Homenaje a Henning Mankell
Empecé
a leer “Asesinos sin rostro” en enero del 2013 sin estar convencida de que
merecía la pena. Pero me encontré con un personaje que dudaba. Wallander duda
de todo lo que le rodea, familia, casos policiales… duda hasta de sí mismo (echa de menos a su amigo y mentor) y esto es precisamente lo que le hace más
interesante. Tiene que escuchar, insistentemente, como su padre le recuerda el
gran error de haberse convertido en un policía. Desbordado por el abandono de
su mujer y el alejamiento de su hija, su casa es un caos. No lleva armas, paga
las multas por estacionamiento indebido. No lleva linterna, por lo que va a
ciegas al entrar en un barracón donde se ha producido un incendio, lesionándose. Bebe demasiado y le pillan borracho conduciendo. Le grita precisamente a
la mujer que más le gusta y con la que desea tener una relación. Resuelve los
casos por intuición, con bastante buena suerte. Pero Wallander no es insensible
a un escenario de crimen y horror. Kurt Wallander hace como algo personal
descubrir al asesino o asesinos por encima de cualquier otra consideración,
porque se lo debe a las víctimas. En la
investigación se deja literalmente la piel, si hace falta.
Henning
Mankell creó un anti héroe y los anti héroes no suelen ser felices, son
desgraciados, inseguros, patéticos. En los sucesivos libros que he leído de la
serie Wallander, el autor ha mejorado significativamente las relaciones de éste
con su padre, con su hija e, incluso, le ha buscado una compañera en la
distancia, relación difícil de mantener, porque Mankell no se decide a
convertir a Wallander en un hombre feliz. Desde luego, si lo hubiera hecho, hubiera
destruido al personaje. Tampoco creo que Wallander se merezca terminar enfermo de Alzheimer.
Wallander
ama su país y le duele profundamente la pérdida de seguridad, la inestabilidad
política y social.
Aquella Suecia que era
la suya, en la que se había criado, el país construido después de la guerra, no
estaba tan firmemente anclado en la roca como habían creído. Debajo de todo
había un tremedal.
Estas
palabras del narrador explican la preocupación de los actuales ciudadanos
suecos que deben aceptar los nuevos cambios sociales y adaptarse a ellos.
Probablemente desde nuestro punto de vista del sur de Europa, cueste entender
este sentimiento, pero parece que es así.
Henning
Mankell nos ha dejado una interesante serie de libros del comisario Wallander
y, dijera lo que dijese, algo del autor se debió trasmitir al personaje. Libros
que habría que leer todos seguidos, por orden de aparición, porque constituyen
así una gran novela en la que zambullirse, con personajes secundarios no
desdeñables y tramas tan bien urdidas que hace difícil aplazar su lectura.
Se
habla del parecido de Wallander con otros comisarios de autores sumamente
interesantes, como Maigret de Simenon o Martin Beck de la pareja sueca Maj
Sjöwall y Per Wahloö, sencillamente no existe tal parecido; lo que es similar
es la idea de un policía como hilo conductor de una trama que desvela la
estructura social de la época en que le ha tocado vivir.
Todos
esos comisarios, subcomisarios o simples policías tienen psicologías
diferentes, personalidades a veces opuestas que si pudiéramos juntar acabarían
odiándose.
Creo
que Henning Mankell se merecía un homenaje en este foro, en el que tantos
contribuyentes han leído y disfrutado con sus lecturas, sobre todo, ahora que
nos ha dejado.
Descanse
en paz aquel que utilizó su habilidad con la escritura para hacernos la vida
más interesante.
Suelo seguir las recomendaciones literarias de Ana Diaz tanto o mas que las recomendaciones cinematográficas de Manrique. Lo digo con el temor de que nuestro jefe se enfade, pero es que leer un libro es cosa de uno y ver una película, al menos en mi caso, es cosa de dos y no es tan fácil ponerse siempre de acuerdo.
ResponderEliminarEl caso es que cuando leí su crítica de "Asesinos sin rostro", me intrigaron tanto el policía Kurt Wallander como su autor, el novelista sueco Henning Mankel, y no tardé en hacerme con el libro. Ahora lo he terminado y tengo que reconocer que no me ha defraudado en absoluto.
Henning Mankel nació en 1948 y ha muerto, de cáncer, solo hace unas semanas. Es un hombre de nuestra generación, pero con una vida mucho menos convencional: marinero adolescente, actor aficionado, dramaturgo contemporáneo, escritor de novela negra, director del teatro de Maputo en Mozambique y yerno de Ingmar Bergman. Creó el policía Kurt Wallander, perfectamente descrito por Ana, en una serie de 12 novelas de las que "Asesinos sin rostro" (1991) es solo la primera. Kurt es un personaje enigmático, solitario, oscuro, luchador, antihéroe, conservador, respetuoso con la Ley, amante de su país, temeroso de su futuro y por eso, o a pesar de eso, atractivo. La simbiosis con su autor parece evidente.
Al principio la novela atrae por su lenguaje llano y reflexivo, pero, poco a poco, la acción se impone y hace difícil interrumpir su lectura. "Asesinos sin rostro" no es una novela policíaca nórdica más de las que tenemos centenares en la literatura, cine y TV. Es una estupenda novela que refleja un autor brillante a cuyo homenaje, en el momento de su temprana muerte, me uno.