6 de mayo de 2024
Nuestra primera parada en el recorrido desde Rabat hasta Arcila ha sido en Lixus. Durante sus diez o doce siglos de existencia, Lixus fue fenicia, cartaginesa, bereber y romana. Plinio cuenta que, en el siglo XII antes de nuestra era, se levantó en ella un templo dedicado a Melkart, por lo que podemos considerarla contemporánea de Cádiz.
Ubicada en la desembocadura del río Lucus, su principal riqueza se derivaba de la pesca y salazón de atunes a una escala muy superior a la de Baelo Claudia, si juzgamos por el número de piletas que se conservan. Es muy probable que también elaborasen el preciado y apestoso garum, ya que su principal ingrediente, la caballa, sigue siendo muy abundante en estas costas. El repliegue del imperio romano trajo la decadencia y la ciudad quedó abandonada al desparecer el comercio con Roma, su principal fuente de riqueza.
Peor aún resultó la segunda visita que teníamos planificada, la del crómlech de M’zoura. Nuestro interés se debía a que es el único monumento megalítico prehistórico de Marruecos y a que no se conserva ningún otro vestigio de la civilización que lo construyó.
Otro aspecto curioso de este complejo es que en su centro se eleva un túmulo que, según los autores clásicos, cubría la tumba de Anteo, el mítico gigante rey de Lixus.
El primer arqueólogo que excavó el túmulo de una manera más o menos científica fue el español César Luis de Montalbán. Detenido con motivo del golpe militar de 1936, las excavaciones quedaron suspendidas.
Tuvimos una larga discusión sobre si valía o no la pena acercarse a M’zoura. Las informaciones disponibles eran contradictorias, tanto en lo relativo a la ubicación exacta del crómlech como en lo relativo al estado de la ruta a seguir para llegar allí y los horarios de apertura.
Decidimos acercarnos a M’zoura siguiendo el mapa de carreteras. Los últimos cinco kilómetros, que conservaban vestigios de haber estado asfaltados en algún momento, casi nos hicieron dar la vuelta. Cuando por fin llegamos al crómlech, ni siquiera nos bajamos del coche. Un cercado, una verja con un candado y un letrero: FERMÉ. Dentro del recinto, los matorrales de más de un metro de alto ocultaban la mayoría de las piedras. No tardamos ni dos segundos en continuar camino hasta Arcila, esta vez siguiendo los consejos de Google Maps.
Arcila, Assilah en la transcripción francesa, es un perfecto ejemplo de gentrificación. La pequeña y preciosa medina, rodeada por las murallas portuguesas, estaba repleta de riads y otros alojamientos con encanto (Dar Jean, Dar Ander, Dar Pepe), que están expulsando a la población original. Las calles más transitadas discurrían entre tiendas de artesanía, casas de cambio, lavanderías y pequeñas tiendas de conveniencia; ni una sola ferretería, pescadería o mercería.
En el pequeño mirador que se eleva sobre el cementerio, encajado entre el mar y la muralla, marroquíes y visitantes contemplábamos la puesta de sol.
La verdadera vida de la ciudad se concentraba en torno al mercado central, con todo su colorido. Un pescadero troceaba sobre la acera un atún de buen tamaño; otro hombre transportaba en un motocarro dos grandes peces espada, con las colas colgando por un lado y las espadas por el otro. No faltaban tiendas de especias, de fruta, de encurtidos, de menaje de cocina o de caftanes.
Aprovechamos para comprar una sandía de seis kilos, varios tipos de aceitunas y un montón de nísperos.
7 de mayo de 2024
Esta mañana, con toda la calma del mundo, hemos conducido los cuarenta kilómetros que nos separaban del puerto de Tánger, donde nos recibió el caos habitual. Diríase que era la primera vez que un coche con matrícula española embarcaba en el ferry. Perdí la cuenta de las veces que me pidieron las tarjetas de embarque; pasé un mal rato en la Aduana al no encontrar un papelito mínimo que nos habían dado un mes antes, al llegar, y cuya utilidad no alcanzo a comprender; en el control de pasaportes me hicieron volver a la Aduana a buscar un documento que debería haberme entregado el aduanero; ahora faltaba el imprescindible sello del inspector, que no contestaba al teléfono móvil…
Ya en el barco, escribo las últimas líneas que ponen fin, de momento, a estos cuadernos bereberes,
Glosario
Azora: cada uno de los versículos en que se divide el Corán.
Bab: puerta.
Bendir: pandero.
Bismilah: en el nombre de Dios.
Dar: casa.
Darbuka: tambor de un solo parche con forma de copa.
Cheij: jeque, jefe.
Erg: desierto de arena.
Fakih: Alfaquí, Maestro islámico
Fayr: oración del alba.
Fonduk: fonda. Antes eran puntos de recepción de las caravanas; hoy en día son patios que combinan talleres y tiendas en la planta baja con almacenes y alojamientos en el primer piso.
Gnawa: estilo musical con connotaciones místicas, traído por los esclavos procedentes del golfo de Guinea.
Hammam: baño.
Hammada: desierto de piedra y grava.
Harira: sopa contundente que suele contener verduras, legumbres, carne, pasta o arroz y varias especias.
Hijab: pañuelo que cubre el pelo, las orejas y el cuello.
Inshallah: Dios lo quiera.
Isha: oración de la noche, al menos dos horas después de la puesta del sol.
Kabila: cabila, tribu de bereberes.
Kasbah: en el norte de Marruecos, alcazaba, barrio amurallado en el que viven los militares de la guarnición y sus familias. En el sur del país, palacio fortificado donde reside alguna familia pudiente.
Kefir: infiel, no musulmán.
Khitara: canal subterráneo para el transporte de agua a gran distancia.
Ksar: en el norte de Marruecos, alcázar, castillo o palacio fortificado. En el sur, aldea fortificada.
Laut: laúd.
Litam: una de las expresiones del hijab, consistente en un pañuelo que cubre el rostro, muy usado por la marroquíes urbanas de cierta edad.
Maktub: el destino, lo inevitable, lo que está escrito.
Medina: parte vieja de la ciudad.
Medersa: madraza, centro de educación tradicional, en régimen de internado. En ellas nos solo se estudia el Corán, sino árabe culto, Fiqh (legislación tradicional islámica) y Cirat-an-Nabi (hechos y glosas de Mahoma). Allí se forman los futuros sacerdotes, jueces de paz y alcaldes pedáneos.
Mellah: barrio judío.
Pastela: hojaldre relleno de carne o verdura y adornado con canela y azúcar molido.
Riad: literalmente, jardín. En la actualidad se usa para designar edificios más o menos antiguos dedicados al alojamiento de turistas, ubicados en una medina, y cuya categoría puede variar sensiblemente.
Shal: chal, pañuelo con el que los tuareg se protegen la cara y la cabeza del sol y de la arena.
Talibán: estudiante de una madraza.
Ttabal: atabal.
Yeshiva: escuela judaica.
Zawiya: zohía, cofradía religiosa.
Zelig: mosaico realizado con pedazos de azulejos vidriados.
Para leer otros capítulos de este cuaderno, pincha sobre el nombre.
Uarzazate, el Hollywood del desierto
Marrakech, una distopía inminente