domingo, 1 de junio de 2008

Ébano

Ébano, por Chema Caballero.

Hace no mucho estaba yo en el African Village de Kambia tomando una cerveza con un amigo que me hablaba de sus viajes por África occidental y me contaba que en este último había venido acompañado de un tipo que decía ser fotógrafo y haber viajado mucho a lo largo y ancho de este continente pero que lo único que hacía era disparar fotos desde la ventanilla del coche, sin bajarse, sin hablar con la gente, sin mezclarse con ellos. El fotógrafo contemplaba el mundo a través de la mirilla de su cámara asomada a la ventanilla de un coche que pasaba a toda velocidad por las aldeas del Sáhara, de Mauritania, de Guinea Bissau, de Senegal, de Guinea Conakry o de Sierra Leona sin mezclarse con él ni intentar comprenderlo. Sólo estaba interesado en captar y comercializar cualquier rasgo de exotismo que se pusiese al alcance de su ocular.

Le comenté a mi contertulio que su acompañante me recordaba a una escena de las muchas que cuenta KAPUSCINSKI en su libro ÉBANO, justo a la que narra en el capítulo titulado " Madame Diuf vuelve a casa", donde relata su encuentro con dos jóvenes escoceses antes de subir al tren en la estación de Dakar. Más tarde, cuando el tren se estropea en la estación de Tambacounda, Kapuscinski les invita a bajar para echar un vistazo y charlar con la gente, pero ellos:

"Se negaron en redondo. No querían conocer y hablar con nadie. Si se les acercaba alguien, daban la vuelta y se alejaban. Lo mejor que harían sería huir, y de buena gana. Esa actitud suya era el resultado de una experiencia breve pero mala. Se habían convencido de una cosa: si hablaban con alguien, su interlocutor siempre acababa pidiéndoles algo, dando por descontado diversas cosas: que le conseguirían una beca, le encontrarían un trabajo o le darían dinero. Ese alguien siempre tenía a los padres enfermos, a unos hermanos pequeños que mantener y él mismo llevaba varios fías sin probar bocado. Este tipo de quejas y lamentos pronto habían empezado a repetirse. No sabían cómo reaccionar. Se sentían impotentes. Finalmente, decepcionados y vencidos, habían tomado una decisión: nada de contactos, encuentros y charlas. Y se mantenían fieles a su determinación." La descripción que Kapuscinski hace de la impotencia del viajero que se adentra por primera vez en África es sólo fruto de muchos años de experiencia y encuentros con todo tipo de personas y realidades que se producen en este gran continente. Por eso a mí Ébano me parece un libro que se hace realidad todos los días, sus escenas y reflexiones son frescas y las revivo mil veces en mi día a día en esta selva del Tonko Limba.

Sin embargo, mi interlocutor decía que no le gustaba el libro porque Kapuscinski va de sobrado por la vida, da la impresión de saberlo todo y de explicarlo todo. A mí no me parece que sea así, sino que, al revés, escribe desde la humildad compartiendo los más de cuarenta años que ha vivido dentro y fuera de África como corresponsal de la agencia de noticias polaca, pateando los caminos llenos de polvo y evitando las rutas turísticas. Como él mismo dice en la introducción al libro:

"Viajé mucho. Siempre he evitado las rutas oficiales, los palacios, las figuras importantes, la gran política. Todo lo contrario: prefería subirme a camiones encontrados por casualidad, recorrer el desierto con los nómadas y ser huésped de los campesinos de la sabana tropical."

Kapuscinski acompañó a África desde los últimos años de la época colonial hasta las cruentas guerras de finales del siglo veinte. Vivió la independencia, la euforia del movimiento de la "negritud", la guerra fría, los dictadores y sus masacres, la pérdida de la ilusión, … A lo largo de Ébano muestra como África es un continente vivo, dinámico, que se mueve, y rompe con el estereotipo que todos tenemos anclados en nuestras mentes cuando se habla de este continente, el que durante años nos han transmitido las películas de Tarzán, la propaganda de las potencias colonizadoras y que hoy día perpetúan los medios de comunicación social hablando de África sólo en sentido negativo: guerras, hambres, genocidios, pandemias, … Es la imagen del negro estúpido y el blanco inteligente que viene a África a traer la civilización.

Cuando se lee Ébano se confirma la intuición de que África no tiene nada que ver con todo eso, que a pesar de que esas cosas se dan no son los titulares aquí. En esta parte del mundo se amalgaman tradiciones y ritos centenarios con las últimas canciones de los raperos americanos. Los partidos de la Champions Leage con el trabajo duro y esclavizante de sobrevivir día a día.

Pero, como el mismo Kapuscinski reconoce con toda humildad, África es demasiado grande para comprimirla en un libro y por ello escribe:

"… éste no es un libro sobre África, sino sobre algunas personas de allí, sobre mis encuentros con ellas y el tiempo que pasamos juntos. Este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Sólo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos 'África'. En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe"

África no existe, pero en los veintinueve capítulos de Ébano se nos ofrece una visión humana y llena de amor, humor y comprensión, sin juicios ni críticas, de las gentes que habitan este continente.

Yo creo que para conocer esta parte del mundo lo mejor es venirse para acá y pasar días y días hablando con la gente y compartiendo con ella, dejándose impresionar por la exuberancia del paisaje e impresionándose delante al misterio y al mundo irreal que conviven con el presente y la historia. Si esta opción no es posible Ébano ayudará bastante a penetrar en este mundo, por eso recomiendo su lectura.
Ébano
La copia de ÉBANO que desde hace años me acompaña:
Autor: Ryszard Kapuscinski
Título: Ébano
Editorial: Anagrama. Barcelona.


Chema Caballero

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