viernes, 26 de agosto de 2022

Muerte con pingüino

A mitad de una cualquiera de las olas de calor que hemos sufrido este verano, que nos vienen a confirmar los pronósticos del Panel Internacional sobre el Cambio Climático, he leído esta novela del ucraniano Andrei Kurkov, nacido el Día del Libro en una ciudad que entonces se llamaba Leningrado, en un país que ya tampoco es la Unión Soviética.

¿Por qué entonces digo que es ucraniano? Pues en parte por exclusión. No podemos decir que sea “soviético”, pues ese ya no es el gentilicio de ningún país; en Rusia no está muy bien visto por las autoridades; ha vivido desde joven en distintas ciudades ucranianas y varios de sus libros transcurren en esta república hoy víctima del expansionismo ruso.

La novela tiene muchos aspectos interesantes. En cuanto al ambiente en que se desarrolla, describe muy bien la vida en cualquier país de la antigua URSS una vez se derrumbó el imperio: corrupción generalizada, rápida desaparición de todos los servicios públicos, surgimiento de las mafias, aumento vertiginoso de las desigualdades sociales… Si habéis tenido la suerte de visitar algunas de estas repúblicas lo habréis podido comprobar; si no, aquí podéis leer alguno de mis cuadernos de viaje por la Ruta de la Seda, Rusia o Georgia.

Desde un punto de vista más literario, el pingüino Misha, adoptado por el protagonista durante la liquidación del zoo de Kiev por falta de fondos, sirve de contrapunto humanizado a todas las desquiciadas aventuras por las que pasa el protagonista, un escritor y periodista arruinado y abandonado por su novia, en el que muchos quieren ver un alter ego del propio autor.

La tensión del texto va creciendo, desde el encargo de esquelas de personas todavía vivas a la participación (muy bien pagada) del pingüino en funerales de mafiosos.

El final, tan disparatado como coherente, te deja con ganas de seguir leyendo.


Resumiendo, una obra muy recomendable.

Si queréis saber algo más, ahí van algunos enlaces. Pero nada como leerla.

Leer sin prisa

Blackie Books

lunes, 15 de agosto de 2022

Cidade de Deus

     Acabo de ver (creo que por tercera vez) la película brasileña Cidade de Deus (en español, Ciudad de Dios), dirigida por Kátia Lund y Fernando Meirelles y estrenada en 2002. La película se centra en la guerra entre las bandas de Zé Pequeno y Mané Galinha, desarrollada en una favela de Río de Janeiro llamada «Ciudad de Dios», a lo largo de los años sesenta, setenta y ochenta.

    En 2004 esta película recibió cuatro nominaciones a los Óscar (mejor director, mejor fotografía, mejor montaje y mejor guion adaptado). También fue nominada para un Globo de Oro a la mejor película extranjera

    La película, con ser impactante, violenta, sociológica, tierna y brutal a la vez, me resultó doblemente atractiva por cómo se detectan en ella diversas técnicas literarias utilizadas en su guion. No sé cómo se reparte ese mérito entre Pablo Lins, autor de la novela homónima en la que se basa la película, y Braulio Mantovani, autor del guion. Curiosamente, en 2005 el mismo Meirelles dirigió “El jardinero fiel”, basada en la novela de John le Carre, y en 2008 “Ceguera”, a partir del Ensayo sobre la ceguera de Saramago.

    El arranque de la película, a base de imágenes sincopadas y aparentemente inocuas, nos muestra en muy pocos minutos al protagonista, Buscapé, aspirante a fotógrafo; a las calles y habitantes de la favela, ubicada detrás de la famosa Barra de Tijuca; a las fuerzas antagónicas que, como en las tragedias griegas, muestran dos aspectos de la misma realidad violenta, y a la víctima inocente, una gallina que intenta escapar a su destino. Porque el tema de la película-guion-novela creo que es ese, precisamente, el destino y la lucha perdida de todos los protagonistas por escapar del suyo.

    Después del arranque viene un monólogo del narrador que dosifica una perfecta analepsis hasta situarse veinte años atrás, en la infancia de Buscapé. A lo largo de la historia se pasa revista a muchos de los problemas del Brasil de la época, que perduran en el de hoy por mucho que lo niegue Bolsonaro. La pobreza absoluta, la marginación social y espacial cuidadosamente planificada por el Estado, la descontrolada violencia policial, la desestructuración familiar, la violencia específica contra las mujeres, el tráfico de drogas, la corrupción, las bandas de delincuentes que luchan por el control de las favelas a cambio de una relativa seguridad para sus habitantes, las armas, los niños asesinos…

    Y no pensemos que la novela/película es un simple catálogo inconexo de crímenes y criminales. Cada episodio, cada secuencia, está perfectamente encajado con los demás y sirve para acercar al lector/espectador a una realidad tan difícil de comprender.

    En el transcurso de la historia van apareciendo otros personajes (quizás demasiados), algunos con un pasado duro, todos con un presente intenso y casi ninguno con un futuro feliz.

    Las mismas imágenes del arranque sirven para cerrar la historia, en una revisión que ahora se entiende de una manera diferente.

    

    Si antes o después de ver la película queréis leer la novela en la que se basa, hay al menos una edición en portugués (Companhia das letras, 2002) y otra en español (Tusquets, 2003).

    

    Paulo Lins, habitante de la favela carioca en que transcurre su novela, comenzó escribiendo en los años ochenta como miembro del grupo Cooperativa de Poetas, con quien publicó su primer libro de poemas.

    Tras el estreno de esta película, escribió varios guiones para episodios de teleseries y para un par de películas. En 2012 publicó su segunda novela, Desde que o samba é samba, centrada en el nacimiento de la samba en el Rio de Janeiro de los años 20.