El punto de partida no puede ser ni más sencillo, ni más tópico: Cohle (McConaughey), un policía amargado es trasladado a Luisiana y empieza a trabajar con Hart (Harrelson), un policía orgulloso de ser padre de familia, en un asesinato que tiene todos los visos de ser obra de un asesino en serie.
La historia está contada desde tres puntos de vista, el caso en 1995 y dos interrogatorios paralelos, a Hart y Cohle, 17 años después, lo que nos permite ver los cambios que se han producido en los personajes, así como sus mentiras.
Cary Fukunaga, director de Jane Eyre, nos pasea por Luisiana de un modo que me recuerda a la serie de la BBC Wallander: de un modo pausado, en el que el escenario es otro personaje, pero sin olvidar que los que realmente cuentan la historia son los personajes y consiguiendo de ellos magníficas interpretaciones. Nic Pizzolatto, novelista cuya única experiencia previa como guionista fue en la serie The Killing, escribe unos personajes muy humanos (tengo el convencimiento de haber conocido a alguien muy similar a Hart), cuyos caracteres chocan por sus modos de ver la vida, sus fallos, o las mentiras que cuentan a los demás y que ellos mismos se creen.
La investigación del asesinato, con su ritmo lento, parece una excusa para conocer a los personajes: Cohle y su nihilismo, sus adicciones, su pesimismo y, aún así, lo metódico que es trabajando y el interés que tiene en que el caso avance; Hart se define como “normal”, no duda en expresar sus prejuicios, y se miente a sí mismo sobre su familia y su amante lo que hace que, en cierto sentido, sea más ingenuo que Cohle; la Luisiana rural con sus luces y sombras, iglesias itinerantes y prostíbulos en medio del bosque…
Y pese a todos estos ingredientes que podrían hacer que la serie fuera un festival de extravagancia, excesos y caricaturas, no lo es: los personajes están escritos con respeto y cuidado, nunca dejan de ser humanos.
Espero que los cinco episodios que quedan sigan manteniendo este nivel.
La historia está contada desde tres puntos de vista, el caso en 1995 y dos interrogatorios paralelos, a Hart y Cohle, 17 años después, lo que nos permite ver los cambios que se han producido en los personajes, así como sus mentiras.
Cary Fukunaga, director de Jane Eyre, nos pasea por Luisiana de un modo que me recuerda a la serie de la BBC Wallander: de un modo pausado, en el que el escenario es otro personaje, pero sin olvidar que los que realmente cuentan la historia son los personajes y consiguiendo de ellos magníficas interpretaciones. Nic Pizzolatto, novelista cuya única experiencia previa como guionista fue en la serie The Killing, escribe unos personajes muy humanos (tengo el convencimiento de haber conocido a alguien muy similar a Hart), cuyos caracteres chocan por sus modos de ver la vida, sus fallos, o las mentiras que cuentan a los demás y que ellos mismos se creen.
La investigación del asesinato, con su ritmo lento, parece una excusa para conocer a los personajes: Cohle y su nihilismo, sus adicciones, su pesimismo y, aún así, lo metódico que es trabajando y el interés que tiene en que el caso avance; Hart se define como “normal”, no duda en expresar sus prejuicios, y se miente a sí mismo sobre su familia y su amante lo que hace que, en cierto sentido, sea más ingenuo que Cohle; la Luisiana rural con sus luces y sombras, iglesias itinerantes y prostíbulos en medio del bosque…
Y pese a todos estos ingredientes que podrían hacer que la serie fuera un festival de extravagancia, excesos y caricaturas, no lo es: los personajes están escritos con respeto y cuidado, nunca dejan de ser humanos.
Espero que los cinco episodios que quedan sigan manteniendo este nivel.
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