viernes, 3 de agosto de 2012

“Ultimas tardes con Teresa” y “El embrujo de Shanghai” de Juan Marsé


Queridos Cinéfilos:

La mítica portada que cito
El curso prácticamente se ha acabado. Quedaría la repesca de septiembre, pero antes de que nos demos cuenta llegará un nuevo curso … si es que para entonces no nos han intervenido ya y nos aplican el calendario alemán y en un par de décadas más … el chino (parece que inexorablemente “La China è vicina”, como Marco Bellocchio tituló su entonces famosa película, un año antes de la movidilla del 1968).

¡Seamos optimistas!: Los Cinéfilos seguiremos aquí y yo seguiré perorando en el desierto contra los Farrelly, los Wachowski, los albóndigas y Telecinco (si algún día me despierto al otro lado del espejo, a lo peor descubro que soy insoportable). Bueno, hoy trataré ser discreto con este “hasta mañana” en una noche que durará 30 días.

Entre los miles de recomendaciones de lectura que os bombardean, por si os apetece leer este verano, me permito añadir a mis blue chips predilectos (Vargas Llosa, Auster, Muñoz Molina y otros que os he metido por las orejas) un autor del que, me parece, nunca hemos llegado a hablar en este Foro (une vez, escribiendo sobre “El Sur”, sí hice una referencia sobre él): Juan Marsé, entre otras cosas, Premio Cervantes 2008.

Cuando los Space Cowboys éramos jovenzuelos no había prácticamente librerías donde te dejaran hojear un rato los libros que, la mayoría de las veces, no ibas a comprar (salvo en la Casa del Libro, El Corte Inglés, Galerías Preciados o en las casetas de Feria del Libro). En 1965 Juan Marsé publicó “Últimas tardes con Teresa” que consiguió el premio Biblioteca Breve de ese año y, la verdad no sé si entonces o, posiblemente, un par de años más tarde, ya con 17,  cuando entré en la Escuela, quedé prendido de ella en los escaparates de las librerías, donde indefectiblemente siempre me paraba a verla, por su magnética portada y atrayente título: no era para menos la imagen en “picado” de una seductora chica al volante de un inusual descapotable blanco (¿un Triumph 4?) que con la cabeza levantada te miraba directamente a los ojos. Creo que los franceses le llaman un “Coup de foudre”, aquí flechazo, que suena más carpetovetónico.

Leí la novela pocos años después, lamentablemente en una edición del Círculo de Lectores cuya portada tenía el sex appeal de un cuadro de Mondrian, y entonces descubrí la (¿neo?)realista versión de la España social que me contaba Juan Marsé. Hasta entonces no había leído nada semejante (sí, ya conocía varias obras “adultas”, desde el primer KO con “Un mundo feliz” a los 15 años, pero nada de “ahora y aquí”, como luego dijo Llach). En el 84, Gonzalo Herralde la llevó al cine, con resultado mediocre, aunque visualmente atractivo (eso sí, se reproducía al milímetro la famosa foto de la portada, con Maribel Martín en el papel de “Teresa”). La novela era mucho mejor.

Marsé y su novela
Vicente Aranda ha llevado al cine otras tres obras, que no he leído, de Juan Marsé, en mi opinión con muy flojo resultado: “La muchacha de las bragas de oro”,  “Si te dicen que caí” y “El amante bilingüe”. Otro director rodó “La oscura historia de la prima Montse”,  peor aún.

Pero hoy nos centramos en la Literatura y, en esta área, aconsejo vivamente “El embrujo de Shanghai” (Premio de la Crítica 1993), novela que tanto por su estilo y trama, como por su muy original construcción, me encantó. Y la boca se me hizo agua cuando posteriormente me enteré de que mi director español favorito, Víctor Erice, un perfeccionista nato, estaba escribiendo un guión sobre esta novela, guión que publicó con el título “La promesa de Shanghai”.

Guión, no rodado, de Erice
Entonces llegó el tremendo fiasco: como Víctor Erice quería hacer una muy buena película, como siempre ha hecho, su presupuesto no fue aceptado por el productor, que la fastidió con “j” encargando nuevo guión y dirección a Fernando Trueba, responsable final de un bodrio del que únicamente cabe salvar la actuación de Fernando Fernán Gómez (aunque un poco tópica), la fotografía y la ambientación barcelonesa de los finales 40, eso sí, con una pésima dirección de los actores adolescentes y peor actuación del ¿protagonista? Antonio Resines.

Mucho mejor: ¡la leéis!, … si os apetece, claro.

Por último un dato no superfluo: Marsé (con otros escritores catalanes, principalmente junto con Eduardo Mendoza) tienen para mí el mérito de no haber actuado servilmente con el gobernante nacionalismo catalán, atreviéndose a escribir en castellano, lo que les ha valido que la horda de aquél señor que jugaba y hacía bromas con una corona de espinas en Jerusalén, cuando ha estado en el poder les ha negado el derecho a presentarse en ferias internacionales de Literatura dentro de la representación catalana. Claro que Marsé no es de los que se calla y así ha escrito:

“No me fío de los nacionalismos ni de sus banderas, no me fío de los himnos, ni de la historia oficial, ni de sus monumentos, ni de su mística patriotera; me parecen formas larvadas de racismo, petulancia y desdicha. En su nombre se dicen sandeces, cuando no se cometen atrocidades.” Más en:

Reportaje en Informe Semanal de TVE (07.04.1984) con motivo del estreno de la película (Dir. Gonzalo Herralde) sobre su más famosa novela “Ultimas tardes con Teresa” (1965):

Un comentario sobre “El embrujo de Shanghai” en:

Amplio, ilustrado y muy bien documentado comentario de Celia Romea Castro en Cine de Literatura:

Entrevista con motivo del premio Cervantes:

Bueno, chicas y chicos cinéfilos, tanto Space Cowboys como del Brat Pack o de la tercera vía intermedia: que paséis unas magníficas vacaciones con buen Cine, Música y Literatura (y viajes, playa, montaña, tute, ajedrez, gastronomía, etc.).

Manrique

1 comentario:

  1. Un comentario tan elaborado como el que nos ha hecho Manrique sobre la obra de Juan Marsé merecía, en mi opinión,volver a leer las "Últimas tardes con Teresa", que muchos de nosotros habíamos ya leído en nuestra juventud hace, al menos, 40 años. Total que yo lo he hecho: he buscado la edición de lumen, con la famosa foto del coche y la moderna chica, en unos grandes almacenes, he comprado el libro a un precio bastante razonable y me he embarcado en su lectura...Ya lo he terminado y me gustaría añadir un par de sencillos comentarios a la docta crítica de Manrique.

    * El libro se lee muy bien y refleja magníficamente la sociedad española, especialmente la catalana, de los años 60, pero no estoy seguro que lo entienda tan bien una persona que no haya vivido aquella época. En aquellos años grises, encontrar una chica joven, rica, progre, deshinbida y catalana era algo mas que un objetivo vital para muchos jóvenes españoles. El txarnego Pijoaparte, Manolo, refleja a la perfección esa aspiración generacional de "quitarse el pelo de la dehesa" con el que gran parte de los españoles se habían criado, entrando en el reducido núcleo de la próspera burguesía catalana. Amor e interés son conceptos que muchas veces conviven a la perfección y es difícil discernir cual de ellos prevalece. ¿Cual prevalece en este caso?
    * La novela se desenvuelve en ese ambiente "progresista de salón" del movimiento estudiantil de los años 60. No sé si Marsé tendría que adaptarse a algún criterio de la censura política del momento, pero a mi me ha sorprendido la desenvoltura con la que se tratan algunos temas políticos en la novela y que, además, ésta recibiera el Premio Biblioteca Breve en 1965, diez años antes de la muerte de Franco.
    *Juan Marsé es un excelente narrador, capaz de describir con gran sensibilidad y detalle los sentimientos de los protagonistas de la novela y hacer al lector partícipe de los mismos. La novela resulta muy amena.

    Buena recomendación, Manrique. La antigua "Ültimas tardes con Teresa" ha resultado ser la más amena de las 4 o 5 lecturas de este verano. Ahora he empezado el último libro de María Dueñas, "Misión olvido", que estoy seguro que no me defraudará, pero su crítica ya la dejamos para otro momento.

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