Un grupo de enamorados de la novela policiaca (se autodenominan los Amigos del Crimen Perfecto y, aparentemente, están algo más pasados de rosca que alguno(s) de los Cinéfilos más recalcitrantes estoy/estamos) se reúnen para su tertulia semanal en el Café Comercial de Madrid en una tarde que barrunta tormenta. A pesar de los fuertes truenos, a la mañana siguiente el peligro de tragedia inminente se ha conjurado. En esa noche se han reforzado algunas amistades y, al mismo tiempo, se han abierto antiguas heridas que se creían cicatrizadas.
La vida continúa: una pareja se encuentra, una pareja se reencuentra,…hasta que hay un asesinato y otra muerte. Lentamente el paisaje se va tiñendo desde los colores naif del principio al gris más oscuro, y el alegre círculo se transforma en un polígono de pocos vértices influenciados por la ruleta de la vida que ha ido señalando secuencialmente: amor, ilusión, guerra, crueldad, olvido, dura realidad, venganza… castigo ¿injusto?.
La vida continúa: una pareja se encuentra, una pareja se reencuentra,…hasta que hay un asesinato y otra muerte. Lentamente el paisaje se va tiñendo desde los colores naif del principio al gris más oscuro, y el alegre círculo se transforma en un polígono de pocos vértices influenciados por la ruleta de la vida que ha ido señalando secuencialmente: amor, ilusión, guerra, crueldad, olvido, dura realidad, venganza… castigo ¿injusto?.
En la última página el autor, Andrés Trapiello, concluye:
“Y tras aquella leve parodia, la vida se puso de nuevo en marcha, con su renqueante y alegre música de tiovivo”.
Aunque no tengo nada que hacer escribiendo frente a cómo lo hace el autor, confieso que he intentado poneros un cebo para que leáis esta novela, “Los amigos del crimen perfecto”, ganadora del premio Nadal 2003, que me ha ido encandilando más y más estos últimos días.
Destaco su magnífica construcción desde el “apócrifo” primer “apartado” (no hay capítulos como tal), en el que Trapiello plagia a su personaje Paco Cortés (la misma técnica que empleó Juan Manuel de Prada en la “Parte I: De profundis” de la excelente “Las máscaras del héroe”), la finura de detalles psicológicos, los elegantes sobreentendidos en muchos diálogos y, como no, las vueltas de tuerca de la historia buscando profundizar en el objeto del libro, meta que consigue plenamente, aunque yo no comparta la, para mí, asimetría de ciertas reflexiones morales.
Estimo que esta novela meta policiaca le da sopas con honda (creo que aquí es con hache) a los treinta siglos de reediciones de los tres mileniums y, además, es tremendamente más cercana, al menos para mí, de forma que acabo de elegir mi cuarto as del póker de novelas con una muerte violenta. Las otras tres, son (en el orden en que las leí): “Un corazón tan blanco” de Javier Marías, “Plenilunio” de Antonio Muñoz Molina y “La tempestad” de Juan Manuel de Prada (el primer párrafo de la primera y de la tercera, me parecen antológicos, algo así como las imágenes de apertura de “El paciente inglés” o “Dogville”; los finales que más me han gustado son los de “La tempestad” y “Los amigos del crimen perfecto”; el mejor retrato psicológico de un asesino, en la de Muñoz Molina, sin duda).
Y me retiro, que ya está bien de monopolizar el foro… ¡Turno de réplica!.
Chicas y chicos: ¡Al salón!.
Buena literatura, amigos.
Manrique
PD: Me temo que he sido terriblemente injusto olvidando a un gran maestro, porque ¿acaso no entrarían en esta misma categoría de novelas las insuperables "La fiesta del chivo" o "Lituma en los Andes" de Vargas Llosa?. Si se considerasen meta policiacas, más bien creo que no, entonces lo mío no sería un póker, llegaría a repóker ampliado. Los que las hayáis leído, ¿qué opináis?.
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