domingo, 20 de abril de 2014

Gracias, Gabriel. Un beso, Mamá.

Gabriel García Márquez me estaba esperando cuando logré levantarme del suelo en aquel invierno de 1984. Consiguió que mis piernas se olvidaran del entumecimiento y mi espalda del dolor lumbar y consiguió que mi cabeza comenzara a funcionar otra vez y que mi corazón no se sintiera raro aún habiendo estado sentada en el suelo en posición fetal y sin pronunciar palabra por largo tiempo. En mi mundo fuera de la realidad entró Gabo con su realidad fantástica y con su fantasía real. Me llevó a Macondo, me presentó a la familia Buendía y mi vida comenzó a parecerme más normal. Por todo esto le estoy muy agradecida, pero lo que realmente le debo a Gabo es más profundo, más grande y más intenso; sucedió dos años después de levantarme de aquel suelo.

Una tarde de estío a finales de los ochenta, en mi casa de Madrid mientras yo estaba sentada leyendo un libro que no recuerdo, mi madre me dijo:

- Nunca he leído un libro, ¿tienes algo que yo pueda leer?

Realmente, no sé si supe contener la emoción que me abrazó al oír aquellas palabras de mi madre. Creo que lo hice. Me dirigí a la estantería y me puse a mirar entre mis libros de entonces y ninguno me parecía que pudiera ser el elegido para algo tan importante como aquello. Iba comentando banalidades mientras intentaba concentrarme en buscar el libro adecuado a la primera lectura de mi madre. Dios mío, me emocionaba tanto, me parecía tan importante lo que acababa de oír, me sentía con tanta responsabilidad... no sé... creo que debí haberme ido hacia ella y haberla abrazado y besado, pero no lo hice. Y me arrepiento, me arrepiento ahora tanto que sería capaz de sentarme en ese rincón que hay en mi dormitorio y no me levantaría hasta que... no sé... quizás lo diga ahora porque ya no lo puedo hacer, no me dejan.

- Sí, mira, éste. Te va a gustar.
- Ah, gracias. "El Amor en los Tiempos del Cólera".

Y después de ese libro vino otro, "El Coronel no tiene quién le escriba" y otro más "La Hojarasca", y comenzaron a llegar más y más libros a sus manos y leyó durante años libros desde el principio al fin, no dejó a medias ninguno por muy tarugo que fuese. Y mi madre leyó libros desde aquél verano hasta casi el final de sus días a principios de aquél triste 2013. Gracias, Gabriel. Un beso, Mamá.
Marga.

La magia de Gabriel García Márquez



Primera edición
En 1970 leí (por primera vez, luego lo he hecho otra, creo que lo haré una tercera) "Cien años de soledad", maravillado desde su primer párrafo (siempre he dicho, quizás también lo he escrito en este Foro, que me seducen de entrada las novelas que me impactan con su primera frase, como ocurre en, citando sólo dos ejemplos, "Un corazón tan blanco" o "La tempestad", pero es que ayer, en el programa "Informe Semanal" de TVE1 le oí decir a Gabriel García Márquez que él consideraba esencial captar la atención del lector desde el primer párrafo, para que quedara prendido desde ese instante, y ponía el ejemplo de "Crónica de una muerte anunciada": 'El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.') que a continuación transcribo:

'Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el Coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.'

Pero el KO definitivo me llegó cuando 85 páginas después leí:

'El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron exterminados todos uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento.'

Inmediatamente comprendí que yo nunca podría ya soñar ser escritor porque Gabriel García Márquez se había adelantado redactando el más (perdonadme la chulería) "manriqueño" párrafo que puede existir, y, de paso, creando el Realismo mágico, que podría haber sido mi "País de Nunca Jamás".

Luego, mucho después, descubrí a otros escritores magníficos; confieso, ya lo he hecho aquí varias veces, que el escritor que más admiro es Mario Vargas Llosa, para mí el número 1 en español entre los coetáneos, pero nunca he experimentado una "sintonía" tan fuerte como la que sentí con 20 años al leer por primera vez "Cien años de soledad".

Y termino dirigiéndome a García Márquez: 

Muchísimas gracias, Gabo, por tu obra, muy especialmente por "Cien años de soledad". Como ayer te oí decir en la tele que tu novela más perdurable es "El amor en los tiempos del cólera", que no he leído, vaya fallo, te prometo que lo haré de inmediato.
Descansa en paz. Y, si me permites un consejo, trata de contactar allí arriba con Gonzalo Torrente Ballester y Álvaro Cunqueiro, seguro que congeniáis los tres (de alguna manera son de tu "cuerda" literaria) aunque no esperaras poder tener esos encuentros. ¡¡Son perfectamente coherentes con el Realismo mágico!!. ¿No?.

Manrique 

sábado, 5 de abril de 2014

"IDA" (2013, dirección y guión de Pawel Pawlikowski): ¿Dreyer y Bergman redivivos?



Queridos Cinéfilos:

Al contemplar las primeras imágenes de esta inusual película polaca, formalmente me pareció trasladarme a hace 45 años, cuando empezaba a conocer las obras maestras nórdicas que ya tenían entonces 10 o 20 años, vamos, las de Dreyer o del Bergman de los 50 (o, incluso, en la mucho más humilde "El cuchillo en el agua" de Polanski, cuya trama coincide en tiempo y lugar con la de "Ida").

Está claro que, tras este preámbulo, ya podéis prever mi opinión respecto a esta película. ¿Si?.

¿Cuál es la trama?:

En la Polonia de los primeros 60, una joven novicia, Anna, criada en un orfanato de su misma orden desde que allí la abandonaron en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, estando a punto de tomar los votos definitivos es informada por la madre superiora de que tiene una tía carnal, que se negó absolutamente a ocuparse de ella, sugiriéndole que la visite antes de dar ese definitivo paso.

Su tía, Wanda  (juez en buena posición social, ¡hasta tiene coche en esa época y país!, miembro del partido comunista que, por su nada ejemplar vida privada, perdió su anterior puesto de fiscal de alto nivel) informa a la sorprendida Anna de que es judía, que su nombre es Ida Lebenstein y que sus padres desaparecieron para siempre. Tía y sobrina deciden visitar la zona donde vivían y, tras una rápida investigación, descubren qué le pasó al matrimonio ... y a otro niño que aparece con ellos en las fotos antiguas. En paralelo, como en el hotel de la ciudad cercana donde se hospedan se celebra una serie de baile-conciertos, un día recogen en el camino a un joven músico participante y ocurren más cosas, buenas, malas y trascendentes, que no vamos a desvelar.

Lo que es bastante absurdo es que escriba ahora una crítica que coincidiría casi exactamente con  lo que comentan profesionales mucho más expertos que yo, así:


En el convento
Destaco un par de párrafos de “Del tronco a las raíces”, crítica de Oti R. Marchante en ABC:

"Tal vez le resulten disuasorios a un potencial espectador el nombre del director, Pawel Pawlikowski (polaco, afincado en Gran Bretaña), y la inequívoca apariencia de film polaco de los sesenta, en riguroso blanco y negro y con planos de ansiosa vocación estética y estática. Pero lo cierto es que «Ida» propone varias ideas tan interesantes y complejas, con tanto sentido individual y social, que enseguida se entiende que no había mejor modo de contar esta historia...
El viaje de estas dos mujeres hasta las costuras de sí mismas y hasta el trágico destino familiar se traduce en una temperatura extraña, sin dramatismos ni sentimentalismos, con suma frialdad, pero al tiempo de un modo cálido; de forma escueta, ascética, pero alimentada de detalles nocturnos, de «color», con poso romántico y con un trazado musical lleno de encanto y misterio (el personaje del saxofonista y la música de Coltrane)..."

Y de “Hipnosis en blanco y negro”, crítica de Carlos Boyero en El País:
La joven novicia con su tía, destacada funcionaria polaca.

"Es una película rodada en un precioso blanco y negro y que no puedo ni quiero imaginármela en color, en la que su elección cromática sirve para hacerte respirar la época en la que está ambientada. Son los años sesenta en Polonia y si no poseyeras datos de ella creerías que fue concebida en aquel tiempo por un poderoso creador de imágenes, que no es cine de ahora. Utiliza el formato 4:3, la pantalla es casi cuadrada. Y tiene sentido, no es gratuito, coqueto, ni experimental. No existe música subrayando las emociones de los personajes, aunque a estos les ocurran muchas y terribles cosas. La única que escuchamos es la que ponen en su casa (Bach), cantos religiosos en una iglesia, o cuando alguien interpreta al saxo, con veneración y sentimiento Naima, de John Coltrane. El metraje es de 80 minutos, el tiempo que necesita el director para contarte esta historia con tanta precisión como poder de sugerencia. No sobra ni falta un plano. Me siento hipnotizado de principio a fin."

Desvelo que mi calificación global es de 8 sobre 10, ya que no se me ocurre igualarla a las obras maestras de Bergman o de Dreyer, aunque Pawel Pawlikowski formalmente borda la película, así como Agata Kulesza, como Wanda, la tía de Ida, actúa espléndidamente, y Agata Trzebuchowska, como la joven novicia, cumple razonablemente.

La espléndida fotografía, ambientación hiperrealista y eficaz montaje, ajustadísimo a su muy escasa duración, son componentes muy positivos para esta película.


Ida conversando con un joven músico.
Pero suscribo el último párrafo de la crítica (todas las citadas las he leído hoy, tras ver la película el pasado miércoles) “De la fe y otros demonios”, firmada por Judith Romero desde el London Film Festival ("Ida" ha ganado el premio a la Mejor Película en Londres, Varsovia y Gijón, y el de la Crítica en Toronto):

"...Sin embargo, a pesar de su sobria belleza, de su pulso certero y de sus dos espléndidas actrices, es una película que debe ser vista en el estado de ánimo adecuado. De lo contrario, esa misma austeridad podría provocar que nos quedemos en la superficie, y que sea vista como un ejercicio de estilo, bellísimo pero frío, y no como la experiencia emocional y reflexiva que puede llegar a ser."

Exactamente eso es lo que le falta para darle una máxima nota: el "toque" de un genio como Bergman que hacía que "El manantial de la doncella" o "El Séptimo Sello", por citar sólo dos de su etapa en los 50, sean aunténticas obras maestras. Pawel Pawlikowski todavía no es capaz de darlo. ¿Lo será en un futuro?. Veremos. Alcanzar esos niveles es complicado.


Iniciación
Pregunto al(os) Cinéfilo(s) que la vea(n), si hay alguno, claro (a pesar de su estrictamente nula promoción, descubro alucinado que es la 4ª película con mejor recaudación por pantalla en su primera semana y la ¡13ª en valores absolutos!, aunque sólo se proyecte en 19 salas en toda España, frente a las 709 de "Capitán América"): ¿Me "paso" al interpretar como un símbolo que en la escena final todo el tráfico en la carretera sea en dirección opuesta a la caminata de Ida?. Ruego respuesta en estas páginas.

Por si os interesan las críticas citada completas, sus enlaces son:

Del tronco a las raíces”, crítica de Oti R. Marchante en ABC:
Hipnosis en blanco y negro”, crítica de Carlos Boyero en El País:
 http://cultura.elpais.com/cultura/2014/03/27/actualidad/1395952703_523820.html

De la fe y otros demonios”, crítica de Judith Romero en: http://www.elantepenultimomohicano.com/2013/11/ida-critica.html

Muy buen CINE, Amigos.

Manrique