Una tarde de estío a finales de los ochenta, en mi casa de Madrid mientras yo estaba sentada leyendo un libro que no recuerdo, mi madre me dijo:
- Nunca he leído un libro, ¿tienes algo que yo pueda leer?
Realmente, no sé si supe contener la emoción que me abrazó al oír aquellas palabras de mi madre. Creo que lo hice. Me dirigí a la estantería y me puse a mirar entre mis libros de entonces y ninguno me parecía que pudiera ser el elegido para algo tan importante como aquello. Iba comentando banalidades mientras intentaba concentrarme en buscar el libro adecuado a la primera lectura de mi madre. Dios mío, me emocionaba tanto, me parecía tan importante lo que acababa de oír, me sentía con tanta responsabilidad... no sé... creo que debí haberme ido hacia ella y haberla abrazado y besado, pero no lo hice. Y me arrepiento, me arrepiento ahora tanto que sería capaz de sentarme en ese rincón que hay en mi dormitorio y no me levantaría hasta que... no sé... quizás lo diga ahora porque ya no lo puedo hacer, no me dejan.
- Sí, mira, éste. Te va a gustar.
- Ah, gracias. "El Amor en los Tiempos del Cólera".
Y después de ese libro vino otro, "El Coronel no tiene quién le escriba" y otro más "La Hojarasca", y comenzaron a llegar más y más libros a sus manos y leyó durante años libros desde el principio al fin, no dejó a medias ninguno por muy tarugo que fuese. Y mi madre leyó libros desde aquél verano hasta casi el final de sus días a principios de aquél triste 2013. Gracias, Gabriel. Un beso, Mamá.
Marga.