Jack Kerouac (Sal Paradise) quiere ir al Oeste desde Nueva York, tiene poco dinero, unas ganas enormes de escribir y unos amigos con los que desea viajar. Es decir, sueños que comparten casi todos los jóvenes de todas las épocas y de casi todos los lugares.
Kerouac escribe durante su largo viaje todo lo que ve, todos los personajes que encuentra en el camino (algunos de los cuales no volverá a ver), la poesía que le inspira el paisaje americano, los sueños rotos, la tristeza de este mundo, la soledad en el Oeste y también la del Este, la dulzura de algunas chicas y, sobre todo, la historia de su amigo Neal Casssady (Dean Moriarty).
Las ciudades que le dejan huella: Un domingo en Frisco (San Francisco) vislumbra el Pacifico y escribe una de las páginas más bellas de este libro.
L.A. (Los Angeles), “La ciudad más solitaria y la más brutal Nueva York tiene un frío en invierno que te cala hasta los huesos, pero se nota cierta cordialidad en algunas de sus calles. L.A. es la jungla”
Nueva Orleans resplandecía con brillos anaranjados…
Una familia okie en Dénver que le acoge. Allá en Dénve, allá en Dénver No hacía más que morir.
La California de Dean. “Dean: el idiota sagrado” De nuevo huida a San Francisco (Frisco), una de las ciudades más excitantes de América. Pero también saldrá de aquí casi huyendo,
Una loca noche de bop en Chicago. Un cine nocturno en Detroit. Otra vez Dénver con sus sagradas callejas y sus casas locas.
Al final México: una deprimente casa de putas en Gregoria. El Trópico de Cáncer, Limón, un pueblo de la jungla, el rio Moctezuma y, por fin, Ciudad de México. Lo habían conseguido habían hecho tres mil kilómetros desde Dénver hasta estas vastas zonas bíblicas del mundo.
El resultado es un libro que perdura y perdurará durante muchas generaciones después de Kerouac.
Se acaba de estrenar una película basada en este libro; no la he visto, no sé si quiero verla, porque quizá pierda toda la magia del libro al leerlo.
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