lunes, 30 de diciembre de 2013

“Hasta la vista, Peter”. Carta a Peter O’Toole


Lawrence de Arabia con un noble árabe
Dear Peter,

Sigo en español porque tú, con tu nivel cultural de perfecto gentleman irlandés/escocés, seguro que eres capaz de leer el idioma común de “Cinéfilos”. ¡¡Si hasta llegaste a entenderte perfectamente en cantonés, en una de tus postreras interpretaciones de una gran película, con el más importante alumno que un maestro pueda soñar tener, el Hijo del Cielo!! (para nosotros, bárbaros mortales del poniente, Pu Yi, en "El Último Emperador"). Perdona pero me enrollo, como siempre que hablo de CINE.

Pero como esta es una carta personal (por más que la publique en nuestro Foro a ver si algún otro Cinéfilo la suscribe con su particular dedicatoria) paso a su objetivo esencial: darte las gracias por tu enorme aportación a mi aventura personal de amor eterno al CINE, ya que fuiste el actor responsable de la primera interpretación que fui capaz de apreciar de un modo ya incipientemente adulto: la de Enrique II Plantagenet en “Becket” (1964), dirigida por Peter Glenville, que vi un año después ya con 15 años.

Te juro que me impactó sobremanera esa película porque hasta entonces los actores habían sido para mí  héroes o villanos que casi identificaba con sus personajes. En ella fui capaz, por primera vez, de darme cuenta del esfuerzo del intérprete por meterse en la piel de su personaje y hacerlo tú, en ese caso, con un espléndido toque teatral que me parece demandaba la transposición a la pantalla de la obra de Jean Anouilh “Becket ou l'honneur de Dieu” en la línea de las interpretaciones clásicas de la escuela británica, ya fuera la de Sir Lawrence Olivier en “Hamlet” o las de Marlon Brando y James Mason en "Julio César" , del gran Mankiewicz. Y fíjate que, según una macroencuesta de hace unos años entre críticos cinematográficos de todo el mundo, ese esfuerzo de identificación entre el personaje y el actor había encontrado su mejor ejemplo en la historia del Cine en tu interpretación de “Lawrence de Arabia” (1962, ¡tan sólo tu cuarta película!) que yo había visto, pero entonces aún me faltaba cocción mental para poder apreciarla adecuadamente.

Enrique II y Thomas Becket, su Lord Canciller
Tanto por tu interpretación como por la de tu oponente, Richard Burton dando vida a Thomas Becket, mucho más “calmada”, en línea con su personaje, a pesar de mantener con el tuyo un duelo memorable, así como por las cuestiones éticas que se planteaban en la trama, desde el suicidio “por honor” de Gwendoline (Siân Phillips, actriz, por cierto, esposa tuya en la vida real), pasando por el enfrentamiento Iglesia-Corona, en el que Becket juega secuencialmente en ambos bandos, hasta concluir con la magnífica recreación del sacrílego asesinato de Becket, ya Arzobispo de Canterbury, por cuatro barones normandos (cuyos nombres fueron eliminados para siempre de la nobleza inglesa desde aquel crimen que, ya escribí una vez, se relata al final de la muy famosa novela “Los pilares de la Tierra”) cuando se disponía a oficiar el culto en su catedral el 29 de diciembre de 1170 (ayer hizo 843 años), me conquistaron y durante varios años tuve a “Becket” como la mejor película vista por mí.

Pero es que cuatro años después, Peter, con otro director, Anthony Harvey, vas y ruedas el gran “segundo acto” de la vida de Enrique II, “El león en invierno” (“The Lion in Winter” 1968), basada en la obra de teatro homónima de James Goldman que él mismo convirtió en guión.

El profesor británico del joven Emperador
Aquí la acción que se desarrolla 13 años después de la muerte de Becket, ahora ya en otro temible duelo, esta vez durante un corto encuentro en el castillo de Chinon entre dos esposos nada bien avenidos: Enrique II (ya mayorcito, en su “invierno”) y Leonor de Aquitania (encarnada nada menos que por Katharine Hepburn, que ganó por esta película su tercer… y penúltimo óscar) personaje cuyo chato tratamiento en el guión de “Becket” fue posiblemente el mayor defecto de esa película, ya que esta reina fue una de las más inteligentes de la Edad Media. En “El león en invierno” se le hace justicia mostrando el feroz duelo entre ambos cónyuges, con un predominante estilo teatral, entonces muy de moda en el cine histórico. Y toda la pelea coreada por una camada de tres cachorros creciditos dispuestos a los peores golpes bajos para heredar la corona (un dato para los del Brat Pack: en esta película se estrenó Anthony Hopkins, actuando como el joven Ricardo Corazón de León; el problema es que este actor ya entonces no parecía joven). Fue un gran éxito de público.

Pero entre ambas películas también debes recordar con orgullo tus trabajos en “Lord Jim” (1965) y “La noche de los generales” (1967). Los 60s fueron tu década prodigiosa, sin duda.

Después, con serios problemas de salud en alguna fase, no has tenido la fortuna de rodar un destacado papel con un notable director (incluso cometiste el tremendo error de participar en el bodrio, casi pornográfico, “Calígula” haciendo de Tiberio bajo la dirección de un tal Tinto Brass, con un guión infumable de Gore Vidal, claro que también engañaron a Malcolm Mc Dowell, que iba de protagonista, y hasta a Helen Mirren. ¡Un horror!), tan sólo el citado secundario destacado con Bertolucci en “El último emperador”, que te valió el David de Donatello, y el de protagonista de “Venus” (2006 de Roger Michell), obteniendo tu octava nominación al óscar, que siempre confié que te sería concedido al fin.

Últimamente te he visto en la tele en un papel menor, como Papa, en  la muy buena serie “Los Tudor”.

Bueno, Peter, ahora es el momento de ajustarle las cuentas a los “funcionarios” hollywoodienses de la Academia, esos GIP (no te aclaro más mi calificativo por miedo a algún Gran Hermano soriano, de Soros, no de la preciosa ciudad castellana, pero piensa mal y acertarás) que se negaron a concederte al menos un solo muy merecido óscar, dándote posteriormente uno de “consolación”, lo cuál es un perfecto insulto. ¡¡Malditos bastardos!!... Me refiero a la película de Tarantino. ¡Cómo se me va la cabeza!.

Pensándolo mejor, olvídate de los funcionarios de las Colonias y vete con Richard-Becket (a otro que nominaron siete veces … y ni un óscar) a tomar unas copas, que ahí arriba no creo que haya ley seca. Dale un abrazo de mi parte, ya que, seamos justos, de los 100 puntos de interpretación en “Becket” el partido lo ganaste tú, pero por ¿60-40?. Los dos estabais nominados y se lo dieron a Rex Harrison por su fácil papel en la para mí flojita, muy flojita, “My Fair Lady”, aunque Rex Harrison me cae bien. Él no fue culpable. Pelillos a la mar.

Enrique II, Leonor, Ricardo y su "ex prometida"

A lo mejor dentro de unos años, no demasiados, me dejáis acompañaros, por favor que no falten Dirk Bogarde, ni Alec Guinnes, ni Alan Bates, ni otros británicos que me olvido,  cuando ya estén también allí Terence Stamp (para mí tu más claro emergente competidor en los 60s, bueno, sin olvidar al gran Michael Caine) y Albert Finney, que he leído fue compañero tuyo en una escuela de actores y sigue dando guerra de la buena … en las Colonias.

Lo dicho, Peter:

See you later, Aligator. In the way, Crocodile.

Manrique 





PD (sólo para mortales todavía vivos)

Os adjunto los siguientes enlaces por si fueran de vuestro interés:

Trailer de “Becket” en Youtube:

Trailer de “El león en invierno” en Youtube:

Vídeo completo de “Becket”, en Youtube (aconsejo al que no pueda verla entera (2 h 28 min) lo haga, al menos, en la secuencia de la cena real a partir de 2 h 05 min de la grabación, dura 10 min; si disponéis tan sólo de 5 minutos, concentraos en el soliloquio de Peter O’Toole-Enrique II desde 2 h 10 min) en:

Comentario “Los oscuros intereses de los oscar”  de “Father Caprio” en Filmaffinity (clasificado en ese foro como el comentario más fiable por los usuarios que han leído los correspondientes a “Becket”)


Las interpretaciones de O'Toole y Hepburn son magníficas. Debutan con mérito Anthony Hopkins y Timothy Dalton” afirma “Miquel” en su comentario “Consejo en Chinon”  en Filmaffinity (clasificado como el más fiable sobre “El león en invierno”)



sábado, 28 de diciembre de 2013

Todo empezó en Kupang

Todo empezó en Kupang, la capital de la provincia indonesia de Timor Occidental, en el archipiélago de las islas menores de la Sonda.  Llegué allí en octubre de 1996, saltando de isla en isla desde
Yakarta. Mi objetivo inicial era visitar Timor Oriental, en aquel momento bajo dominio indonesio, por una parte para conocer lo poco que quedaba de la arquitectura tradicional de la isla, y por otra pensando que al haber sido colonia portuguesa durante tanto tiempo,  no sería difícil encontrar gente que hablara portugués, lo que me permitiría un contacto más directo con sus habitantes, y facilitaría los aspectos prácticos de recorrer una zona con una nula infraestructura turística, como encontrar alojamiento o conseguir comida y transporte.
Aunque ahora puede parecer raro, en aquella era en que Internet estaba empezando a arrancar, lo normal era presentarse en cualquier ciudad sin tener reservado alojamiento.

Como era de suponer, el único hotel decente de Kupang estaba completo, por lo que acabé alojado en el Raja Pantai Hotel (Hotel Real de la Playa), que no creo que haya sido nunca frecuentado por la realeza. Eso sí, estaba en la orilla del mar, junto a una playa llena de basuras y restos de vegetación arrastrados por el mar, y en la que desembocaban todas las alcantarillas de la zona. La única habitación disponible, en la planta baja y colindante con la cocina, tenía tal cantidad de cucarachas que si matabas una entraba todo un pelotón para llevarse sus restos.

Menos mal que contaba con un par de camareras encantadoras, católicas, pavas y flojas como pocas. Para tomar nota de tu pedido se sentaban en tu mesa, pero no en plan alterne, sino para estar más cómodas. Las rechiflaba hacerse fotos conmigo, y cuando al volver a España se las envié con una carta, se apresuraron a responderme para darme las gracias, y pedirme que les mandara un diccionario de español y un bolso. Tengo que confesar que ni les contesté, ni les envié el diccionario ni el bolso.
Otro aliciente del hotel eran las bodas. El hotel contaba con un salón de celebraciones en un edificio anexo, en el que de vez en cuando se celebraban bodas. Una boda suele ser un espectáculo en todas las culturas, y las bodas indonesias de clase media – alta que tenían lugar en el hotel no eran una excepción. No por los ritos, muy similares a los católicos, sino sobre todo por los vestidos de los hombres. Los hombres solían acudir vestidos a la europea, pero con unas americanas elaboradas con la misma tela para todos los miembros masculinos de cada rama familiar. Algo así como el tartan de los clanes escoceses, con mucha más imaginación. Las telas familiares eran unas cretonas super coloridas, con las que yo no me atrevería a tapizar ni una butaca, pero que ellos llevaban con toda dignidad.

Como no era cosa de quedarse muchos días en aquel tugurio, me puse inmediatamente a buscar transporte para llegar a Dili, la capital de Timor Oriental, a más de 400 km de distancia y a un tiempo indefinido en autobús. Un detalle curioso del transporte público de Kupang es que estaba formado por una impresionante flota de “bemos”, furgonetas tipo Volskwagen decoradas en puro estilo pop-grafitero, con los asientos traseros sustituidos por sendos bancos a los costados,  y unos altavoces gigantescos en el interior por los que continuamente sonaba música disco a toda pastilla.
Primero me dirigí a una explanada que hacía las veces de estación de autobuses, pero entre confusas explicaciones (“mucho problema”, “mejor no ir”) no fui capaz de conseguir billetes a Dili. Lo más que me vendían era un billete de autobús a Soe, un pueblo a solo 100 km de Kupang, y desde el que nadie me aseguraba que pudiera seguir hasta Dili.

Un poco desesperado, decidí irme a tomar unas cervezas Bintang al Teddy´s Bar, un bar junto al mar que funcionaba como punto de reunión de los guiris que visitaban la zona. Era algo así como una mezcla entre el Rick’s Café de Casablanca y el Foreing Correspondents Club de Phnom Penn. Hombres de negocio de varios países, chicas de la cerveza, agentes más o menos secretos de no sé qué potencia…

Ya más relajado, al rato me puse a charlar con unos australianos que estaban allí por “negocios”, aunque nunca conseguí averiguar qué negocios podían ser. Cuando les conté mis planes, aparte de desaconsejarme el viaje, me dijeron que la única forma fiable de moverse por la isla era contratando un coche con conductor. Como por arte de magia, a los pocos minutos se presentó Tim, un guía que me aseguró que me podía llevar en coche a Dili por 500.000 rupias, poco más de 30.000 pesetas de las de entonces. No me dio muy buena impresión, no parecía demasiado profesional, y hoy en día sigo sospechando que actuaba como confidente policial, pero no había mucho donde escoger. Después de una larga negociación, en la que conseguí que bajara hasta 20.000 pesetas  y de acordar minuciosamente los detalles del viaje, Tim prometió recogerme a las 7 de la mañana siguiente en el hotel.

Por supuesto, dado el concepto indonesio de la puntualidad, a la hora prevista no apareció Tim. Tras media hora de espera, llegó tan tranquilo con un Kijang todoterreno y un conductor (un guía que se precie no se rebaja a conducir él mismo). Me llevaron entonces a la oficina de la agencia de viajes para la que trabajaba, donde se repitió la negociación sobre el itinerario, escribimos el plan de viaje y pagué el precio acordado. El plan consistía en un día de ida hasta Dili, dos días con base en Dili recorriendo la zona, y otro día para la vuelta.

Por fin, aunque con tres horas de retraso, salimos de Kupang. No me lo podía creer, meses soñando con visitar la antigua colonia portuguesa, y por fin me ponía en marcha. Entre otras cosas, estaba deseando poder hablar directamente con la gente normal, sin tener que limitarme a los poquísimos que hablaban inglés, o a mi indonesio de supervivencia, muy útil para manejarse en un restaurante o una estación de autobuses, pero con el que me era imposible tener una relación un poco más profunda con la gente que me iba encontrando en el viaje. Y por supuesto, conocer las famosas viviendas palafíticas de madera con tejados decorados.

Por el camino hicimos varias paradas interesantes pero no programadas: Primero fue un mercadillo en mitad del campo en el que se vendía de todo, desde productos agrícolas al por mayor hasta pastillas contra la malaria a granel. La siguiente me dejó muy impresionado, especialmente el hecho de que Tim lo considerara una “atracción turística”. En mitad de un paisaje deprimente por lo agostado y mustio de las plantaciones de hortalizas, sombreadas por unos  plataneros moribundos por la sequía, nos detuvimos frente a una cabaña tradicional miserable, con el techo de paja, sin ventanas, solo con un agujero de menos de un metro de alto en la pared, por el que se accedía al interior. En la puerta estaba una mujer joven pero demacrada, que cargaba a un niño con la tripa hinchada. Por señas (no hablaba indonesio) nos invitó a entrar. Dentro no había nada. Ni un mueble, ni una prenda de ropa, ni siquiera una cama y un fogón. En una esquina había una estera enrollada, que me imagino se usaba para dormir, y en el centro los restos de una hoguera aun humeantes, directamente sobre el suelo. El humo se filtraba como podía por entre la paja del techo, no había chimenea. No se veían alimentos almacenados, como es habitual en cualquier vivienda de agricultores. La miseria más absoluta. Me quedé sin capacidad de reacción, ni siquiera cuando Tim le dio unas monedas, imagino que pocas, como “pago” por la visita.

Después de otra parada en una playa idílica, solitaria y bordeada de palmeras de copra, que alivió un poco el impacto de la choza, llegamos a comer a Soe. Mi sorpresa vino cuando, en lugar de buscar una casa de comidas, entramos con el coche en una parcela ajardinada, en cuyo centro se levantaba una preciosa casa colonial de madera, con veranda y miradores. Me explicaron que era la casa del “Rajah Desa”, el Rajá de la aldea. Dado que Indonesia es una república, teóricamente los rajás no tienen más que un poder simbólico o ceremonial, pero en la práctica las cosas no son así. Mucho más ricos que sus vecinos, y dueños de las mejores tierras, controlan todos los resortes del poder, con un papel muy parecido al de los caciques gallegos. Ante la ausencia del Rajá, saludamos a su esposa la Raní, que nos invitó a comer. Me daba bastante corte aceptar la invitación de esta señora desconocida, por lo que la que rechacé cortésmente un par de veces, hasta que Tim me indicó que, como visitante  europeo, sería un desaire no aceptarla, rindiendo así tributo al poder del rajá.
Acepté por tanto la invitación, y tuve la ocasión de volver a disfrutar de la “comida Padang”. Es un estilo de cocina, muy peculiar, originario de la ciudad de Padang, en la costa occidental de Sumatra. Consiste en una gran variedad de platitos con verduras, pollo, pescado y otros alimentos difíciles de identificar. Se sirve un gran cuenco de arroz blanco en el centro de la mesa, y cada comensal se va sirviendo a su gusto de los diferentes platitos, sobre una base de arroz. Por cierto, los platitos son a cual más picante, o sea que el resultado es una mezcla de cultura china (por los muchos platillos) y tamil (por el grado de picante de la comida). Este estilo de comida se ha popularizado por toda Indonesia, de forma que los restaurantes especializados “Makan Padang” se pueden encontrar en la mayoría de las ciudades de todas las islas, y muchas veces son la única alternativa.

Aunque yo estaba deseando levantarme y salir para Dili, la comida transcurrió con toda la calma del mundo, envueltos en un calor asfixiante, con una cerveza sólo ligeramente fresca y una charla interminable sobre lo divino y lo humano. La sobremesa se iba alargando pese a mis intentos por reanudar la marcha, hasta que me convencí de que Tim, por algún motivo que se me escapaba, no tenía ninguna prisa por llegar a Dili. Primero se trataba de esperar a que volviera el rajá, pero pronto empezó a caer la tarde, y me convencieron de que era muy peligroso viajar de noche. Resignado, nos dirigimos por fin al único “losmen” de la aldea. Un losmen (del inglés “lodgement”) puede ser desde un hotel de una estrella hasta un albergue de lo más espartano. Por suerte, el losmen de Soe entraba en la primera categoría, aunque el calor y los mosquitos me tuvieron dando vueltas en la cama gran parte de la noche.

A la mañana siguiente, tras un buen desayuno de nescafé con leche condensada y arroz frito con tortilla francesa, salimos de nuevo hacia el Este. A la media hora, primera parada: Niki Niki. Una aldea al borde de la carretera, y nueva parada a visitar al rajá. Este sí que estaba en su casa, y después de los saludos de rigor nos llevó a la casa de reuniones comunal, una cabaña de techo de paja y sin paredes, pero con las vigas del techo talladas con relieves naif de los antepasados del rajá. Allí comenzó, entre sonrisas,  el diálogo habitual de cortesía con todo extranjero, en el que no basta con responder a las preguntas que te hagan, sino que también el visitante debe hacer alguna pregunta que demuestre su interés por la vida privada del anfitrión: Siapa nama anda? (¿cómo te llamas?) Dari mana? (¿de dónde eres?) Dimana Spanyol? (¿Dónde está España?) ¿Cuánto se tarda en autobús? ¿casado o soltero? ¿cuántos hijos? ¿A dónde vas?. Este fue el problema. Cuando le dijimos que a Dili, todos pusieron cara muy seria, y nos insistieron en que no fuéramos, que había “muchos problemas”. Lo que no había manera de averiguar era cuáles eran esos problemas. A las preguntas comprometidas, te respondían con el silencio o con otra pregunta sobre cualquier otro asunto.
Para relajar un poco el ambiente, el rajá nos contó sus recuerdos de la Segunda Guerra Mundial, cuando el rajá era su padre. La llegada de los japoneses fue muy bien recibida al principio por la población local. Llegaban los hermanos asiáticos para liberarlos de la opresión colonial holandesa. Pronto se dieron cuenta de que los japoneses eran peores que los holandeses, y que lo único que querían era utilizar la isla como trampolín para invadir Australia. Eso sí, mientras tanto arramblaban con cuanta comida y mujeres jóvenes encontraban. O sea que cuando llegaron los comandos australianos para contratacar a los japoneses, fueron apoyados clandestinamente por la población local.

Después de toda esta charla, no podíamos marcharnos sin comer. Me temía otra comilona interminable, pero se ve que esta aldea era mucho más pobre que Soe, por lo que la comida fue más bien frugal, y pudimos seguir camino.

A media tarde del segundo día llegamos a Kefamenanu, un par de horas más lejos. Yo ya estaba un tanto desesperado. Llevábamos día y medio de viaje y todavía no estábamos ni a mitad de camino de Dili, a donde en realidad teníamos previsto llegar el primer día, según el programa de viaje largamente discutido antes de salir de Kupang. Nos paramos en Kefa, como le llaman sus habitantes, y cómo no, visita al rajá. Éste, mucho más moderno que los anteriores, vestido con cazadora de cuero negro y gafas de sol, en lugar de en un palacio o casa tradicional nos recibió en una oficina con aire acondicionado. Moderno y muy tajante: “Absolutamente imposible” seguir hacia Timor Oriental, debido a unos problemas que seguían sin especificar. Ante mi educada y paciente insistencia, en pocos minutos se presentó el jefe local de policía, que me confirmó que debía quedarme a dormir en el pueblo (donde casualmente él poseía un losmen), y a la mañana siguiente volverme para Kupang.

A estas alturas, mi nivel de cabreo debería haber sido máximo. Dos días de viaje, un relativo dineral por el coche y el guía, y veía como mi proyecto de visita a Timor Oriental se iba esfumando sin ningún motivo claro. Paradas no previstas, retrasos injustificables, y los famosos y misteriosos problemas. Veía que tranquilamente podíamos tardar otros dos días más en llegar a Dili. Pero por suerte, no sé si por el calor aplastante, por la cálida acogida en cada pueblo, o por el subconsciente convencimiento de que no había nada que hacer, me iba tomando razonablemente bien cada contratiempo. Ayudaba mucho la conversación con Tim, en la que, por ejemplo, se interesaba en el precio del gas oil en España, y planeaba un negocio de exportación de combustible desde Indonesia, vista la diferencia de precios. Por desgracia, los costes de transporte del combustible no entraban en sus cálculos.

Otra noche de perros. Parece mentira el calor que puede llegar a hacer en estos pueblos, y el ventilador del techo de la habitación se paraba a las 10 de la noche, cuando apagaban el generador. En ese momento tenías dos alternativas: quedarte en la cama sudando como un pollo, o sentarte en una mecedora en la veranda a que te picaran los mosquitos. Por la mañana, en contra de las protestas de Tim y el conductor, seguimos camino hacia Dili, pero a los pocos kilómetros, a la entrada de la aldea de Oelolok, un severo control policial, en el que sin ninguna explicación nos impidieron seguir hacia Dili, me convenció por fin de que lo más sensato era obedecer y volver a Kupang.

Ahora sí, la alegría de volver a casa puso alas al conductor y llegamos a Kupang en sólo cuatro horas. Un tanto quemado, ya que no solo no había podido llegar a Timor Oriental, sino que había malgastado tres días de viaje, el dueño de la agencia se negó a devolverme ni una rupia del precio acordado, y el hotel decente seguía completo, me fui a tomar unas cuantas Bintang al Teddy´s Bar. Entre el cachondeo de los demás clientes (perfectamente al corriente de mi previsible aventura), Teddy me recomendó que me fuera a la playa de Nemberala, en la cercana isla de Roti. Pero esa es otra historia.

Por cierto, al regreso a España y leyendo El País, me enteré de los “problemas” que había habido en Dili.

Yo ya sabía que, como consecuencia de la Revolución de los Claveles en Portugal, el FRETILIN había proclamado la independencia de Timor Oriental en 1975. Indonesia no aceptó esta independencia, y con el apoyo de Estados Unidos y Australia invadió el país a sangre y fuego, aniquilando cientos de aldeas mediante bombardeos con napalm y marginando el portugués y los idiomas locales frente al obligatorio indonesio. Pero pasados veintiún años de la independencia y de la invasión indonesia, yo pensaba que todo aquello era agua pasada y que Timor Oriental estaba razonablemente tranquilo.

Lo que yo no sabía era que, durante mi estancia en Indonesia, se le había concedido el Premio Nobel de la Paz a dos luchadores por la independencia de Timor Oriental: Carlos Felipe Ximenes Belo y José Ramos-Horta. Este premio reavivó los anhelos independentistas, y los habitantes se echaron a la calle justo cuando yo me dirigía hacia allí. Por eso las autoridades no querían testigos extranjeros, pero lo para mí inexplicable sigue siendo por qué no habían querido darme explicaciones ni contarme lo que estaba pasando.

Por cierto, y como para poner un final feliz a este capítulo, tres años después, tras un referéndum ganado ampliamente por los independentistas, y pese a la brutal represión por parte del ejército y las milicias indonesias, gracias a la intervención de los cascos azules, Timor Oriental consiguió la independencia.

Para ir al siguiente relato de esta serie, pincha aquí.

martes, 17 de diciembre de 2013

BLUE JASMINE

Ficha técnica:

  • Año 2013
  • Nacionalidad: USA
  • Director: Woody Allen
  • Director de fotografía: Javier Aguirresarobe
  • Reparto: Cate Blanchett, Alec Baldwin, Sally Hawkins, Bobby Cannavale
  • Duración 98 minutos
Comentario

Woody Allen vuelve en Blue Jasmine a los EE.UU. tras su periplo por Europa de las últimas películas (Vicky Cristina Barcelona, Midnight in Paris, To Rome with love, Matchpoint, …), pero esta vez vuelve a San Francisco, la ciudad más europea de los EE.UU. Su amada Nueva York  aparece  esta vez como el “alter ego” de San Francisco. Eros y Tanatos.

Woody Allen ha rodado Blue Jasmine con 78 años y para mi  es su película más triste. No sé si el genial newyorkino ya se ha hecho mayor y  pesimista, pero el público no sale de esta película con la media sonrisa habitual de sus películas más afamadas, sino más bien con el corazón encogido.

Blue Jasmine cuenta, en forma de flash back continuo,  la vida de Jasmine (Cate Blanchett), una “glamourosa” mujer, centro de la sociedad más rica de Nueva York gracias a su matrimonio con un tiburón financiero sin escrúpulos, Hal (Alec Baldwin), y que pasa al otro extremo de la escala social tras la trágica muerte de su marido y su traslado a San Francisco para vivir con su hermana  adoptiva Ginger (Sally Hawkins), cajera  de un supermercado, eterna mujer  de desheredados sociales, que aspira a algo mejor, pero que es capaz de convivir, sin dramas, con su limitada fortuna.
 
Todo lo que rodea a Jasmine en Nueva York es lujoso y todo lo que rodea a Jasmine en san Francisco es cutre.

La australiana Cate Blanchett hace un extraordinario papel, representando a esa mujer glamourosa, neurótica, consumidora continua de tranquilizantes, que habla sola,  que miente continuamente para aparentar lo que ya no es, que es incapaz de acomodarse a su nueva situación, que no es capaz de mantener  relaciones con su hijo adoptado, que no sabe encontrar un empleo, que no es capaz de encontrar una nueva relación sentimental y que se consume en su camino hacia un triste final. Cate Blanchett puede ser, sin duda, Oscar a la mejor actriz 2013 gracias a este papel. Para mí lo merece. Los demás intérpretes le acompañan dignamente en sus papeles.

La música de jazz, de varios autores, que hace de banda sonora es extraordinaria.

Woody Allen ha hecho para mí otra magnífica película, no la mejor, pero si suficiente para satisfacer a sus millones de seguidores. Sigue mostrando su ironía habitual y es mordaz como siempre en sus películas, pero le ha añadido esta vez unas gotas de esencia de amargura, que no sé si son ocasionales y específicas para Blue Jasmine o fruto natural del devenir de los tiempos. Lo veremos en su próxima película, Magic in the Moonlight, en la que ya trabaja.

JRL (17-12-2013)

domingo, 8 de diciembre de 2013

"El malentendido" de Albert Camus


Queridos "Cinéfilos" amantes del TEATRO:


No tengo experiencia para enjuiciar cómo habrá sido este otoño desde el punto de vista de la calidad y cantidad de setas recogidas, pero en lo que al TEATRO respecta y según mis "catas" personales, limitadas a tres obras, es un comienzo de temporada magnífico: en la primera me topé con una casquivana Reina de Corazones entre sorprendida y aterrorizada, Maribel, en la segunda con la historia de un Jack erasmista enfrentado a un Rey de espadas, y termino encontrándome con la historia de dos Damas negras con un cordero pródigo, como víctima, en una simbólica obra de gran profundidad y con un montaje, para mí, excelente, "El malentendido" de Albert Camus.


Lamenté no poder ver este mismo montaje en la Sala Valle Inclán del CDN en enero pasado porque estaba completamente vendido todo el aforo de los 20 o 30 días que quedaban, por eso, cuando me he enterado que lo reponían en el Matadero (con muy poca promoción), fuimos a verla el pasado martes y nos encantó.

Al revés que en Maribel, aquí no hay la menor risa, ni sonrisa; al contrario que con Tomás Moro, aquí no hay ninguna grandeza de espíritu, sino desesperanza y dureza forjada en una vida gris: puede ser que por haber sido escrita (y he leído que estrenada) durante la ocupación alemana, a Albert Camus le pudiera más la "grisura" de un existencialismo que no consigue ser iluminado en dos o tres intentos de redención durante la breve y parabólica trama (no he leído la obra, pero al menos esta versión, de la excelente Yolanda Pallín, acaba con un desolador "¡¡¡No!!!"). Me imagino que a Bergman le hubiera gustado mucho verla. ¡Qué estúpido soy!: seguro que la vio.


Magnífica dirección de Eduardo Vasco, elegante escenografía minimalista (esta vez, plenamente adecuada, en mi opinión, con proyecciones de fondos simbólicos en una inmensa pantalla posterior) y música incidental en vivo de acordeón y contrabajo marcando estados anímicos.

Respecto a la interpretación, una nota muy alta para todos, con sobresaliente para Cayetana Guillén Cuervo, que es la impulsora de este montaje siguiendo la petición casi en "artículo mortis" de su padre, Fernando Guillén, que, junto con su madre, Gemma Cuervo, protagonizaron el estreno en España de esta obra en 1970, para que la repusiera con motivo del centenario del nacimiento de Camus (como comprobaréis en uno de los links que inserto). Vamos a darle un accesit a la excelente veterana Julieta Serrano, en el papel de "madre", y otro a Ernesto Arias, en el del "hijo pródigo" (no solamente iba a trabajar en la serie "Isabel", como mano derecha, catalano/aragonesa, del joven Fernando el Católico). 

Absolutamente aconsejable (en mi opinión) y sólo posible hasta el día 15.

Vídeo montaje y pequeña presentación por Cayetana Guillén Cuervo: 
http://www.mataderomadrid.org/ficha/2865/el-malentendido.html

Comentario de Mª Teresa Compte Grau sobre "El malentendido" en:
‘El malentendido’: denso entramado de anhelos, lamentos y frustraciones

Crítica de Javier Vallejo en “El País”: 
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/02/madrid/1359834663_107611.html

Buen TEATRO, Amigos.

Manrique



"El consejero" de Ridley Scott

Javier Bardem (Reiner) es el alma de esta película, sin su magnífica interpretación, el director no hubiera filmado una historia tan singular. “El consejero” tiene todos los elementos que Cormac McCarthy conoce bien: la frontera entre Méjico y Estados Unidos, la violencia, un mundo sin Dios, las armas cada vez más sofisticadas, el dolor, el amor y el sexo. Los personajes se mueven en la frontera entre los dos mundos: aquellos que piensan que hay ida y vuelta, fracasan. Los que saben que no hay marcha atrás, son traicionados. Esta es la realidad, que el abogado no se cree, pero que le golpeará brutalmente. Reiner es un personaje ambiguo en muchos sentidos, alegre, divertido, estúpidamente enamorado, sabe que el dolor no existe en su mundo y, sin embargo, no puede evitarlo, intenta aleccionar al abogado y no lo consigue. Malkina (Cameron Díaz) sabe muy bien en qué lado de la frontera se encuentra y juega su papel. Westray (Brad Pitt, siempre convincente), sucumbe a una chica guapa. Laura (Penélope Cruz) víctima inocente e ingenua de todo este embrollo. Resumiendo: se habla de un mundo en que la vida humana no vale nada, se mata por muy poco, la codicia lo domina todo, pero también la supervivencia. Cormac McCarthy no decepciona, pero también la mano de Ridley Scott se deja sentir, para dar su toque personal.

martes, 3 de diciembre de 2013

Fernando Argenta

Ha muerto Fernando Argenta. ¡Cómo podré olvidar su voz! Me enseñó a amar la música, a divertirme con la música, a emocionarme con ella, a soñarla, a sentirla. El arte más abstracto que hay, el más difícil de explicar, se convertía en un divertimiento a través de la dirección, la simpatía y el “bien hacer” de Fernando Argenta. Ya no era el hijo de Ataulfo sino que tenía personalidad propia. El “Viejo Peluca” o el “Sordo Genial” se volvieron familiares en aquella hora, primera de la tarde, en que me sentaba a escuchar mi programa favorito, eran los años setenta. Pero Clásicos populares desapareció, como tantas otras decisiones aberrantes que hay en RNE. Ahora ha desaparecido el alma de ese programa, ni a uno ni a otro podré olvidar.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

La Mano Invisible


La mano invisible - Isaac Rosa

Acabo de terminar de leer este libro,  y me ha quedado una extraña sensación. ¿Qué he leído? ¿Una novela o un ensayo sociológico? ¿Me ha gustado? ¿Ha terminado?

Por supuesto, no voy a revelar el final, absolutamente coherente con el resto del libro. Una situación absurda e inexplicable (un grupo de trabajadores de distintos oficios, contratados por una ETT para desarrollar su oficio inútilmente ante un público invisible)  es el hilo conductor de unas para mí durísimas reflexiones sobre el trabajo asalariado. Las duras condiciones laborales habituales para  los trabajadores “sin mando”, la monotonía del gesto mil veces repetido todos los días, el cansancio físico y mental, la falta de futuro y casi de vida más allá del trabajo, las relaciones con los jefes y las familias, el miedo al desempleo y la miseria, las ilusiones hace tiempo perdidas…. Esto y mucho más ayuda a componer un panorama desolador.

Mención aparte merecen las relaciones entre los propios trabajadores protagonistas del relato. En cuestión de días se reproducen entre ellos las relaciones de dominación, explotación, servilismo, desprecio al considerado inferior, envidia, odio. Un microcosmos bajo los focos y a la vista de unos espectadores que, cual programa de tele realidad, acuden a observarlos trabajar sin saber si aquello es un anuncio, una obra de teatro de vanguardia, un parque temático o una simple tomadura de pelo.

La novela se estructura sobre los pensamientos que desarrolla cada protagonista durante su jornada laboral. ¿En qué piensa un albañil mientras pone ladrillos? ¿Y un mecánico del automóvil mientras desmonta una transmisión? ¿Y un …? Es evidente que el autor ha dedicado muchas horas a escuchar. No sé si lo ha hecho de manera informal, espiando las conversaciones de un bar de barriada o dando conversación sin identificarse como escritor, o ha contratado a un grupo de trabajadores de distintos oficios para que le cuenten su vida. En cualquier caso, ha conseguido una sensación de realidad asombrosa. Nunca he tenido un trabajo manual prolongado, pero en la descripción de los pensamientos del personaje más cercano a mi entorno laboral (la administrativa) he encontrado muchos aspectos absolutamente reales y cercanos. La prolongación sistemática y no retribuida de la jornada laboral, el portátil para seguir trabajando en casa, el teléfono móvil de la empresa para estar siempre localizado y disponible ¿os suena?

En fin, una obra muy recomendable, salvo en épocas de depresión.

Si queréis saber algo más, ahí van algunos enlaces. Pero nada como leerla.



domingo, 24 de noviembre de 2013

La carretera de Cormac McCarthy

Premio Pulitzer 2006, Cormac McCarthy dedica el libro a su hijo de ocho años que tuvo con su tercera esposa. En un mundo deprimentemente apocalíptico (no se especifica cuál fue la catástrofe, natural o provocada) un padre y su hijo, de corta edad, intentan sobrevivir. Un argumento aparentemente sencillo pero encierra toda clase de dificultades, porque el ser humano a la hora de sobrevivir recurre a los más bajos instintos. ¿Todos los seres humanos o sólo algunos o unos más que otros? Esta pregunta y otras más, que nos iremos formulando, son las que el autor intentará responder lo mejor que pueda. Hay que decir que Cormac McCarthy vivió como un vagabundo durante un cierto tiempo, época que, supongo, le sirvió para cosechar todo tipo de experiencias. El lenguaje es tan escaso que, a veces, parece telegráfico, pero. ¿Es que no sobran las palabras en ocasiones especialmente dramáticas? Hay referencias bíblicas: Un mundo sin Dios ¿es posible? El hombre va buscando una esperanza. El niño necesita creer en algo. Novela, por tanto muy compleja, que nos pone siempre en una tesitura ¿qué haría yo en esa situación? En cuanto a la película me parece que no llega al nivel de calidad de la novela, por una razón relativamente sencilla; la película tiene que responder a todas las cuestiones anteriores y, por tanto, al espectador se le da ya todo hecho, no tiene que pensar por sí mismo.

sábado, 23 de noviembre de 2013

“Tomás Moro, una Utopía” de William Shakespeare … y Anthony Munday, Henry Chettle, Thomas Dekker y Tomas Heywood



Queridos Cinéfilos aficionados al Teatro:

Los ingleses han tenido en su Historia dos casos de amigos consejeros de sendos reyes que, en un determinado momento de sus vidas, tuvieron que elegir entre su deber moral o mantener su relación con el monarca y el consecuente privilegiado estatus. Y eso fue, sigue siendo y será, porque todo poderoso prepotente acabará cometiendo el terrible error de confundir adulación con lealtad, cuando ésta implica que el inferior debe avisar al superior cuando considere, claramente, que va a cometer un error o una injusticia, siendo ésa la máxima prueba de lealtad: arriesgarse a advertir, de frente y claramente, a un superior que no está actuando correctamente, justamente lo contrario que adularle públicamente y traicionarle a sus espaldas.


Enrique II con su Lord Canciller, en "Becket"
Sobre el más antiguo de esos casos, Thomas Becket frente a Enrique II (monarca de la dinastía Plantagenet en la Inglaterra del siglo XII, implantada por los invasores franco-normandos, que la conquistaron cien años antes, convertidos en la clase dominante sobre los vencidos sajones, reducidos éstos a humildes plebeyos), hay una espléndida película: “Becket” (1964, dirigida por Peter Glenville, basada en la obra de teatro de Jean Anouilh “Thomas Becket ou l’honneur de Dieu”, ganó el óscar al Mejor Guión Adaptado, estando nominada para todos las grandes apartados; con un feroz duelo interpretativo entre Richard Burton, Becket, y Peter O’Toole, Enrique II. Desde mi punto de vista, fue una injusticia que no le dieran el óscar de Actor Principal a los dos protagonistas ex-aequo, ambos nominados, o, cuando menos, a Peter O’Toole, considerado por una famosa encuesta entre críticos como responsable de la mejor interpretación masculina de la Historia del Cine, por “Lawrence de Arabia”, pero sin ningún óscar en su chimenea a pesar de sus múltiples nominaciones…) que considero es la primera realmente adulta que me impresionó, ya en mi adolescencia: especialmente espectaculares sus últimos veinte minutos, desde el magnífico soliloquio del Rey tras la cena con su más íntimo círculo de nobles, todos borrachos (como creo recordar que les habla el Rey: “… mis fieles barones, máquinas bien engrasadas para beber, fornicar y matar… ¿¡Pero es que no hay nadie que me libre de este hombre?!”, hasta el histórico asesinato de Becket en la catedral de Canterbury donde va a celebrar misa (que se relata, como un tema lateral, al final de “Los pilares de la Tierra”) por cuatro barones normandos, que han “interpretado” los deseos del Rey, y el cierre circular de la película.

El otro caso, ya en el siglo XVI, es el de Thomas More (Tomás Moro en España) frente al prepotente Enrique VIII, que también tiene su película con muchos óscars: “Un hombre para la eternidad“ (1966) dirigida por Fred Zinnemann y protagonizada por Paul Scofield, excelente actor de teatro y cine que ganó con ella el de Actor Principal. Para los que hayáis tenido la oportunidad y el acierto de ver la muy buena serie de TV “Los Tudor”, Tomás Moro os resultará un personaje muy conocido.


Moro y Cía en el presente montaje
Los dos “Tomás”, que también coincidieron en ser nombrados Lord Canciller (el más alto cargo del gobierno) por su respectivo rey Enrique, acabaron trágicamente (con unos 350 años de diferencia) por honestidad a sus principios y ambos fueron elevados a los altares. Especialmente trascendente fue el caso de Tomás Moro por haberse opuesto  a la creación de la Iglesia de Inglaterra (pasiva y privadamente, hasta su famosa defensa ante el tribunal que lo juzgó, debido a la exquisita lealtad que siempre profesó a Enrique VIII hasta el final,  además de haber sido su mentor y más cercano consejero) preconizada por el Rey como “método definitivo” para conseguir la disolución de su matrimonio con Catalina de Aragón (hija de los Reyes Católicos) y así poder casarse con Ana Bolena, lo que hizo que Tomás Moro no fuera un personaje “reverenciado” por la nueva Iglesia Anglicana ni, obviamente, por Isabel Tudor, hija de Ana Bolena y Reina de Inglaterra durante casi toda la vida productiva literaria de William Shakespeare. Por ello me ha resultado muy sorprendente que éste participara en una obra “colectiva” a favor de Moro (recientemente he leído que se apunta que Shakespeare fuera secretamente, al menos, simpatizante del Catolicismo) obra que aparentemente pervivió como clandestina hasta entrado el siglo XIX y que muy recientemente ha sido reconocida como parcialmente de dicho genio y “reestrenada” por la Royal Shakespeare Company en el Globe Theater de Londres.

Perdonad la, muy probablemente, excesiva introducción antes de llegar a lo fundamental: aconsejaros (para los que estéis en Madrid, sólo hasta el domingo, después la compañía, apoyada por la Universidad de la Rioja, continuará una amplia gira por España) ir a ver el montaje de esta obra, estrenado el verano pasado en el Festival de Almagro, bajo la inspirada dirección de la muy conocida Tamzin Townsend (responsable de algunos de los éxitos teatrales de los últimos años en Madrid, “El método Grönholm”, “Un Dios Salvaje”, …) en una acertada adaptación de Ignacio García May (del que desde aquí os alabé su muy atrayente adaptación dramática de “Drácula” para el CDN en enero del 2010, me imagino que la inclusión de un “historiador” externo a la acción es cosa suya y no de D. Guillermo y/o de los otros presuntos coautores, cuyos nombres no me dicen nada), con una atractiva e inteligente escenografía, que incluye eficaces fondos proyectados, buena iluminación y acertada inclusión de efectos sonoros, todo ello junto con una buena interpretación, notable en el protagonista, José Luis Patiño, desconocido previamente para mí.


Desde un punto de vista literario y dramático, así como de análisis profundo de los personajes, en mi opinión la obra no es comparable a las maestras de Shakespeare, pero, manteniendo un digno nivel a lo largo de toda ella, tiene escenas que, humildemente por mi parte, me parecen claramente escritas por el maestro.


Obviamente, en 100 minutos de teatro no se puede cubrir toda la vida de Moro. La obra, partiendo de su última noche en la Torre de Londres, recorre cuatro o cinco momentos de aquélla, prestando atención a recuperar no sólo la coherencia ética del personaje y su fama como filósofo humanista y amigo de Erasmo, también su proverbial ingenio y sentido del humor, que le permitía hasta actuar para sus amigos interpretando canciones jocosas con juglares, terminando la obra de nuevo en la celda de la Torre, con Moro rumbo al tajo del verdugo y el “
historiador” leyéndonos una edificante cita de su más completa y conocida obra, “Utopía”, considerada maestra de la filosofía humanista, con un éxito tal que introdujo lingüísticamente el sustantivo “utopía”, que en el libro era el nombre propio asignado a un imaginario Estado ideal.

Por si os interesara os incluyo un enlace con un r
esumen amplio de la obra (9 min, incluyendo el comienzo y el final, con la cita que he comentado): 

Decididamente, aconsejo verla (en Madrid sólo hasta este domingo: por si no conocéis el teatro Fernán Gómez, en la Plaza de Colón, tiene excelente visibilidad prácticamente desde cualquier asiento, que son de los más amplios de todas las salas que conozco de Madrid).

Buen TEATRO, amigos.

Manrique

domingo, 17 de noviembre de 2013

"Los Enamoramientos" de Javier Marías

Queridos Cinéfilos: dejo aquí una reseña de un libro que, si bien ya no es muy de actualidad, merece la pena. 

Los enamoramientos devuelve al Javier Marías de Corazón Tan Blanco, Mañana en la Batalla Piensa en Mí y el cuento Sangre de Lanza: vuelve a la ambientación en Madrid, reaparece algún personaje secundario, pero, sobre todo, le da un ritmo a la acción mucho más fluido de lo que últimamente habíamos podido leer en Negra Espalda del Tiempo o en la trilogía de Tu Rostro Mañana.

La estructura es muy parecida a la de estas primera novelas: el protagonista y narrador (femenino en este caso, como novedad) se implica en un hecho desagradable, la muerte violenta de un conocido, sobre el que extrae una reflexión que desarrolla de forma recurrente, y casi hipnótica, según avanza la acción. Si en Corazón Tan Blanco, la novela giraba en torno a la idea de cómo de forma involuntaria se llega a conocer lo que en ningún caso se querría saber, en Los Enamoramientos se reflexiona sobre las ventajas de la muerte de alguien y la inconveniencia de que pudiera llegar a volver.

No falta en esta novela tampoco una historia paralela, espejo de la situación que el narrador está viviendo, que en este caso es una novela de Balzac El Coronel Chabert.

En resumen, a los que os gustaba el Javier Marías de antes de Tu Rostro Mañana creo que os gustará Los Enamoramientos. Para los que piensen, que algo de razón también tienen, que Marías es demasiado reflexivo y reiterativo y que se puede prescindir de muchos párrafos de sus novelas o, aún más, de las novelas enteras, les dejo una frase del propio autor: “Los libros que no leemos, están llenos de advertencias que nunca conoceremos o conoceremos demasiado tarde”.

lunes, 11 de noviembre de 2013

“Las brujas de Zugarramurdi” de Alex de la Iglesia




Queridos Cinéfilos:


En mi opinión, Alex de la Iglesia es uno de los directores españoles en activo con más personalidad, del que, tras la cachondez de “Acción mutante”, me convenció “El día de la bestia” y, más aún, “La comunidad” (antológicamente cinematográfica la escena, casi al final, en las cuadrigas de bronce que coronan el antiguo edificio principal del entonces Banco Bilbao en Madrid), para mí su mejor película.

Ahora, tras la más que un pelín desmesurada ”Balada triste de trompeta", me deslumbra el comienzo de “Las brujas de Zugarramurdi”, que prefiero no desvelar (aunque casi lo hace el tráiler), pero que calificaría como típico en su obra y con todos los genes de identidad propia: acción trepidante, humor berlanguiano, ambientes solanescos, aliño con sal gorda, pero con un resultado magnífico, más aún  para la diversión del público que para la opinión de la crítica.


Venus de Willendorf
La acción continúa con una huida de los protagonistas hasta caer en la trampa de Zugarramurdi, con sus hispánicas (por muy euskalduna genealogía que tengan, no es un contrasentido) brujas (capitaneadas por las excelsas, Carmen Maura y Terele Pávez), su casa de los horrores, escatologías desmesuradas (de los dos sentidos que establece la RAE para esa palabra), chistes made by Torrente y, alternadamente, guiños goyescos (de D. Francisco, el de Lucientes, no de toros, que conste) con un ojo, mientras que con el otro me recuerda irremediablemente a Polifemo (aquí disfrazado de Venus de Willendorf) comiéndose a los compañeros de Ulises en la Odisea.

Pero todo ello coreado con las risas, sí, las risas del público que, a pesar de la sal gorda excesiva, se divirtió un montón. Como yo.

Desde un punto de vista técnico, me quedo con el resumen de la crítica a la película de Oti Rodríguez Marchante tras su presentación en el Festival de San Sebastián: 

“Las brujas de Zugarramurdi» es un artefacto muy divertido y de gran éxito, lo cual es algo distinto de una gran película”


Marinando la cena
Opinión que me parece comparten Carlos Boyero y otros comentaristas, como podréis comprobar en los enlaces que adjunto al final.


No soy un experto, ni mucho menos, en mercadotecnia cinematográfica, pero si todas las películas que se producen en España fueran tan divertidas como ésta (que no busca defender ni implantar posturas ideológicas o históricas, ni ser políticamente correcta: me imagino a muchos y muchas "*istos" e "*istas" despellejándola), me parece que el Cine español gozaría de mucha mejor salud económica…y mental.

Crítica de Carlos Boyero (22.09.2013 en El País): 
Antes del brindis
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/09/22/actualidad/1379877582_818692.html 

Crónica de Oti Rodríguez Marchante desde San Sebastián (23.09.2013 en ABC):


Carlos Marañón en Cinemanía:

Sergio Benítez, editor en Blog de Cine: “Las brujas de Zugarramurdi” 


Tráiler en:

http://www.youtube.com/watch?v=7hQ1CyUjQvg

Buen CINE, amigos.

Manrique

viernes, 1 de noviembre de 2013

BOLERO BALLET DE VÍCTOR ULLATE



Ficha técnica:

  • Año 2013
  • Director: Víctor Ullate
  • Director Adjunto: Eduardo Lao
  • Música: Luis Delgado, Ludwig van Beethoven, Maurice Ravel
  • Bailarines principales: Sophie Cassegrain, Marlen Fuerte, Cristian Oliveri, Dorian Acosta, Josue Ullate.
  • Ballet: Víctor Ullate
  • Duración 120 minutos

Comentario

Para celebrar el 25 aniversario de su compañía, Víctor Ullate presenta, en los Teatros del Canal de
Madrid, su espectáculo Bolero. Yo he tenido la oportunidad de verlo hoy y, como me ha encantado, escribo esta pequeña nota para animar a que lo veáis aquellos de vosotros que tengáis la oportunidad de hacerlo en los pocos días que quedan para  que lo retiren de la cartelera. Una pena que solo vaya a estar poco más de 15 días, eso sí, con lleno diario asegurado.

En la primera parte, el ballet completo baila “Seguirilla”, una coreografía de Luis Delgado estrenada en el año 2000 en la que se unen de forma magistral la danza contemporánea con la música y el baile flamenco.

La segunda parte comienza con una magnifica interpretación de Sophie Cassegrain, Marlen Fuerte y Cristian Oliveri de “Tres”, una coreografía de Eduardo Lao estrenada en 2008 con música de tres sonatas de Beethoven, entre ellas su Claro de Luna. Es la parte más clásica del espectáculo y la que mas  gusta a una parte no desdeñable del auditorio.

A continuación el bailarín Dorian Acosta interpreta, en un emotivo solo que provoca los mayores aplausos de la tarde, la coreografía “Aprés toi”, compuesta por Víctor Ullate con música de Beethoven y que se estrenó en 2009.

El espectáculo termina con una representación del bolero de Ravel ambientado en los años 20 del siglo pasado, también una composición de Víctor Ullate, con Marlen Fuerte y Josué Ullate como solistas y el magnífico acompañamiento del resto de la compañía. El público la premia con una fortísima ovación y los correspondientes bravos.

En suma una magnífica tarde de ballet. Si te gusta la danza no te la pierdas. Si no te gusta ve a verla también, porque es difícil no entusiasmarse con tanta belleza. Bien por Víctor Ullate y enhorabuena por los merecidos 25 años de su compañía.

JRL (01-11-2013)


domingo, 20 de octubre de 2013

Los Hijos de Kennedy

Se trata de una obra de teatro escrita por Robert Patrik y estrenada en 1975 en Londres. La ponen ahora en el Teatro Alcalá y yo he acaecido por allí el sábado.

La dirección es de José María Pou y está interpretada por Maribel Verdú, Emma Suarez, Ariadna Gil, Alex García y Fernando Cayo.

Para ser honesto dedería haber puesto ya dos signos de interrogación. El primero cuando digo que Los Hijos de Kennedy es una obra de teatro. En realidad es un monólogo o cinco monólogos sobre un mismo tema. No es lo mismo. En una obra de teatro los actores dialogan y al final se suicidan como Romeo y Julieta, o no; un monólogo es por ejemplo lo que nos cuenta Pedro J. los domingos en el Mundo si consigues convencer a alguien de que te lo lea en voz alta, creo que hay una diferencia sustancial. Llamar teatro a los monólogos es como llamar sexo al onanismo.

La segunda interrogación debería ponerla justo detrás del nombre del autor. Sabemos poco de este. Lo primero es que tienen la mala suerte de llamarse igual que un fabuloso actor de cine que trabajó en Terminator ¡ahí es nada! esto le relega a la segunda o tercera página de Google. Lo segundo que sabemos es que tuvo una escolarización escasa pero que su madre le inculcó el hábito de la lectura y gracias a ello consiguió ser un pionero del teatro gay en el Off-Off Broadway en los años 60.
¿Por qué Pou ha elegido esta obra para que incrementemos nuestro aprecio por su persona y su obra? Esto es un misterio que voy a tratar de explicar a continuación.

La obra trata de la generación que maduró en los sesenta y setenta, y arranca con el asesinato de Kennedy en el 63, gente nacida en los 40. Cinco puntos de vista, cinco monólogos: una oficinista devota de Kennedy, un soldado del Viet Nam, una hippie, una aspirante a suceder a Marilin dispuesta a perder su virginidad cuantas veces fuese preciso y un homosexual, actor "underground". Cada uno repasa los acontecimientos según su punto de vista. La idea es muy buena y los actores francamente están bien.

Sin embargo la obra es excesivamente localista, se menciona a políticos y personajes públicos de la época que no le dicen nada al público español y probablemente tampoco al americano de hoy. También se comprende la dificultad de traducir la jerga de los hippies o de los soldados en Viet Nam, pero hay que hacer un esfuerzo, el público lo merece. Al final la obra queda deslabazada, cada monólogo va por su lado y parece que está escrita juntando recortes de periódico.

Lamento que no me haya gustado porque los 60 y los 70 fueron geniales a pesar de las guerras, las drogas y de James Mason. Quizás esperaba más para hablar de unos años a los que quiero tanto.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Maribel y la Extraña Familia. Reposición

A la vuelta de vacaciones he visto en la prensa que reponen "Maribel y la Extraña Familia" y me han entrado ganas de escribir alguna nota sobre la obra animando a ir a verla. Mientras mis buenos deseos se desperezaban, José Ramón, que es un hombre de raciocinio y voluntad, aparte de un amigo que te invita y luego habla bien de ti. Bueno pues lo ha hecho y como es costumbre en él lo ha hecho de forma tan completa que deja muy poco que añadir y nada que rectificar.

La obra se plantea como una comedia ligerita pero de pronto te encuentras con que el autor te ha llevado de la mano a asomarte a balcones que dan un poco de vértigo y que te encojen un poco el alma. La dirección y los actores demuestran que en ocasiones como esta vale la pena ir al teatro. Si alguien ha visto una película del mismo título, por favor que abomine de ella y la olvide

Miguel Mihura y Enrique Jardiel Poncela son para mi dos grandes figuras de la literatura y el teatro en español con el valor añadido de ser maestros en un género tan escaso por estos pagos como el humor.

Solo dos notas biográficas para completar lo publicado. Miguel Mihura fue el fundador de "La Codorniz" y el guionista de "Bienvenido Mr. Marshall" junto con Juan Antonio Bardem. Nunca había oido que Miguel Mihura hubiera pertenecido a Falange Española - ya ves, con lo simpático que parecía.

Rogelio

domingo, 15 de septiembre de 2013

MARIBEL Y LA EXTRAÑA FAMILIA

Ficha técnica:

  • Fecha: 14-09-2013
  • Sala: Teatro Infanta Isabel de Madrid
  • Autor: Miguel Mihura
  • Dirección: Gerardo Vera
  • Intérpretes: Lucia Quintana (Maribel), Markos Marín (Marcelino), Alicia Hermida (Doña Paula),  Sonsoles Benedicto (Doña Matilde), Chiqui Fernández (Pili), Elisabet Gelabert (Rufi), Macarena (Niní).
  • Duración 120 minutos

Comentario

Estaba este verano tomando una “relaxing cup of café con leche” con Rogelio, mirando a la bonita bahía de Santander, cuando me comentó que había visto “Maribel y la extraña familia” y que le había dejado tan gratamente impresionado que, solo por falta de tiempo, no había podido escribir una pequeña nota en nuestro foro para recomendarla. Como me fío mucho de las recomendaciones de mi amigo, la he visto en cuanto he tenido oportunidad para ello. Como no me fío tanto de que vaya a escribir algún sabio y original comentario, lo hago yo, pero con mi humilde reconocimiento de que el humor y la inteligencia de Mihura casan mucho mejor con la fina ironía de Rogelio que con mi espartana literatura.

Pues tengo que reconocer que Rogelio tenía razón. “Maribel y la extraña familia” es una comedia extraordinaria, llena de humor ácido y sensibilidad humana, que narra la historia de un joven provinciano que llega a Madrid en busca de una “novia moderna” y acaba enamorándose de una prostituta de barra americana. La tesis de la obra es que todo el mundo tiene derecho a ser feliz, dejando de lado, si es necesario, el orden burgués establecido, que, por otra parte, no es tan fiero en su defensa como podía haberse pensado.

Miguel Mihura estrenó esta comedia en 1959, en plena dictadura; políticamente estuvo adscrito a la Falange Española durante la guerra. Sin embargo, su teatro se caracteriza por representar el ansia de libertad del individuo frente a los convencionalismos sociales, la emancipación de la mujer  frente a su sometimiento al hombre, el humor, la sátira, el surrealismo y lo absurdo. Como dice Gerardo Vera en la presentación de esta obra, “este autor, soltero, perezoso y sentimental, nos hace reconciliarnos a todos con el mejor teatro.”

Miguel Mihura fue un avanzado de su tiempo y solo hay que ver como, 54 años después de su estreno, obras como “Maribel y la extraña familia” siguen estando de actualidad y los espectadores siguen disfrutando viéndola. Obra muy recomendable.


JRL (15-09-2013)

domingo, 8 de septiembre de 2013

“El cebo” (película, 1958) de Ladislao Vajda / “El cebo” (novela, 2009) de Tomás García Yebra


Queridos Cinéfilos:

Cartel alemán de la película para el DVD
El cebo” (1958,Es geschah am hellichten Tag”, traducción literal del título original: Sucedió a plena luz del día) es una película de culto, al menos en España. Desde luego, creo que lo es para la gran mayoría de los Space Cowboys. A  poco que busquéis en otros foros de cine, comprobaréis que también lo es para la generalidad de los aficionados al Cine (votada por más de 3.200 personas, su nota media en Filmaffinity es nada menos que 7,8, a pesar que la gran mayoría de los comentarios sobre esta película en ese Foro parecen corresponder a personas que no habían nacido cuando se estrenó).

En diciembre pasado, cuando comenté la novela “Los crímenes del Museo del Prado” e introduje a su autor, Tomás García Yebra, escribí de él, respecto a El cebo:

“Ya en un capítulo de su libro “Historia secreta de las Navas del Marqués” narra su no superado terror infantil al ver la primera película que recuerda, El cebo”, inusual y excelente coproducción hispano-suiza-alemana del director húngaro Ladislao Wajda, en cuyo guión coparticipaba nada menos que Friedrich Dürrenmatt (es pecado mortal que no hayamos publicado nada sobre ella en el Foro)”

Hoy trato de redimirme de dicha falta con este comentario.

La pregunta es: ¿Merece El cebo ser considerada una película mítica?. Racionalmente no puedo dar una respuesta aséptica; como cualquiera, soy un observador subjetivo. Para mí, sí lo es, porque:
  • Me gusta la dirección de Ladislao Vajda (nombre completo correcto, László Vajda Weisz). Húngaro, inicialmente director expresionista  en la senda de Fritz Lang, también montador con Billy Wilder (antes de que éste abandonara Austria), escapó a Italia y luego pasó a España huyendo de la Guerra Mundial. Aquí rodó, entre otras, dos películas muy notables, “Marcelino pan y vino” (1955) y “Mi tío Jacinto” (1956), premiadas respectivamente en Cannes y Berlín, donde posteriormente “El cebo” estuvo nominada para el Oso de Oro.
  • Considero muy bueno su guión (magnífico detalle, por ejemplo, la utilización del dibujo infantil de la última víctima del asesino) y con personajes muy verosímiles: el inspector Matthäi (por el actor alemán Heinz Rühmann; solamente recuerdo haber visto otra película suya, ya que casi no llegaban cintas alemanas a España en los finales 50s); el asesino Herr Schrott (Gert Fröbe, creo que en su papel más importante, inolvidable su expresión cuando, en una escena con espléndido enfoque, coge su cuchilla de afeitar “profesional” del estante de su cuarto de baño, arma con la que se venga en el género femenino, en las niñas, siendo preciso, de las permanentes ofensas que recibe de su rica y despótica esposa; esto se desvela pronto, no me estoy “cargando” la película); la pequeña Annemarie, ignorante del terrible peligro que corre actuando como cebo para el “Señor Mago”, que la embelesa con su marionetas y le regala riquísimos erizos de chocolate; su madre, la recatada, pero atractiva, viuda Frau Heller (la actriz española María Rosa Salgado); el buhonero Jacquier (el actor francés Michel Simon, muy bien en su secundario papel) falsamente acusado de los crímenes...
  • Encuentro magnífica su fotografía en blanco y negro.
  • En mi admiración existe, sin embargo, una excepción: no me gusta nada la música original de la película, que pretende ser descriptiva de la acción e incluye varios muy desafortunados “sobresaltos” para subrayar momentos de tensión o peligro, cosa muy normal en las películas de aquella época.

El inspector Matthäi con Frau Heller
Recuerdo que fue un auténtico éxito popular desde su estreno hasta que consumó su exhibición comercial, entonces en los cines de reestreno de programa doble y sesión continua, por lo que ocupa un lugar destacado en la galería de películas de mi infancia.

Por completar sus referencias, quiero señalar que el coguionista y autor de la idea original, el famoso dramaturgo suizo Friedrich Dürrenmatt (recuerdo un fastuoso montaje de su famosa obra “La visita de la vieja dama” en el María Guerrero hace una década o más), parece ser que no quedó muy conforme con el desenlace del guión y que, poco después del rodaje de la película, escribió una novela sobre el mismo tema, con el título “La promesa”, obviamente con un final distinto, que ha dado lugar a un par de películas, desconocidas por mi parte. La última, reciente, he leído que es la primera de Sean Penn como director: “The Pledge”.


Dibujo realizado por la última niña asesinada
Si no habéis visto “El cebo”, aconsejo que lo hagáis tan pronto la repongan en TVE2. También la dan con cierta frecuencia en el Canal 8 Madrid (creo que propiedad del productor, y presidente del Atleti, Enrique Cerezo).

Pero como anuncia el título de este cometario y señalé en el que he citado sobre “Los crímenes del Museo del Prado”, Tomás García Yebra se embarcó en 2009 en escribir su versión novelada de “El cebo”, película que le seguía fascinando, trasladando la acción a su querido pueblo, Las Navas del Marqués, manteniendo la trama fundamental, con bastante libertad en cuanto a los detalles, retrasando la historia a mediados de los 60 y ¿manteniendo al asesino original?.



El Sr. Mago embelesa a Annemarie
Y para esta reescritura se olvida del inspector Matthäi, que no pegaría nada en la España en los años del desarrollo, pero lo sustituye por Samuel González, Jefe de la Guardia municipal de Socuéllamos y primo del alcalde de Las Navas, al que éste llama para que trate de resolver los asesinatos de niñas que la Guardia Civil no consigue aclarar. Para cerrar las referencias hispanas, Samuel González se supone que es hermano de Manuel González, alias Plinio, probablemente el más famoso policía español con anterioridad al detective Pepe Carvalho, todo ello con permiso del creador literario de los casos de Plinio, Francisco García Pavón, que con dos de ellos, “El reinado de Witiza” y “Las hermana coloradas”, ganó respectivamente los premios de la Crítica y Nadal.




Portada de la novela
De la trama no voy a desvelar nada más, para pasar a lo más complicado en este caso: opinar sobre la novela, porque, como advertí en mi citado comentario sobre “Los crímenes del Museo del Prado”, “siento a la vez ganas y temor, por el respeto y admiración que tengo por la película original de 1958, a leer “El cebo” que también ha escrito García Yebra”.

En la historia de la Literatura (tanto en el teatro como en la novela), de la Música, de la Pintura, de la Escultura y, no digamos, del Cine, hay múltiples casos de nuevas versiones de una obra preexistente o la incorporación a una nueva creación de elementos de una anterior ajena. Tales antecedentes autorizan que García Yebra reelabore, convertiéndolo en novela, con los significativos cambios antes señalados, el guión de la película “El cebo”. Y aquí llegamos al quid de la cuestión: Habrá cinéfilos que sentencien: ¡ANATEMA!. Nos han destrozado nuestro querido Cebo, como si fuera el celebérrimo caso del Ecce Homo de hace un año. Habrá otros que, en cambio,  sientan interés por conocer esta nueva adaptación de la misma trama y se acerquen a ella honestamente, esto es, sin prejuzgarla negativamente de forma inquisitorial.

Desde esta segunda actitud, yo señalaría que el desarrollo de la trama está muy bien adaptado a sus nuevas peculiaridades, pleno de anécdotas y guiños que, por haber vivido esos tiempos, serán mucho más comprensibles para los Space Cowboys que para los del Brat Pack, y muchos de ellos resultarán impagables para los que, además, conocemos Las Navas del Marqués, mientras que alguno, como, por ejemplo, el berlanguiano e inapropiado uso de un melón, a mí me parece demasiado "atrevido" hasta para la pluma de Azcona.

Desde luego García Yebra no da puntada sin hilo y es habilidosísimo para sacar provecho de todos los elementos nostálgicos de ese tiempo y lugar, llegando en su desparpajo hasta incluir su personal cameo con unos 10 años de edad en una escena. Y ya en el desenlace intentar un triple “looping” de alternativas que alguno considerará excesivo, pero que sería razonable en la boca de Poirot cuando al final de sus casos explicaba a todos los participantes en la trama las posibles soluciones y eliminaba razonadamente las falsas hasta llegar a la verdadera.

De lo que no cabe duda es que Tomás García Yebra ama al CINE en general y a “El cebo” en particular, película a la que rinde su muy particular homenaje en su homónima novela. Creo que en esto estaréis de acuerdo todos los Cinéfilos que os animéis a leerla, tanto los que la apreciéis mucho como los que la consideréis como una variación innecesaria para una obra maestra preexistente.

Buen CINE, amigos.

Manrique

Enlaces de interés:

Trailer alemán de la película:

Opinión en Filmaffinity de “Neathara” (la persona que ha escrito el mayor número de críticas en ese Foro, generalmente muy interesantes):

Comentario en el blog “Esculpiendo el tiempo” sobre la película:

Un comentario sobre la novela de García Yebra:

Anuncio de presentación de la novela en el Ateneo el 16.11.2012:
http://www.ateneodemadrid.com/index.php/esl/Agenda/Actividades/Presentacion-de-la-novela-El-cebo