Estoy leyendo un libro fascinante: Vidas de santos, de Rodrigo Fresán. No se trata de una hagiografía, como podríamos suponer por el título, sino de una colección de relatos que comparten ubicaciones imaginarias, personajes parcialmente inventados y sucesos disparatados.
La frase que más me ha gustado es esta, quizás por lo bien que me describe: “Yo había alcanzado esa edad en que todos los escritores menos yo eran jóvenes y exitosos”.
Una página más adelante, describe así la literatura:
“La literatura es una visión del mundo. La literatura es el modo en que el hombre se va contando el mundo a lo largo de los siglos. Esa visión del mundo, por supuesto, cambia. […] La literatura y la ciencia conforman junto a la religión los tres lugares sobre los que se apoya el hombre: donde busca respuesta, refugio, consuelo, esperanza… En ese triángulo, podríamos decir que la ciencia se ocupa de lo que el hombre ya conoce, la religión de lo que permanece desconocido y la literatura de cómo lidia el hombre con lo que conoce y lo que no conoce del mundo”.
Y así hasta 300 páginas.