Si la véis, espero que os guste. El tema es, creo, tan atrayente para los del Brat Pack como para los SSCC. Sería interesante un fórum sobre el "caso".
Buen cine, amigos
Manrique
«Mil años de oración»
EE.UU. | 2007 | 83 minutos | Género-Drama | Director-Wayne Wang
Actores-Faye Yu, Henry O, Passa Lychnikoff, Vida Ghahremani |
E. RODRÍGUEZ MARCHANTE
Comunicación sin hilos ni aparato
En «Smoke» se liaba Wayne Wang unas hebras del azar de Auster y ahora, en «Mil años de oración», lo que hace el director chino es cultivar y juguetear en las cosas de la tierra con mano de tramador de bonsái, que es, en el fondo, el aspecto de esta película diminuta y majestuosa. Los ojos vivos e irónicos de un anciano de Pekín nos mostrarán un gajo de vida agridulce en un pequeño pueblo de los Estados Unidos, a donde ha ido (al enviudar) para ver a su hija, que trabaja allí de bibliotecaria.
Al tiempo que Wayne Wang cuenta una cálida y fascinante historia de desarrimo (lo de desencuentro ya no significa casi nada) entre padre e hija, nos imparte una clase magistral sobre el lenguaje, el idioma y la comunicación mediante algunas escenas tan sorprendentes como delicadas y guasonas entre ese viejo increíble (Henry O ganó de calle el premio de interpretación en el último Festival de San Sebastián) y una mujer iraní con la que comparte la soledad, la ironía y unas migajas de inglés en un banco en el parque... A veces, incluso, se hablan el uno al otro en sus propios idiomas, el chino y el farsí, con excelentes resultados en cuanto a comunicación.
Wang provoca a sus personajes para que rezumen humor y recelos, para que muestren sus raíces milenarias y sus guiños de última hora, ella instalada en la ruptura emocional y en la depresión del tormentoso Occidente y él como viejo comunista resabiado y depurado, que comparten esa nutritiva emotividad oriental alrededor de cuencos humeantes que devoran sin hablar, pero comunicándose y transmitiéndose sin que se oiga un pío; de un modo sereno y silencioso, exactamente igual que el que utiliza Wayne Wang para bordar su película.
ALBERTO LUCHINI Clasificación: ****
El irregular Wayne Wang, capaz de lo mejor ('Smoke’, ‘La caja china') y de lo peor (‘El club de la Buena Estrella’, ‘Sucedió en Manhattan’), ganó una merecidísima Concha de Oro en San Sebastián con esta preciosa película, quizá la mejor de su ya larga filmografía, que retrata el reencuentro, después de muchos años sin verse, de un padre y una hija chinos en el pequeño pueblo de la costa este estadounidense en el que vive ella, recién divorciada.
La relación entre ambos no es precisamente buena, marcada por el rencor, los reproches mutuos y una absoluta falta de comunicación. De hecho, los únicos momentos del día que comparten, las comidas, se caracterizan por unos silencios fríos y tensos. En un intento de ahuyentar la soledad, el padre traba amistad en un parque con una inmigrante iraní, lo que da pie a los momentos más surrealistas del filme: él habla en chino y ella en farsí y apenas sí farfullan alguna palabra en inglés macarrónico.
Estos encuentros le sirven a Wang como contraste con la relación paterno-filial: a la hora de comunicarse, lo fundamental no es el idioma sino tener algo que decir. Y, sobre todo y más importante, querer decirlo.
El problema de los dos protagonistas es que son incapaces de exteriorizar sus sentimientos, que les están consumiendo por dentro y que sólo saben expresar a través de silencios amargos y resentidos. Unos silencios que Wang rueda con maestría y sensibilidad, convirtiéndolos en desgarradoras peticiones de auxilio que los actores transmiten de través de miradas y pequeños gestos.
Lo +: La película en sí. Puestos a destacar algo, las extraordinarias interpretaciones de Henry O y de Faye Yu.
Lo -: Que se haya estrenado en versión doblada, cuando los problemas con el inglés del protagonista son un elemento fundamental.