Supongo que cuando estabas “en activo” recibirías muchas cartas de admiradores. Yo no me habría atrevido entonces a mandarte una. Ahora sí, para hacerte llegar mi reconocimiento por las magníficas películas que has dejado para los que amamos el cine...y por las lecciones de vida que insuflabas en ellas: honestamente duras, mostrándonos a una chica que participa en un maratón de baile durante la gran depresión, ejemplo de concurso que siguen actualmente unas “cosas” llamadas “gran hermano” (por favor, dale un abrazo de reparación a George Orwell por la desvergüenza de esta gente con su obra, suponiendo que la conozcan, que lo dudo) o “supervivientes” en una cadena-cloaca española; elegantemente sensibles, una educada danesa que llega a África poco antes de que Europa se suicidase en la Gran Guerra (mientras el compositor Von Aschenbach moría en Venecia) o críticamente divertidas, un declinante miembro del entramado televisivo americano que triunfa como actriz tras hacerse pasar por mujer.
Reconozco que la primera película que vi y me hizo meditar sobre la ética social fue tu “Danzad, danzad, malditos” en 1969 (horrible título dado por los distribuidores españoles para “They Shoot Horses. Don't They?”). ¿Cómo pudiste hacerla con 34 años?. Luego he visto otras excelentes películas en la misma línea, anteriores a ella, de algunos colegas tuyos, cómo “La jauría humana” (qué casualidad, también allí trabajaba Jane Fonda) de tu amigo Arthur Penn (dale recuerdos de mi parte, también es un tío grande) o “Las uvas de la ira” del maestro Ford (chapeau), pero las vi mas tarde, en TV, ya que la primera estaba clasificada como “gravemente peligrosa” y yo no tenía 18 años cuando se estrenó, y la segunda se rodó mucho antes de mi nacimiento.
Pero la que también me impresionó de ese mismo año 1969 fue “Cowboy de medianoche” de tu primo británico John Schlesinger (sí, el de “Lejos del mundanal ruido”; sin que te piques, dale un muy fuerte abrazo de mi parte) pero realizada en Nueva York. ¡Menuda cosecha!.
Mira, como ya sois espíritus puros, me voy a atrever a pediros permiso, a John y a ti, para una cosa que creo que les gustará a mis amigos, los “Cinéfilos”: Si me dais vuestra autorización les podría invitar[1] en vuestro nombre a ver ambas películas, no para que escojan, para que disfruten de un gran rioja y un no peor ribera, y luego brinden con ellos a vuestra memoria. Muchos son jóvenes y no las conocen. ¿Vale?.
Bueno, Sydney, guárdame un sitio en el Harry’s Bar de ahí arriba, sección Cine. Lo de las huríes está ya muy visto, yo algo caduco y no me gustaría dar el cante: solo tengo quince años menos que tú (soy mayor que Anthony Minghella o François Truffaut cuando hicieron el viaje). Me apetece mucho más pasar infinitas tardes oyéndoos hablar de las películas que hicisteis. Os prometo estar callado en un rinconcito, aunque me sea difícil de conseguir.
¡Nos vemos!.
Manrique
PD. De ti para mí: me da mucha pena lo injusta que parece mucha gente de aquí abajo con Charlton. Tengo con él una deuda, lo mismo que con otros muchos, pero como acaba de llegar, a lo peor está algo aturdido con el “viaje”, con algo de jet lag, y necesita más que otros una carta de un amigo desconocido. Dale una indicación de que alguien de “abajo” le va a escribir.
[1] Contando con Marga como corresponsal en la Bahía de Cádiz, José Mª en Ferrol y Miguel Ángel en Madrid.
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