masoquistas.

Por si alguno de los que leáis esto aún no sabe cuál es el tema de “Silencio”, aunque dudo se dé tal caso, recuerdo los antecedentes históricos de la trama (en absoluto es esencial leerlo para entender la película, pero sí conveniente):

El Japón del siglo XVI (y así continuó ¡hasta mediados del XIX!) vivía en un autoimpuesto aislamiento “defensivo” respecto a la tradicional amenaza del vecino Imperio Chino en su occidente y con el mayor y más ancho océano del planeta en su oriente, manteniendo internamente una vetusta organización social, todavía puramente medieval, gobernada localmente por los daimios, con muy frecuentes guerras civiles entre señores de la guerra y con un pobre y atrasado campesinado disperso en un terreno muy montañoso y poco apto para la agricultura, aspectos que se pueden encontrar en cualquier película japonesa cuya acción se desarrolle en esos tiempos, por ejemplo las míticas “Los siete samuráis”, “Trono de sangre” o “La fortaleza escondida”, del gran Akira Kurosawa.

Hacia 1550 llegaron los primeros europeos, misioneros portugueses y españoles, principalmente jesuitas, con el navarro San Francisco Javier a la cabeza (que personalmente sólo pasó allí muy pocos años), pronto seguidos por los comerciantes holandeses. Durante 30 o 40 años los misioneros gozaron de una relativamente amplia libertad de acción, concedida por el Shogun Ashikaga Yoshiteru y el señor de la guerra Oda Nobunaga, llegando a bautizarse una significativa cantidad de japoneses, del orden de varios cientos de miles campesinos e incluso algunos señores feudales en ese periodo, especialmente en Nagasaki y resto de la zona sur del archipiélago.


Memorial de los 26 mártires en Nagasaki
En 1587 el Shogun Yoshiteru es asesinado y sustituido en el cargo por Toyotomi Hideyoshi que, alarmado por el avance del cristianismo, decreta la expulsión de los misioneros, la destrucción de las iglesias y la erradicación del cristianismo mediante una persecución que se hizo especialmente sangrienta hasta su muerte a finales del siglo, destacando en ese periodo la crucifixión de los llamados 26 mártires de Nagasaki el 5 de febrero de 1597, entre ellos San Pablo Miki y tres adolescentes monaguillos (a éstos se les puede reconocer por su corta estatura en el Memorial existente en Nagasaki), aunque las víctimas entre los campesinos “de a pie” durante esos años se debían contar por miles.

Pocos años después de la toma de shogunato por la históricamente famosa dinastía Tokugawa, con el edicto de 1613 se retoma y recrudece la persecución contra los cristianos, que habían tenido un corto paréntesis de permisividad, considerándose que no menos de 250.000 son asesinados entre esa fecha y 1660, cuando se da por “resuelto el problema” por parte de las autoridades niponas. No obstante, durante los dos siglos siguientes, coincidiendo con una de las más importantes fiestas budistas anuales todos los japoneses debían pisotear imágenes cristianas esculpidas en placas metálicas como prueba de que no practicaban secretamente la fe prohibida.


Los dos jóvenes jesuitas con dos cristianos ocultos
En tal entorno se inicia la película en la portuguesa colonia de Macao y en la década de1630: dos jóvenes jesuitas, antiguos discípulos en el seminario del padre Ferreira, que ahora continuaba su misión evangelizadora subrepticiamente en Japón, cuando llegan noticias de que éste ha abjurado de su fe y se ha convertido en un sacerdote budista, con esposa y un hijo, se niegan a creer esa historia, presentándose voluntarios a su superior para ir a Japón y contrastarla, al mismo tiempo que para apoyar a las pequeñas comunidades cristianas que pervivían secretamente en su fe.

Ese viaje, el desarrollo de su misión y el desenlace de la misma (la estructura de la película tiene un cierto paralelismo formal con la de “Apocalypse Now”), junto con las tremendas dudas éticas y religiosas frente a las decisiones que deben afrontar los jóvenes jesuitas, son el objeto del guión de Jay Cocks y Martin Scorsese, basado en una novela de Shusaku Endo, escritor que algunos críticos nipones consideran el Graham Green japonés. He leído que en los años 90 Akira Kurosawa le regaló la novela a Scorsese, que, tras leerla, decidió que la llevaría al CINE a pesar de su dificultad. Al fin lo ha conseguido.


Scorsese dirige a Andrew Garfield y Shinya Tsukamoto
En mi opinión, ya sin usurpar a los Maestros del CINE, “Silencio”:
  • Por su temática es una película profunda y muy interesante, con un atrayente guión, al que únicamente se le puede señalar que quizá se podrían haber eliminado algunas escenas que más que repetitivas no son necesarias, reduciendo los 159 minutos de su metraje a ¿120?, ¿130?. Pero coincido con Oti R. Marchante “Y es excesivamente larga, pero no plomiza”.
  • Formalmente está muy bien realizada, como no cabía menos de esperar de un director como Martin Scorsese. Con excelente ambientación y localizaciones. Algunas secuencias merecerían figurar en una antología del CINE.
  • Cuenta con una acertada interpretación en los papeles de los dos jóvenes jesuitas: Andrew Garfield (nominado para el Oscar de este año por “Hasta el último hombre”, aunque he leído que algunos críticos opinan que lo debía haber sido más justamente por “Silencio”; era uno de los jóvenes estudiantes de "Leones por corderos", aconsejada en el Foro por Rocío, y el protagonista juvenil masculino en la interesante Never let me go , en España se tituló "Nunca me abandones", de la que también opinamos aquí varios Cinéfilos), que tiene el papel protagonista como Padre Rodrigues, sufre muy verosímilmente el enorme dilema al que debe hacer frente, y Adam Driver como un convincente Padre Garupe, se compañero en la odisea o, mejor dicho, dantesco descenso a los infiernos. Liam Neeson cumple correctamente como el apóstata Padre Ferreira, que en sus circunstancias no es un personaje de “una pieza”, sino con muchos matices.
  • Y con un puñado de magníficos los actores japoneses, muy especialmente Issei Ogata como Inoue Masashige, “el Inquisidor” perversamente sutil (me recordó el “tratamiento” final que O’Brian le daba al “disidente” Winston en la mítica e imprescindible “1984” de Orwell; escojo este diálogo de la misma: “Dime, Winston, ¿cuáles son los verdaderos sentimientos que te inspira el Gran Hermano?. - Lo Odio - ¿Lo odias?. Bien. Entonces ha llegado el momento de aplicarte el último medio. Tienes que amar al Gran hermano. No basta que le obedezcas; tienes que amarlo Empujó delicadamente a Winston hacia los guardiasHabitación 101 – dijo"), Tadanobu Asano como ayudante del Inquisidor y Shinya Tsukamoto como destacado miembro de una pequeña y clandestina comunidad cristiana campesina.
  • Fotografía excelente de Rodrigo Prieto (nominado por ella al Oscar de este año, también lo fue por “Brokeback Mountain” y antes responsable de la fotografía de “Amores perros”).
  • Comparándola con la famosa, y muy buena, “La Misión”, de temática “convergente” pero en absoluto similar en su esencia, aquélla me pareció que fácilmente tenía un mensaje obviamente inequívoco y universalmente aceptable, mientras que en “Silencio” se nos deja a los espectadores que cada uno juzguemos, poniéndonos en la posición de los jóvenes jesuitas. ¡¡Menuda tarea!!.
Llegando la pleamar a los crucificados
Consecuentemente con todo lo anterior, aconsejo verla… pronto. Esta no es una película de masas ni, en absoluto, hagiográficamente religiosa (de facto ha tenido críticas de una parte de la jerarquía católica respecto a su contenido por considerarlo históricamente no fiel, ya que protesta que en sus archivos no hay la menor constancia documental  de apostasía por parte de los misioneros en Japón y sí certificación indiscutible de un elevadísimo número de mártires) y, por ello, desafortunadamente espero que no durará en cartelera. Ojala me equivoque.

¿Y qué opina la crítica profesional?.. Para vuestro conocimiento adjunto, como es habitual, los siguientes enlaces con una variedad de referencias:

Rápida presentación de la película en el programa semanal “Días de Cine” en La 2 de TVE (incluyendo una muy breve opinión en vivo del propio Scorsese):
http://www.rtve.es/alacarta/videos/dias-de-cine/silencio-ddc/3866182/

Tráiler oficial en español (2 min):

Comentario de Oti R. Marchante en ABC: “De nuevo la fe en el cuadrilátero de Scorsese”:

Crítica de Carlos Boyero en El País: “Otro Scorsese religioso, otra decepción”:

Los tres jesuitas: Rodrigues, Ferreira y Garupe

Comentario de Luis Martínez en El Mundo: “La última tentación de Scorsese” (con el que más me identifico en este caso, os aconsejo leerla íntegra):

"’… Scorsese se sabe fiel heredero de una tradición que tiene en nombres como Carl Theodor Dreyer y su ‘Pasión de Juana de Arco’ quizá su momento fundacional. Pero, más allá, la película dialoga con el gesto arrebatado y exultantemente místico del cine de Tarkovski, sin renunciar al peregrinar por los abismos de Ingmar Bergman. ‘¿Suicidarse...? No, no... pero puedes quedarte inmóvil, en silencio, así al menos no mientes y puedes aislarte en ti misma, sin interpretar ningún papel, sin tener que exteriorizar gestos falsos’, dice la doctora al personaje interpretado por Liv Ullmann en ‘Persona’ y ahí, en el reconocimiento del silencio como la última oportunidad para evitar la máscara, la mentira, Scorsese y el director sueco comparten algo más que solamente una herida. El resultado es una película que coloca al espectador en una posición tan reveladora como incómoda. Nunca complaciente. Scorsese quiere en todo momento acercar el héroe al traidor. Y hacerlo con una mirada tan compasiva como finalmente cruel. Sólo las máscaras aciertan a dar con el sentido profundo de la más radical de las paradojas. Y así hasta dar con uno de los finales más delicados y tristes del cine reciente”

http://www.elmundo.es/cultura/2016/12/22/585c2618268e3e49178b468e.html


Crítica de Sergi Sánchez en Fotogramas: “Para creyentes que tengan un lado oscuro”:

http://www.fotogramas.es/Peliculas/Silencio#critFG


Finalizo animándoos a que los que la veáis compartáis vuestra más libre y personal opinión en este Foro.

Buen CINE. Amigos

Manrique

jueves, 26 de enero de 2017

La conexión iraní – Juan Antonio Morán

Recientemente ha llegado a mis manos esta novela, la segunda de Juan Antonio Morán, escritor leonés afincado en Conil.

Desde las primeras páginas atrajo mi atención. Ambientada en el propio Conil, la novela cuenta una divertida y trepidante historia que no voy a desvelar aquí, pero en la que no falta de nada: Asesinatos, guardianes de la revolución, miembros de Al Qaeda, guardias civiles, agentes del Mosad, del CESID y de la CIA…

Parece mentira (y probablemente lo sea) que en un pueblo de poco más de veinte mil habitantes se crucen tantos personajes, pero el autor logra construir una trama tan creíble como amena. En ella se mezclan la realidad, la literatura y la imaginación; la investigación policial de un asesinato y de sus consecuencias avanza en paralelo y en colaboración con la escritura de una novela y con los recuerdos más o menos verídicos de un viaje del autor por Irán.

Es cierto que en Conil y sus alrededores se entrecruzan historias y escritores, como las dos primeras novelas de Óscar Lobato, los malos poemas de José Velarde o las fechorías de Juan “El Correcostas”, pero creo que Juan Antonio es el primer escritor conileño que escribe una novela de categoría.




sábado, 21 de enero de 2017

ELEKTRA

Ficha técnica:

  • Fecha: 20 de enero de 2017
  • Director: David Afkham
  • Compositor: Richard Strauss
  • Libreto: Hugo von Hofmanstahl basado en la tragedia de Sófocles del mismo nombre
  • Solistas principales: Lise Lindstrom (Elektra),  Anna Larsson (Klytamnestra), Manuela Uhl ( Chrysothemis)
  • Orquesta: OCNE
  • Teatro Auditorio Nacional
  • Duración 120 minutos

Comentario

No es habitual que en los programas de la Orquesta Nacional de España se incluya ópera. Ni el tamaño del escenario, ni la infraestructura que acompaña a un teatro de la ópera, ni el precio de los abonos que pagamos en el auditorio, lo permiten. Sin embargo, David Afkham ya incluyó, con notable éxito, una versión del Holandés Errante de Wagner en la programación del año 2016. Y este año ha dado un paso más programando la ópera en un  acto Elektra con música de Richard Strauss y libreto de Hugo von Hofmanstahl, estrenada en Dresden en el año 1905 y que fue representada en diciembre de 2016 en el Liceo de Barcelona, con éxito clamoroso, bajo la dirección musical de Pons.

Representar Elektra en un teatro de la ópera es complicado por el tamaño de la orquesta de casi 100 músicos, el número de solistas, 20, la participación del coro y hasta 1 bailarín. El argumento, una tragedia griega con los personajes clamando, entrando, saliendo, matando y muriendo, reclama espacio físico. Representar todo esto en un auditorio ya de por si no excesivamente grande, y que resulte bien, es un milagro, pero el director de escena Rafael R. Villalobos lo ha conseguido con éxito absoluto, a pesar de algún tropezón inoportuno de una de las solistas  en las escaleras de acceso al coro.

El argumento de Elektra es conocido por todos: la venganza de los tres hijos de Agamenón, Elektra, Chrysothemis y Orestes contra su madre Klytamnestra, que ha asesinado a su marido Agamenon ayudado por su amante Egisto.

La ópera se desarrolla en ocho escenas de notable intensidad dramática y musical. La estructura de la partitura es clásicamente alemana, simétrica y ordenada, en la que se alterna el  lirismo más dramático con violentos momentos de música disonante. La influencia de la música de Wagner se hace patente en muchos momentos de Elektra.

Las tres principales solistas, la americana Lise Lindstrom en el papel de Elektra, la sueca Anna Larsson en el papel de Klytamnestra y la alemana Manuela Uhl en el papel de Chrysothemis, lo bordan. Son, con mucho, las mejores solistas que hemos visto en el Auditorio en mucho tiempo. A mí me ha gustado mucho, también, por su originalidad, la actuación del bailarín y actor Pedro Berdayes en el papel de Agamenon.

David Afkham ha conseguido un gran éxito con esta arriesgada representación de Elektra, y el fiel público de los viernes del Auditorio Nacional  se lo ha premiado con una estruendosa ovación y numerosos bravos. Esperemos que  dure mucho tiempo entre nosotros,

JRL (21-01-2017)


viernes, 13 de enero de 2017

Tánger: La herencia judía y yanqui

Como continuación al texto que publiqué hace dos años en este mismo blog, y que podéis leer aquí, publico ahora unas notas sobre algunos lugares para mí desconocidos que visité hace una semana.

Antes de embarcar en Tarifa nos dio tiempo de darnos un paseo por lo que yo llamo la medina de Tarifa, ya que no es otra cosa el dédalo de callejones y patios que se extiende a espaldas del castillo de Guzmán el Bueno. Y también de desayunar y de hacer una rápida visita a la iglesia de San Mateo, edificada sobre una antigua mezquita (la cual a su vez probablemente se construyó sobre una iglesia católica anterior). Aunque la fachada barroca no me pareció nada del otro mundo, son interesantes las bóvedas y columnas góticas del interior.

El barco zarpó casi en punto, y a las 12 estábamos entrando en Tánger (hora marroquí, equivalente a las 11 en la península. A partir de ahí, lo habitual: Atraque, apertura de puertas, desembarque, control de pasaportes, cambo de dinero y largo paseo hasta nuestro hotel, situado en lo más alto de la Alcazaba o Kasbah. Para ello tuvimos que entrar en la medina por Bab El Marsa, la puerta que se abre bajo la torre portuguesa Borj Hajoui y pasar junto a la Gran Mezquita, emplazada en el lugar del antiguo capitolio romano, catedral en época portuguesa y hoy en día cerrada a cal y canto para los infieles.

Seguimos subiendo por la calle Siaghine, verdadera artera central de la medina, que muestra claramente las consecuencias que el terrorismo islámico está teniendo en la economía de tantos países árabes: Los turistas europeos tienen miedo y abandonan esos destinos. La medina ya no es el río de visitantes de todos los países, que con sus compras y propinas traía la riqueza a tiendas y cafés. Locales cerrados, casas en ruinas, negocios languidecientes… Los fundamentalismos no son buenos para nadie.

En el Zoco Chico giramos a la izquierda y nos internamos por el verdadero corazón de la ciudad: la calle de los Almohades o  la Nasiriya, la Amrah o la Bab Assah, todas las rutas  son buenas para llegar a la Kasbah, en la que entramos por la puerta Bab Bahr para llegar a nuestro hotel habitual, La Tangerina. Sus diez habitaciones estaban casi vacías, o sea que esta vez pudimos elegir la llamada “suite 1”, con un patinillo privado y una cómoda zona de estar, separada por una barandilla del dormitorio propiamente dicho.

La propietaria nos dio una buena noticia: Ya habían terminado de acondicionar un apartamento turístico en el mismo Zoco Grande, justo al lado de la puerta de Bab al Medina, con unas vistas magníficas al propio Zoco y a los jardines de la Mendubia. Por un precio razonable podríamos habernos instalado en ese piso amplio y luminoso de dos dormitorios, pero ahora mismo lo ha alquilado un australiano para cuatro meses ¡qué envidia me da esa gente que se puede permitir viajar con toda la calma del mundo, dedicando varios meses a disfrutar de una ciudad que la mayoría de los turistas nos liquidamos en un par de días!

Después de un breve descanso, bajamos paseando al azar. Por el camino nos fuimos encontrando mezquitas, madrazas, zauias, palacios con jardines privados, zocos y bazares, fondaqs con sus artesanos y comerciantes; todo lo que caracteriza y conforma el paisaje urbano de la medina. Llegamos al Zoco Chico, y allí hicimos un descubrimiento: Subiendo unos metros por la calle Siaghine, un poco más arriba del palacio de Dar Niaba, de estilo renacentista, hoy prácticamente en ruinas pero que en el siglo XVII fue la residencia del embajador del sultan Mendub, habían colocado un panel metálico con un mapa de la mellah y la ubicación de los principales puntos de interés del barrio judío, cuya misma existencia me había pasado desapercibida en anteriores viajes.

Después de un rato de charla con un par de alemanes que estaban tan sorprendidos como nosotros, nos metimos por la calle Touahine, y pasamos por delante del Museo de la Fundación Lorin. Aunque según la información de que disponía el edificio había sido antes una de las casi veinte sinagogas de la ciudad, en la actualidad parece ser que alberga una exposición permanente de fotografías y documentos de la época internacional de Tánger, desde los años treinta hasta los años sesenta. Y digo parece porque a la hora que pasamos por allí estaba cerrado. Ya lo visitaremos en otro viaje.

Seguimos vagando por aquellas callejuelas, sucias y llenas de casas a punto de caerse, que por momentos me recordaban el barrio judío de Tblisi. En un callejón que bajaba hacia el mar vimos un rótulo: “Rue de la Synagogue”, y aunque el olor a orines de gato era especialmente intenso nos internamos por él. En una de sus bifurcaciones, la calle Cheikh El Harrak, nos encontramos un edificio con un exterior muy discreto y una placa indicando que se trataba de la Sinagoga Nahon. Según la placa, estábamos dentro del horario de apertura, pero la cancela estaba cerrada a cal y canto. Como por arte de magia, sin tocar ningún timbre, apareció un señor de mi edad, que dijo llamarse Abdelkader y ser el cuidador de la sinagoga.

Se ofreció a enseñarnos la sinagoga e incluso me proporcionó una kipá mugrienta, que no tuve más remedio que ponerme en la cabeza; el que algo quiere algo le cuesta. Estaba claro que entre sus tareas no estaba la de lavar de vez en cuando las kipá de los visitantes. La sinagoga, construida en el siglo XIX en estilo neo mudéjar, nos asombró por su riqueza más que por su tamaño. Docenas de grandes lámparas de plata colgaban del techo, mientras que los rollos de la torah se guardaban dentro de un arca de madera labrada, detrás de unas gruesas cortinas recamadas en oro y plata. De plata eran también todos los accesorios que acompañaban a la torah, desde los remates de los ejes de los rollos hasta el marcador con el que el rabino va siguiendo la lectura.


Abdelkader nos mostró también la tebá, el atril sobre el que se colocan los rollos de la torah  para la lectura y donde según nuestro guía se llevaban a cabo las circuncisiones, y luego nos condujo hasta el hazará, el piso superior reservado a las mujeres, donde las paredes estaban cubiertas de certificados de matrimonio bordados sobre seda, de antiguos grabados, de ofrendas familiares…

Ya a la salida vimos una foto del rabino Nahon, fundador de la sinagoga, y las fotos más pequeñas de todos los rabinos que le sucedieron, colocadas como si fuera una orla de fin de carrera. Y efectivamente, allí podía hablarse de fin de carrera, pero de la propia sinagoga y de toda la comunidad judía de Tánger en general. Al parecer, de los diecisiete mil judíos que llegaron a vivir en la ciudad quedaban menos de cien, la mayoría muy ancianos. Miles habían emigrado al estado de Israel, y otros se habían dispersado por toda Europa y por América del Norte como consecuencia de una combinación letal: el declive económico de la ciudad, agudizado con el fin de la administración internacional y su anexión al reino de Marruecos, y el creciente fundamentalismo islámico que poco a poco va invadiendo el país y que dificulta la convivencia entre judíos y musulmanes. Lo mismo ha pasado en el resto de Marruecos, donde la población judía ha descendido de doscientas mil personas a menos de dos mil en poco más de sesenta años.

De vuelta a España me enteré de que en aquel barrio de la mellah habían estado dieciséis de las dieciocho sinagogas de Tánger. Evidentemente estaba viendo en directo la extinción de una colonia que se había implantado en Tánger hacía casi 2000 años, antes de que llegaran musulmanes y cristianos.

Sin salir de la mellah llegamos a la Rue d'Amérique, en la que se encuentra la antigua sede de la legación americana, un edificio con una curiosa historia. Las relaciones entre Marruecos y Estados Unidos comenzaron solo dos años después de la independencia americana. En 1778 se autorizó a Benjamin Franklin a negociar un tratado con Marruecos, que no se firmó hasta 1787, después de que los marroquíes, hartos de dilaciones, apresaran un buque americano.

En una primera época los cónsules norteamericanos vivieron en edificios de alquiler, hasta que en 1821 el sultán les cedió una casita en donde hoy en día se eleva la legación. Allí se mantuvo hasta 1956, cuando la independencia de Marruecos y el fin del control internacional sobre Tánger hizo que la capital se trasladara a Rabat.

Ahora el edificio es un centro cultural y un museo de recuerdos americanos de la época, en el que lo más interesante para mí fue visitar los salones, decorados con muebles de época y con excelentes alfombras de todas las zonas de Marruecos.


Al salir de la legación seguimos por la calle América hasta salir de la medina por Dar Amirika. Justo enfrente nos encontramos el cementerio judío, otro importante vestigio de la importancia que en el pasado tuvo esta comunidad. El recinto aparentaba estar cerrado, pese a un rótulo que indicaba el horario de apertura. Como no era sábado, para poder entrar bastó con empujar la enorme cancela de chapa de acero y desplazar los dos adoquines que la mantenían entornada.

Se trata de un lugar verdaderamente curioso. Por supuesto, como todos los cementerios, es un oasis de paz en medio del tumulto de Tánger. Pero este impresiona especialmente por el estado de abandono de la inmensa mayoría de las lápidas. Aunque una cuadrilla de peones se dedica a arrancar matojos y reparar los senderos de chinos lavados, las inscripciones se van borrando y se nota que la mayoría de los difuntos ya no tienen parientes en la ciudad que velen por sus tumbas.

La acumulación de lápidas es tal que muchas veces se hace difícil pasar sin pisarlas. Apiñadas sin orden ni concierto, se mezclan siglos, familias y edades en un aparente caos. Me parecieron especialmente entrañables dos de ellas: Sendas lápidas muy sencillas, de menos de un metro de largo, dedicadas a “Sisita Toledano” y “Leoncito Cohen”. Dos de los muchos niños allí enterrados, testimonio de la tremenda mortalidad infantil de siglos pasados y representando respectivamente a las dos mayores comunidades de la diáspora: los sefardíes (Toledano) y los askenazis (Cohen).


Al terminar la visita al cementerio seguimos de frente por la Rue du Portugal, y luego a la derecha por la Rue de la Plage, contorneando siempre las antiguas murallas portuguesas, en un avanzado proceso de restauración y limpieza. En esta última calle nos encontramos con otro de los edificios que queríamos visitar: Las Escuelas de Alfonso XIII.


Este edificio, de estilo neo mudéjar, fue construido gracias a un donativo de 300.000 pesetas hecho por el marqués de Casa Riera al rey Alfonso XIII. Los terrenos y el profesorado los aportó la Misión Católica-Española. Se terminó en 1913 y está formado por dos pabellones, que en aquel momento se destinaron uno a los niños y otro a las niñas. La educación siempre estuvo en manos de la iglesia católica, primero con frailes franciscanos y a partir de 1938 con marianistas. En la actualidad está en un estado de conservación un tanto deficiente, y alberga una escuela pública marroquí y un grupo de teatro. Por desgracia, no se puede visitar.