domingo, 27 de noviembre de 2011

"Melancolía" (Melancholia) de Lars von Trier

Queridos Cinéfilos:

Después haber visto las, al menos para mí, obras maestras "Rompiendo las olas" y "Dogville" (sin menospreciar "El elemento del crimen", "Europa" y "Bailar en la oscuridad", no tan destacadas), me negué a ver "Manderlay", "El jefe de todo esto" y "Anticristo", ya que no me convencieron sus críticas y no quería diluir la muy alta opinión que tenía de Lars von Trier. Ahora le ha llegado el turno a "Melancolía" y tuve dudas, pero finalmente decidí que me iba a arriesgar a visionarla como debe ser, en pantalla de cine. No me arrepiento, porque:

Su tema sigue en la línea de las más ambiciosas películas de von Trier... que es como decir entre las del mejor CINE actual con “aspiraciones fundamentales”. No me consta conocer muchos directores activos con un cine de tan altas miras y que no resulten un fiasco a menudo (me vienen a la cabeza Clint Eastwood, fuera de toda duda; López Iñárritu, no en “Biutiful” (sic), pero sí en su mejor trilogía: "Amores perros", "21 gramos" y “Babel”).

Incluye uno de los estéticamente más hermosos y terribles comienzos que conozco (según lo que habéis escrito algunos en el Foro, me puedo imaginar que en este punto, seguro, y en el anterior, ¿también?, se empareja de alguna manera con "El árbol de la vida", que no he visto, aunque, por lo aquí he leído, no existe acuerdo sobre si Terrence Malick triunfa en su intento).

Está magníficamente realizada, fotografiada e interpretada, esto último no sólo es aplicable a la actriz premiada por esta película en Cannes, Kirsten Dunst, en el papel de Justine, sino también a las dos Charlottes: Rampling, ¿alguna vez la olvidaremos, space cowboys, en "Portero de noche"?, y Gainsbourg, coprotagonista en el papel de Claire, que seguro trae a nuestra nostálgica memoria de Cinéfilos dinosaurios a su madre, la etérea Jane Birkin, que descubrimos en "Blow up", y a su padre , Serge Gainsbourg , que en dúo interpretaron la escandalosa y prohibida canción “Je t’aime, moi non plus” … hace 40 o más años. También trabaja mi muy admirado John Hurt (Calígula en “Yo, Claudio”), Kiefer Sutherland, Stellan Skarsgård (el marido de “Rompiendo las olas”) y Alexander Skarsgård, no sé si familiar suyo, que aquí es el novio de Justine.

Aunque no encuentro perfecto su guión, me parece muy destacable la “especialización” de von Trier en sus estudios de mujeres desgarradoramente singulares, desde la generosa y desorientada Bess de “Rompiendo las olas”, siguiendo por la terminal Selma en su creciente oscuridad, la esclavizada y sumisa Grace en un pueblecito transparente habitado por fariseos modernos y, en "Melancolía", la no menos compleja y deprimida Justine, insegura en la vida y estoica ante la muerte, acompañada de su hermana Claire, fuerte antes y desarbolada en el fin de los tiempos por el terror maternal a no poder proteger a su hijo, representantes antitéticas de las posibles Evas de este planeta.

Una vez dadas las razones anteriores, tan sólo un pequeño comentario sobre la estructura de la película: un prólogo de unos 10 minutos, en los que realmente se anticipa lo que va a pasar, los primeros cinco en clave onírica, los finales en plan “cósmico”, luego el banquete de boda (formalmente es el primer capítulo que, como en "El cazador", ocupa la mitad de la película, donde vamos conociendo a Justine, sus obsesiones y su familia, realmente ocurren muchas cosas) y un segundo capítulo con los cuatro personajes esenciales aislados en la maravillosa mansión familiar donde se desarrolla toda la historia contraponiendo el comportamiento de las dos hermanas ante el fin de los tiempos. Esta segunda parte no puedo dejar de relacionarla con "Sacrificio" de Andrei Tarkowski, mítica película en la estela del más puro Bergman, rodada por el maestro ruso en su exilio en Suecia cuando su particular fin de los tiempos era inminente.

“Melancolía” supongo que debería impactar a todo el mundo pero, a lo peor, no agradar a todos. Una pista para los desconfiados ante mis vehementes consejos: mi acompañante opinó al salir de verla, “impactante, excelente fotografía, me ha gustado más de lo que esperaba”; al día siguiente, “cada vez que pienso en ella, la encuentro mejor”; hoy, “es muy buena”.

Mi resumen: 8/10, porque no me convence plenamente el guión. Formalmente excelente. Y, además, es la antítesis de la execrable, para muchos y para mí, “Armageddon”. Consecuencia: Me sigue interesando mucho von Trier.

Dato: es la película favorita y con un mayor número de nominaciones para los premios de este año de la Academia Europea de Cine, que se fallarán el sábado que viene. Ya veremos qué pasa y si alguien le perdona a von Trier la idiotez ¿etílica? que soltó en Cannes.

Para contrastar sensaciones y opiniones os refiero a:

Traíler subtitulado en español:
http://www.youtube.com/watch?v=5BoxfRhdmco

Comentario de Carlos Boyero en El País:

Rodríguez Marchante en ABC:
Buen CINE, amigos.

Manrique

jueves, 10 de noviembre de 2011

"Kafka en la orilla" (Umibe no Kafuka) de Haruki Murakami

He dejado pasar casi un mes desde que he terminado “Kafka en la orilla” de Murakami (la primera novela suya que he leído) para tratar de objetivar (en tanto cuanto mi mediterráneo espíritu lo permita) mi comentario y que se sedimentasen las sensaciones que su lectura me ha producido. Ahora, tras meditarlo, creo que puedo realizar una serie de afirmaciones razonablemente “calmadas”, aunque no por ello menos subjetivas, eliminar la subjetividad es un objetivo obviamente inalcanzable (¡menudo falso retruécano me ha salido!).

Su lectura me ha resultado muy fácil (excepcional la traducción de Lourdes Porta, directamente del japonés, y sus mesuradas notas aclaratorias a pie de página), sorprendente el desarrollo de la trama, que me atrapó desde muy pronto, y sumamente audaces las posibilidades de “mensaje” de su abierto final (diría que en la línea de "Más allá de la vida", la última película de Clint Eastwood que varios hemos comentado en este Foro).

Desde un punto de vista “técnico y formal”, estimo que Murakami es un gran escritor, que domina la estructuración de la novela (llamaríamosle “montaje” en el cine) como los mejores que conozco.

En la “historia”, sobre un fondo perfectamente realista se manifiestan algunos hechos vocacionalmente irreales para una visión materialista del universo, espejos de Alicia por donde podemos asomarnos a un mundo paralelo desde el que se nos “aparecen” desde un audenominado “Johnny Walken” (sic, no Walker, vestido como el símbolo de la famosa marca de whisky) hasta un “Colonel Sanders” (icono de la cadena Kentucky Fried Chicken), por decir los dos más impactantes; un personaje, Nakata, capaz de hablar con los gatos como secuela de un “incidente” ocurrido en 1944 durante la Segunda Guerra Mundial... Vamos, una especie de “realismo mágico” con fondo de decorado actual japonés pero dirigido a una universalidad de lectores. Muy pronto me imaginé al David Lynch de “Mullholland Drive” intentando (no sé si lo conseguiría) llevar al cine esta “historia”. ¡Trabajo de Hércules!

Con estos antecedentes es fácil concluir que esta novela maravillará a unos y no será apreciada por otros: Samuel nos la recomendó en este Foro; como ya dije, mi sobrino Jaime la leyó por su consejo y … siguió con el resto de Murakami, me la prestó y a mí me ha gustado mucho (no le daría un 10, pero sí una muy buena nota). Pero en cambio, a mi amigo D, al que le aplico merecidamente una muy alta cualificación cultural, no le ha gustado nada. Yo creo que ello se puede deber al fenómeno que respecto a las películas señaló en este Foro José Ramón (y ya he referenciado alguna otra vez): El hecho de estar en sintonía con el “mensaje” de una obra influye poderosamente en el aprecio global que nos inspira. Y en esta novela hay espejos que nos dejan entrever hipótesis incompletas (en absoluto teorías elaboradas) de mundos paralelos sobre los que, al igual de lo ocurrido antes del Big Bang, por ejemplo, el racionalismo científico no tiene la menor explicación ni probablemente nunca podrá tenerla, por lo que, si uno se posiciona en nuestro palpable universo tridimensional desde una óptica materialista pura, no le gustará en absoluto, por más que el 99% de las imágenes y pensamientos del libro sean perfectamente realistas.

Me voy a permitir una atrevida especulación: Cuando era profesor de Álgebra Lineal en Ferrol, siempre me encantaba desadormilar a mis alumnos de la clase a las 4 de la tarde con exabruptos del tipo “imaginemos un espacio vectorial de dimensión 17.000; ¡¡he dicho DIECISIETEMIL, no diecisiete!!” aunque luego la imposibilidad de manejar matrices de esa dimensión hiciera que nunca se pudiera poner en un examen un problema de un espacio de más de tres o cuatro dimensiones. La verdad es que en mi fuero interno siempre me queda la duda de que estemos en un subespacio de 3 dimensiones, o 4 considerando el tiempo, de un espacio de muchas más dimensiones que nuestra humanidad no puede “ocupar ni entrever”, especulación fantasiosa pero menos que la hipótesis básica de la por mí muy poco apreciada “Matrix”, ¿no?.

Claro que de todo lo anterior Murakami ya nos envía algunos preavisos, empezando por el propio nombre “Kafka en la orilla”. No quiero hablar más de ella para no dar excesivas pistas sobre su contenido. Por otra parte, como es la única novela de Murakami que he leído, mi opinión sobre ese autor no está suficientemente fundamentada. El que parece que sí tiene una opinión elaborada y la publica, razonándola, es Pablo d’Ors en “Por qué funciona Murakami” (ABC Cultural 08.10.2011) artículo que podéis leer en

http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/cultural/2011/10/08/009.html


También podéis, si os apetece, encontrar otra opinión en “Retrato robot de Haruki Murakami según The Times” (Paolo Fava. Papel en Blanco 07.08.2008)
“Murakami divide a la gente. Básicamente entre quienes le consideran un clásico contemporáneo y quienes no. En el año 2000 los miembros de un programa literario de la televisión alemana (Das Literarische Quartett) tuvieron un enfrentamiento tan agrio sobre Murakami que uno ellos dimitió tras 12 años en antena. El enfrentamiento está exarcebado en su Japón natal, en el que multitud de jóvenes se matriculan en la Universidad de Waseda con la esperanza de acabar en la residencia descrita en Tokio Blues (Norvegian Wood). La crítica institucional lo considera en cambio un escritor pop sobre-occidentalizado, prefiriendo a auténticos vernáculos como Tanizaki, Kawabata o el gran aborrecido de Murakami, Mishima”

http://www.papelenblanco.com/biografia/retrato-robot-de-haruki-murakami-segun-the-times

El debate está servido. ¿Entrará alguien más?. ¿Alguna acotación de Samuel?. ¿O de D?. ¿Y de Jaime?.

Buena Literatura, amigos.


Manrique

sábado, 5 de noviembre de 2011

Michel Camilo

Descubrí a Michel Camilo hace 5 ó 6 años, actuando como pianista de uno de los conciertos de la Orquesta Nacional. Me impresionó tanto, que no había olvidado su nombre. Pues hoy viernes, mañana sábado y el domingo por la mañana vuelve a tocar con la ONE. Yo no me lo podía perder, he ido hoy, he disfrutado con su música y, a mi vuelta, escribo esta pequeña nota para que, quien pueda, vaya a verle. Seguro que le gustará y, a lo mejor, le entusiasmará como a muchos de los espectadores de hoy.

Michel Camilo es un dominicano de 57 años (no los aparenta) que domina el piano e interpreta como nadie el jazz. “La Rapsodia in Blue” de Gershwin que ha tocado hoy, acompañado de la ONE, ha hecho vibrar al público de los viernes del Auditorio, bastante conservador, por cierto, en sus gustos musicales. Antes había interpretado música brasileña de Villa-Lobos, un compositor del Siglo XX. Hubo excelente propina y la mejor ovación de la temporada en merecido agradecimiento.

Completan el programa de estos 3 días otra composición brasileña de Respighi, buen telonero, y, para finalizar, el sombrero de tres picos de Falla, muy bien interpretado y que, con su brillante jota final, ha hecho que, de nuevo, el público se volcara en sus aplausos.

El Auditorio estaba hoy lleno, por primera vez en mucho tiempo. Si tenéis la oportunidad, no os lo perdáis.

Un abrazo,
José Ramón López