martes, 19 de julio de 2011

Libros para el verano: Matute, Conrad, Vargas Llosa y Auster

Queridos “Cinéfilos”:

El curso se ha acabado, hace mucho calor (al menos en Madrid), la mitad ya estáis en la playa o la montaña., no vamos a tener oportunidad, ni casi ganas, de ir a ver algo que merezca la pena al cine y, por lo tanto, no pasaremos de ver alguna cosa en DVD o en la tele, en lo que a películas se refiere.

Pero hay otros mundos, claro: la Literatura, y a lo mejor, algunos podéis leer ahora más por estar de vacaciones.

No soy el más indicado de este Foro para dar consejos sobre qué leer en el verano (me consta que unos cuantos leéis mucho más que yo) pero me permito trasmitir unos datos externos y compartir mi corta experiencia sobre lo que más me ha gustado de lo que he leído este curso:

En el número 1000 (04.06.2011) del suplemento Cultural del ABC de los sábados se publicó el resultado de una encuesta entre 25 destacados escritores y críticos españoles (Javier Marías, Soledad Puértolas, Jorge Martínez Reverte,  Espido Freire, César Antonio Molina, Enrique Vila-Matas, Ignacio Martínez de Pisón, Javier Reverte, Juan Manuel de Prada, Lorenzo Silva, Ricardo Menéndez Salmón, etc.) sobre la mejor novela de lo que va de siglo XXI, sin ninguna lista previa, proponiendo cada encuestado hasta cinco títulos a su libre elección. Resultado (necesariamente algo disperso ante la falta de preselección):

1. “La fiesta del Chivo” de Vargas Llosa.
2. “La carretera” de Cormack Mc Carthy.
3. “El mar” de John Banville.
4. “Desgracia” de J. M. Coetzee.
5. “2666” de Roberto Bolaño.

Solamente he leído la primera y, como ya he escrito en el foro y reitero, me pareció extraordinaria. Sería bueno que los que hayáis leído alguna otra opinaseis.

 
De lo que he leído este año destaco: 

Totalmente de acuerdo con el comentario de Ana (D) en el foro sobre Ana María Matute. Basándome en su comentario, he leído “Primera memoria” (premio Nadal 1959) y me ha parecido excelente. Seguiré con el resto de la trilogía.


He leído dos libros totalmente conexos por su tema y separados más de 100 años en su aparición:

“El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad (que, como sabéis, es en el que se basa el guion de “Apocalypse now”, trasladando la esencia básica de la trama desde el Congo de finales del siglo XIX al Vietnam de 75 años después) y “El sueño del celta”, la última ¿novela? de Vargas Llosa. Yo la calificaría más como una biografía novelada, en el sentido de que, obviamente, los diálogos, pensamientos y soliloquios del protagonista han sido creados por el autor, pero basándose en una ingente investigación previa sobre aquél (de la que se nos da amplias referencias al final).

“Conrad narra en su famosa novela el ascenso en barco del río Congo, a finales del siglo XIX, por parte de un grupo de agentes de una compañía belga con la misión de “desactivar” a un responsable (llamado Kurtz, obviamente, como se mantuvo en el guión de "Apocalypse now") de un remoto puesto colonial que parece que ha perdido la razón y dejado de enviar las cuotas periódicas de marfil, actividad en la que había destacado como uno de los responsables más eficaces de la compañía. ¿Os suena el tema?. Lo terrorífico es cómo Conrad va desvelando en este relato, en primera persona del capitán del pequeño vapor fluvial, el negro secreto que emponzoñaba el corazón de las tinieblas.

Por su parte Vargas Llosa narra en “El sueño del celta” la vida de un personaje sobresaliente de finales del siglo XIX y principios del XX, Roger Casement, irlandés, hijo de un autoritario, anglicano y convencido “loyalist” militar británico y de una escocesa, secretamente católica; participante en exploraciones africanas y colaborador de empresas belgas en el Congo durante su juventud y primera madurez; después diplomático británico que no pasó de ser cónsul, pero que llevó a cabo una labor incansable denunciando públicamente el tremendo expolio del Congo y la consecuente masacre de los indígenas en el marco del comercio del caucho que los delegados de las compañías belgas concesionarias de las explotaciones llevaban a cabo bajo encargo (y a beneficio) del Rey Leopoldo, supuestamente para “llevar la civilización a aquellos salvajes”.

Durante su peripecia africana entró en contacto con Joseph Conrad, por el que sentía gran admiración tras haber leído “El corazón de las tinieblas”, que impresionó grandemente a Casement y fue una de las “chispas” que encendieron su cruzada contra las compañías coloniales belgas. Tras sacudir las cancillerías europeas con sus informes y ser felicitado por sus superiores, le fue encargado por el Gobierno Británico un estudio similar sobre lo que pasaba en la Amazonia peruana, también con el comercio del caucho. Aquello fue un segundo descenso a los infiernos, esta vez aun más profundo. Su informe fue demoledor y consiguió que se detuviera aquella barbarie. Como premio se le nombró Sir y caballero de una orden inglesa, llegando a ser una persona famosa y muy respetada en Europa y América, especialmente en los círculos filantrópicos y defensores de los derechos humanos (en esa época, la mayoría anglosajones).

A partir de ese momento (1912) decidió dejar el servicio diplomático y entregarse a una nueva causa que ya llevaba algunos años germinando en su interior, la independencia de Irlanda, ya que había llegado a considerar que el dominio inglés era otro acto de explotación y sometimiento centenario de una nación, aunque con unos modos menos crueles en la forma, pero no en el fondo de la cuestión, que el colonialismo africano. Y así, para el Gobierno de Su Majestad, pasó de ser un honorable gentleman a un despreciable traidor que apoyó a Alemania en la Primera Guerra Mundial (pensando que una derrota del Imperio Británico era condición suficiente para poder conseguir a corto plazo la libertad de Irlanda) y que desde Berlín negociaba el envío de armamento para los patriotas que acabaron rebelándose en la Semana Santa de 1916 en Dublín. ¿Os acordáis de la escena en “La hija de Ryan” con el desembarco de armas desde un submarino?, pues exactamente eso lo vivió Roger Casement cuando llegó a la isla a bordo de uno alemán.

La rebelión acabó aplastada por el Ejército Británico en pocos días, los patriotas prisioneros fueron fusilados a centenares como traidores en estado de guerra y Roger Casement preso, juzgado, desprestigiado públicamente (con pruebas verdaderas, "reinterpretadas" o fabricadas en el nombre del padre, ¿quién lo sabe?) por sus inclinaciones sexuales y ejecutado. Sus restos sólo fueron devueltos por la Gran Bretaña 49 años después, para ser enterrado como un héroe en Irlanda.

Algunos (¿todos?) diréis: Manrique nos acaba de chafar la trama. Pues no: Vargas Llosa es un absoluto maestro en el arte del “montaje”, que diríamos en cine, y consigue entreverarnos las fases de la historia de Roger Casement por continuos cambios en cada capítulo correspondiendo a lo que rememora de su vida durante sus últimos días en prisión antes de ser ejecutado. De forma que sabemos como acaba todo desde el principio y todo el conjunto se nos va completando como un puzzle que tomará forma al ir colocando en su sitio fragmentos de su vida a medida que vamos sabiendo lo que pasó y, mucho más importante, aventurando las razones por las qué Casement actuó como lo hizo.


Significativo el encabezamiento del epílogo del libro  con unos versos de W. B. Yeats dedicados a su protagonista:

I say that Roger Casement
Did what he had to do.
He died upon the gallows,
But this is nothing new.


Mi opinión en pocas palabras: “El sueño del celta” es menos introspectiva y en cambio más historicista que “La fiesta del Chivo” (aquí no hay un solo personaje de ficción), novela que un amigo recientemente me calificó, con pleno acuerdo por mi parte, de “deslumbrante” y estimo que no es superada por ninguna de las otras suyas que he leído. Sin embargo creo que a lo largo de “El sueño del celta” se dan llamaradas de altísima calidad (además de su perfecta estructura formal) que se multiplican en las últimas reflexiones de la vida del protagonista, todo ello además del enorme y trascendente caudal de Historia que nos trasmite.

Lo que no puedo dejar de subrayar una vez más es la ingente labor de Vargas Llosa como denunciante de injusticias históricas, crímenes contra la humanidad y tiranías, muy coherentemente con el contenido de su extraordinario discurso de aceptación del Nobel. ¡Lo que me ha descubierto con “La guerra del fin del mundo”, “Lituma en los Andes”, “La fiesta del Chivo” y, ahora, “El sueño del celta”!

También he leído “Brooklyn Follies” de Paul Auster y me ha gustado mucho, desde el impactante comienzo (Estaba buscando un sitio tranquilo para morir. Alguien me recomendó Brooklyn, de manera que al día siguiente salí de Westchester y fui para allá a reconocer el terreno…) al adultamente agridulce final, por más que alguna circunstancia intermedia de la trama no me encaje (posiblemente porque no tengo la experiencia de haber vivido en América, USA, mejor dicho). La verdad es que cuando llevaba leídas 100 páginas noté un profundo ramalazo de envidia: ¡Cómo me gustaría haber sido el autor!. ¡Me había plagiado el feeling! La verdad es que esa sensación tan egocéntrica sólo la había tenido muchos años atrás con “La conjura de los necios”. Al afeitarme la mañana siguiente no me reconocí en el espejo como Paul Auster, ni siquiera como su protagonista, Nathan Glass, y decidí que ya estoy más que servido con que me admitáis estos soliloquios de caduco space cowboy en este foro.

Felices vacaciones, Cinéfilos, con un buen libro (tengo calentando motores “Sefarad”, de Muñoz Molina, y lo que me aconseje/preste mi sobrino Jaime, que nos lee, de su admirado Murakami para contrarrestar “Tokio Blues”, cuya versión cinematográfica no me gustó).


Manrique

PD: Y vosotros, ¿qué aconsejáis?