Igor Strawinsky (1882-1971) y La consagración de la primavera
Le Sacre du Printemps se estreno en Paris en el teatro de los Campos Elíseos
en 1913.
Los espectadores empezaron a reírse ya durante la
introducción. Luego empezaron a maullar ruidosamente y a hacer apuestas acerca
de cómo iría el curso de la representación. Una dama elegantemente vestida dio
una bofetada a un joven que, a su lado, se reía a carcajadas. La anciana
Contesse de Pourtalés se puso de pie en su palco y, temblando de ira, blandió
el abanico gritando: << ¡Es intolerable!
Es la primera vez en sesenta años que alguien se atreve a burlarse de
mí>>
Así se cuenta cómo
transcurrió el estreno de La consagración de la primavera.
Treinta años después Wald
Disney la utilizó (entre otras obras) como fondo musical de su película de
dibujos Fantasia, en la lucha de los
dinosaurios antediluvianos y de la erupción de los volcanes. Fue un gran éxito.
Desde entonces se
representa regularmente en todos los auditorios y suele estar en el repertorio
de las principales orquestas.
La escuché por primera
vez en los años setenta en el teatro Real de Madrid, a la orquesta de RTVE
dirigiendo Igor Markévich (1912-1983) que esa tarde había sido invitado a
dirigir. Todo un lujo.
La obra musical comienza
con sólo el fagot en un registro agudo que a mí me parece sublime, no me canso
de escucharlo y me sigue emocionando como el primer día.
Volviendo a la obra, me
parece interesante destacar algunas características importantes:
El ritmo es Aksak (del turco, “cojo”) pulsación desigual y es propia de la tradición de muchos pueblos del este de Europa.
La melodía: es frecuente el uso de disonancias. Es importante señalar que para la creación de estas melodías Strawinsky utiliza escalas y modos “antiguos” que no son del todo ni de tonalidad mayor ni menor. También emplea pocas notas de la escala para crear melodías de poco recorrido y pocos saltos. Además son muy repetitivas. Otras se basan en escalas pentatónicas, de cinco notas.
La armonía se aparta de la tonalidad clásica. La obra está cerca del atonalismo pero con un sentido muy estricto, aunque se usen acordes disonantes, todo tiene un sentido para dar brillo a la obra y sacar la sonoridad que se pretende.
Orquestación predominio de la percusión y los instrumentos de viento, evocadores de una naturaleza salvaje y primitiva. En algunos momentos el uso de instrumentos de viento madera tiene un efecto exótico y evocador. Otro tipo de recurso instrumental utilizado en la obra de Strawinsky es la mixtura de sonidos. Esta en concreto entre flauta contralto y violín solo tocando en armónicos una escala pentatónica. Merece la pena destacar el curioso papel reservado a las cuerdas en esta composición. Los violines, que por lo general son los encargados de llevar el peso de la obra, se limitan prácticamente a funciones de acompañamiento rítmico tocando notas breves y repetitivas, sin participar del protagonismo habitual. De hecho trata a la cuerda como un instrumento de percusión.
El ritmo es Aksak (del turco, “cojo”) pulsación desigual y es propia de la tradición de muchos pueblos del este de Europa.
La melodía: es frecuente el uso de disonancias. Es importante señalar que para la creación de estas melodías Strawinsky utiliza escalas y modos “antiguos” que no son del todo ni de tonalidad mayor ni menor. También emplea pocas notas de la escala para crear melodías de poco recorrido y pocos saltos. Además son muy repetitivas. Otras se basan en escalas pentatónicas, de cinco notas.
La armonía se aparta de la tonalidad clásica. La obra está cerca del atonalismo pero con un sentido muy estricto, aunque se usen acordes disonantes, todo tiene un sentido para dar brillo a la obra y sacar la sonoridad que se pretende.
Orquestación predominio de la percusión y los instrumentos de viento, evocadores de una naturaleza salvaje y primitiva. En algunos momentos el uso de instrumentos de viento madera tiene un efecto exótico y evocador. Otro tipo de recurso instrumental utilizado en la obra de Strawinsky es la mixtura de sonidos. Esta en concreto entre flauta contralto y violín solo tocando en armónicos una escala pentatónica. Merece la pena destacar el curioso papel reservado a las cuerdas en esta composición. Los violines, que por lo general son los encargados de llevar el peso de la obra, se limitan prácticamente a funciones de acompañamiento rítmico tocando notas breves y repetitivas, sin participar del protagonismo habitual. De hecho trata a la cuerda como un instrumento de percusión.
Esta obra puede
considerarse como una obra inicial de la música clásica del siglo XX y, para
mí, es la más importante obra de este siglo.
Quiero destacar a Igor
Markévich como gran director de orquesta, que fundó la orquesta de RTVE en
1965. Le recuerdo alto, delgado y que vivió, ese gran día que fue para mí la
audición de La consagración de la primavera, un incidente inusual en
las salas de concierto. Acababa de comenzar el fagot cuando desde las últimas
filas del teatro se oyó una voz gritar: “sin
músicos no hay música” y una lluvia de octavillas cayeron por todo el
teatro. En esos años los alumnos del conservatorio reivindicaban la titularidad
superior para sus estudios. Igor Markévich bajo las manos, los músicos quedaron
en silencio y después de unos minutos comenzó nuevamente la obra. No se
volvieron a producir más incidentes.
Tengo una devoción
especial por La consagración..., no hay que buscar explicaciones más complicadas,
despierta mi sensibilidad más profunda. Supongo que cada uno de vosotros tenéis una obra musical o una canción
que en el fondo de vuestra alma os hace vibrar. Animaos a escribir sobre ella
y quizá podamos compartir vuestros gustos.
Hace un año que leí tu comentario, Ana, sobre "La consagración de la primavera" y siempre pensé que te tenía que contestar, pero solo después de haber escuchado la obra, en directo se entiende. Hoy lo he hecho en un Auditorio lleno bajo la batuta de Christoph Eschenbach, un director alemán de la escuela de Herbert von Karajan y, como lo prometido es deuda, te escribo unas líneas para felicitarte por tu elección. La obra es fascinante y, en su asimetría, hace vibrar de emoción al que la escucha. Imagino el shock que produciría hace un siglo cuando se estrenó con un público acostumbrado a ritmos, melodías y orquestaciones convencionales. Lo que demuestra que en el arte no se puede cerrar el paso a la modernidad. Hoy un público tan conservador como el que asistió al estreno de la obra ha aplaudido a rabiar su interpretación.
ResponderEliminarEl programa de hoy se completaba con música de Tristán e Isolda y la Valquiria de Wagner. Otro rompedor, romántico hasta la médula, que me parece que no tiene el reconocimiento popular que merece. Otro día hablaremos de él, porque a mi me entusiasma. Como el barítono de nombre Mathias Goerne que hoy ha acompañado a Wagner cantando de forma excelente.
Si a alguien le gusta la música de calidad tiene una excelente oportunidad para escuchar un magnífico programa en el auditorio nacional, eso sí, si encuentra entradas.
Ayer asistí en el Auditorio a la repetición del programa del viernes. Me pareció una interpretación y una dirección sublime, en una obra, como es La consagración... difícil de dirigir. Descubrí nuevas sensaciones: las primeras notas del fagot nos anuncian el comienzo de la estación, todavía muy incipiente, poco a poco se van incorporando los demás instrumentos representando los primeros brotes, la excitación de los distintos seres y la apoteosis del comienzo de la vida. Hasta que ya no hay marcha atrás, la estación se ha consolidado y nosotros quedamos exhaustos y satisfechos.
ResponderEliminarEn la otra parte del programa un magnífico barítono nos interpretó a Wagner que para los que disfrutamos con esta música, no se puede pedir más placer.