Por
casualidad he leído consecutivamente tres novelas policíacas, absolutamente
diferentes entre sí, y me ha parecido, a lo peor egocéntricamente, que las tres
merecían un comentario individualizado, comentario que, a estas alturas, podría
ser útil como recomendación de una sociológicamente profunda novela, la
segunda, y de un excelente (y divertidamente inteligente) reconstituyente para
el ánimo en tiempos revueltos, la tercera. Empecemos por la primera con el pago
de una deuda:
Si hablamos
de novela policíaca, creo que, en cualquier encuesta, al menos en el mundo
occidental, la autora más citada sería Agatha Christie.
De
adolescente estaba convencido de que era la más inteligente e interesante
escritora del mundo. Devoraba sus novelas en los tres meses de vacaciones al
ritmo de dos por semana, con la única competencia de las de Julio Verne y de
otras pocas, como “La Isla de Coral” de R.M. Ballantyne, paradigma de clásica novela
británica del siglo XIX orientada a los adolescentes, que, 100 años más tarde,
inspiró a William Golding para escribir su excelente e impactante “El Señor de
las moscas”, esta vez dirigida a los adultos, mostrando el simétrico lado
oscuro de aquella ejemplar historia. ¡Y vaya si lo hizo bien!. Se puede decir
que con ella ganó el Premio Nobel de Literatura.
Ya con algo
más de edad, ¿dieciséis años?, empezaron a gustarme bocados más agridulces,
cambio que, seguro que me repito, comenzó con el deslumbramiento de “Un mundo
feliz” de Aldous Huxley.
Pero, volviendo a Dª Agatha, sería injusto por mi parte no rendirle en este Foro un
pequeño homenaje, que pienso suscribiríais mayoritariamente los Space Cowboys
y, a lo mejor, hasta bastantes miembros del Brat Pack. Recuerdo varios títulos
que me gustaron especialmente: “La casa torcida”, “El asesinato de Rogelio
Ackroyd”, “Muerte en el Nilo” … y la sorprendente solución (aunque, fríamente
analizada, difícilmente verosímil) de “Asesinato en el Orient Express”, novela
que Sidney Lumet llevó al Cine con sobresaliente resultado a mediados de los 70 (y que Kenneth Branagh cometó el inmenso error en 2017 de hacer una nueva versión que nada aportaba a la anterior) cuya
historia se desarrolla en un cerrado ambiente, especialmente atractivo para los
enamorados de los trenes, como yo (un paso detrás de los barcos, aclaro). Ni
que decir tiene, que entre todas las adaptaciones de sus obras al cine, además
de la citada, sobresale “Testigo de cargo” con un deslumbrante duelo entre el
juez (Charles Lawton) y la acusada (Marlene Dietrich). ¡Memorable!.
Hace unos
cuatro años leí “Cinco cerditos”, que no conocía, y me gustó, pero este verano
he leído otra también nueva para mí, “El hombre del traje color castaño” (de
1924, vamos de las más antiguas) y su trama me ha parecido bastante inverosímil,
no bien engranada, pero, sorprendentemente, con acción muy “cinematográfica”, vamos,
la antítesis de las novelas de Poirot, y, cosa curiosa que no había encontrado
en ninguna otra novela de Dª Agatha, la protagonista, personaje que parece inspirado
en la propia autora, proclamando opiniones muy poco conservadoras sobre asuntos
varios, entre ellos las relaciones de pareja. Curioso. Se ve que estaba
empezando. De todas maneras, me ha resultado muy pesada, aunque algo menos que
las últimas que leí de jovencito, “Pasajero para Francfort” y “Los elefantes pueden
recordar”, que no pude acabar.
Ahora que
ya “peino canas”, por utilizar una expresión nada literal, tengo que admitir
que Dª Agatha ya no es mi escritora favorita, ni siquiera en el campo de la
novela policíaca, pero antes de recomendar otros autores (el objeto de esta
“trilogía”) sería un malnacido, como establece la equivalencia castellana, si no dejara aquí constancia de mi agradecimiento hacia ella por cientos de tardes de
lectura y, todavía de vez en cuando, por poder rememorar el proustiano olor como
de plumcakes con mermelada de naranja amarga (nada de magdalenas francesas de
D. Marcelo) cuando recuerdo sus novelas que más me impactaron o aún descubro, a
estas alturas, alguna que me retrotrae a
una época en que el futuro era prometedor .
Pero como aquí
hablamos fundamentalmente de Cine, termino, cómo no, aconsejando una película
(no porque sea excepcional, aunque sí más que digna y con excelente
ambientación y fotografía del multioscarizado Vittorio Storaro) de la que nunca
hemos hablado en este Foro, creo: “Agatha” de Michael Apted (1979),
protagonizada por Vanessa Redgrave (en el papel de AC) y Dustin Hoffman, donde el guión desarrolla una posible explicación para el misterio real, que la escritora nunca nos desveló, de su misteriosa desaparición de 11 días en 1926, a raíz de que su
primer marido le solicitara el divorcio para casarse con su amante.
Tenéis un trailer de la película en:
y un resumen de su trama en:
Como muchos
sabréis, años después, AC se casó con su segundo y definitivo esposo (Max
Mallowan, arqueólogo, aunque ella artísticamente siempre conservó el apellido
de su primer marido) y su consecuente vida, con múltiples largas estancias en
excavaciones en el Oriente Medio, le proporcionó una sólida base para varias de
sus futuras novelas (“La venganza Nofret”, ¡se desarrolla en el Antiguo
Egipto!) y para poder declarar ya en su ancianidad (no literal, lo escribo de
memoria) haciendo gala del sentido del humor inglés que tanto me gusta: “Lo bueno de casarse con un arqueólogo es
que, mientras más envejeces, más te aprecia”. ¡Chapeau!, Dª Agatha.
Buena mente
la suya, amigos.
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