martes, 28 de junio de 2022

La Villa Romana del Casale

      La Villa Romana del Casale, a pocos kilómetros de Piazza Armerina, contiene los que quizás sean el conjunto de mosaicos romanos más extenso y mejor conservado del mundo, aunque como mosaico individual el más grande sea el de Noheda, en Cuenca, de más de doscientos metros cuadrados.

   

   Este dibujo muestra el aspecto que debía tener la villa a mediados del siglo IV de nuestra era, recién terminada de construir por orden de Lucio Aradio Valerio Próculo Populonio, gobernador de Sicilia. Todo un derroche de lujo para un edificio que se usó exclusivamente como pabellón de caza en los breves intervalos de descanso de su propietario entre guerra y guerra.

   El mosaico de mayor tamaño (sesenta y seis metros de largo por cinco de ancho) es el llamado “de la Gran Caza”, que muestra todo el proceso de aprovionamiento de animales salvajes para su uso en el Coliseo de Roma. Leones, tigres, avestruces, elefantes o rinocerontes aparecen en las distintas etapas de su captura en el norte de África, traslado hasta la costa, embarque y desembarque para cruzar en el Mediterráneo, todo ello supervisado por los funcionarios imperiales. La villa y sus mosaicos han llegado en muy buen estado a nuestra época, al parecer debido a un corrimiento de tierras que la sepultó a poco de ser abandonada.

   Sin duda, el mosaico más conocido de la villa es el de las diez muchachas, donde aparecen varias mujeres haciendo ejercicio y ataviadas con ropajes que recuerdan mucho a los bikinis actuales.

   


   Una doctora en Arqueología por la Universidad de Cádiz pretende utilizar estos mosaicos para "deconstruir la creación de la historia inventada bajo el prisma patriarcal ", para lo que hace afirmaciones tan curiosas como que "si existió alguna vez un primer humano, debió ser mujer, ya que es la única capaz de reproducir”

   En mi opinión, es la villa romana más interesante de todas las que he visitado. Aunque no pudimos seguir los consejos de una de mis compañeras y llegar a las nueve de la mañana, cuando abría al público, tuvimos la suerte de entrar en un momento de poca afluencia y pudimos recorrerla entre el silencio respetuoso de la mayoría de los visitantes, roto solamente por los gritos de un grupo de italianas de cierta edad, al parecer más interesadas en charlar entre ellas o atender las llamadas telefónicas que hacían o recibían constantemente.

   De la Villa del Casale nos dirigimos al Museo Arqueológico Regional de Aidone, a poco más de veinte kilómetros de distancia, en el que se conservan las piezas encontradas en las cercanas excavaciones de Morgantina.

   El museo, que tiene una entrada muy poco atractiva a través de una antigua iglesia repleta de imágenes religiosas, resulta un tanto abrumador ya que en él se exhibe una gran cantidad de piezas menores, aparentemente todas las encontradas en treinta años de excavaciones.

   Hay dos salas que se salvan de este apelotonamiento y que por sí solas justifican la visita. Curiosamente, ambas salas contienen piezas expoliadas, trasladadas ilegalmente a Estados Unidos y devueltas recientemente, unas por la Universidad de Virginia y otras por el Museo Paul Getty.

   En la primera sala se exhiben los acrolitos que se pueden ver en la portada de este librillo, pertenecientes a las estatuas de las diosas Demeter y Kore, muy veneradas en la antigüedad en Sicilia central. La teatralidad y sobriedad con que están expuestas refuerzan su carácter sacro.

   En la segunda sala la pieza central es una estatua en la que se distinguen perfectamente los acrolitos de manos y cabeza tallados en mármol blanco, del resto del cuerpo realizado en toba calcárea de mucho peor calidad. Se cree que la estatua, de más de dos metros de alto y conocida como La Venus de Morgantia, en realidad representa a Perséfone y fue tallada por algún discípulo de Fidias poco antes del 400 a.C.

   Siguiendo los consejos de una empleada del museo, nos metimos a comer en una trattoria,  Antichi Sapori Aidonesi, que no tiene nada que ver con la cadena Antichi Sapori, especializada en comida barata para turistas y cuyos locales se pueden encontrar en varias ciudades de la isla.

   Cuando llegamos solo había otro cliente, que pronto se unió a la larga y profusa conversación entre una de mis compañeras, nacida en Granada y vecina de Málaga, con el cocinero y su padre sobre las diferencias y analogías entre los bares y restaurantes de Málaga y Granada, el precio y tamaño de sus tapas, las (malas) condiciones laborales de sus camareros, los productos típicos de ambas provincias y, en general, sobre las posibilidades que una trattoria como la suya triunfara en el sur de España.

   Después de comer espléndidamente por un precio muy asequible, pasamos la tarde peleando con el navegador para intentar llegar a Agrigento, en un recorrido que mostraba las consecuencias del poder de la Cosa Nostra. Las autopistas estaban, en general, sin terminar o con numerosos tramos cerrados por obras. Los viaductos, larguísimos y aparentemente innecesarios, presentaban muestras evidentes de la mala calidad de los materiales empleados y el nulo control de calidad ejercido por el Estado; las carreteras secundarias estaban llenas de baches y socavones; los edificios de viviendas de diez o doce pisos se levantaban sin orden ni concierto, en ocasiones en medio del campo u ocultando el perfil de un casco histórico. No creo que haya puesto más peligroso y a la vez más lucrativo que el de concejal de urbanismo de cualquiera de los municipios que íbamos atravesando.

   Lo que estábamos viendo era una demostración práctica de lo que nos espera en España si la derecha y la ultraderecha continúan afianzándose: libertad absoluta para hacer negocios, para destruir los servicios públicos, para cobrar comisiones, para adjudicar contratos a dedo y para enriquecerse rápidamente. En contraste, el agua de muchas ciudades no es potable, las terrazas de bares y restaurantes invaden por completo las aceras, obligando a los peatones a caminar entre los coches y las motos, que circulan con total impunidad y aparcan literalmente donde les da la gana.

   En Agrigento tuvimos nuestro segundo contacto con la economía informal, eufemismo del fraude fiscal y la evasión de impuestos. Nos alojamos en un apartamento en un edificio de catorce pisos con magníficas vistas al Mediterráneo y al Valle de los Templos. La trasera del edificio daba a una placita del casco antiguo, la cual, según nos contó un vecino, antes tenía para disfrute colectivo esas preciosas vistas que ahora monopolizaban los residentes en el edificio.

   El pago del alquiler lo tuvimos que hacer una vez más en metálico y, por supuesto, sin recibo. Al día siguiente, mirando hacia Agrigento desde el Valle de los Templos, comprobamos que gran parte del frontal de la ciudad estaba ocupado por edificios tan altos y horrorosos como el nuestro.

   Pero esa es otra historia, que podéis leer pinchando aquí.

Otros capítulos:

Per sicula siculorum

Eureka

Tras las huellas de Montalbano

Noto

El teatro griego más pequeño del mundo

Catania

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lo que tengas que decirnos, nos interesa. Gracias.

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.