lunes, 11 de enero de 2016

David Bowie, si me dices "huye", huiré contigo.

Y si tú dices "huye", huiré contigo.
Let’s dance! ¡ Vamos a bailar !

Ponte tus zapatos rojos y baila conmigo este blues porque hoy es un hoy más triste. Sin Bowie todo será más vulgar.

No era una quimera, no. Era como todos nosotros, no tenía dos personalidades, no era diferente, pero hizo que el universo entorno de sí fuese mejor, más sensual, más trepidante, parecía que el mundo fuese el doble de lo que era. Hacía que el mundo tuviese color, ambigüedad, misterio, fantasía, diversión. Consiguió que los horizontes de lo prohibido se alejasen en el mundo de los grises en que estábamos inmersos. Logró que la imaginación se materializase en las formas, los sonidos y los movimientos.

Nos miraba a los ojos con mirada desafiante, tanto que lo hacía con uno ojo de cada color consiguiendo un rictus sensual que rozaba lo erótico para invitarnos a ir dos pasos más allá de donde estuviésemos. Era fácil seguir sus pasos, sólo hacía falta desprenderse de los prejuicios y ataduras que él no conocía. Así, de esta forma fueron muchos los que se atrevieron a salir a escena con enormes pseudoclones que nunca llegaron al nivel de Bowie aunque sí que consiguieron ir más allá sólo con imitarle, pero él era inimitable. Único David.

Quedan infinidad de canciones, más de una veintena de películas magníficas y memorables como “Dentro del Laberinto (1985)” o “La última tentación de Cristo (1988)” o “Imagine” (1988) [Un tributo a John]  o “El Truco Final (2006 )”e icontables imágenes reales en nuestra retina de lo que no podíamos ni imaginar. Queda un estilo ecléctico atrevido, rompedor y revolucionario, sin embargo libre de aristas.

Así es, hoy el mundo es menos interesante sin David, aún así… me estoy calzando mis zapatos rojos para bailar este blues.

https://www.youtube.com/watch?v=OyVjdQXNs9s

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