miércoles, 17 de febrero de 2010

Conciencia contra Violencia

Castellio contra CalvinoAcabo de terminar de leer un libro que me ha causado un fuerte impacto. Se trata de “Castellio contra Calvino. Conciencia contra violencia”, de Stefan Zweig.

Cuando me lo regalaron, lo dejé un poco arrumbado. Por una parte pensaba que el tema era una simple disputa teológica del siglo XVI, lo que no me parecía demasiado interesante. Por otra, al autor lo asociaba más con novelas de mis padres que había leído en la adolescencia, y que en aquel momento no me habían gustado.

Pero cuando hube acabado otros libros pendientes, al fin me decidí a empezarlo.

Desde el primer momento me atrajo. Y no puedo dejar de recomendarlo.

El libro, más que teología, de lo que trata es del poder. Del poder puro y duro, del poder absoluto, y de todo lo que es capaz de hacer una persona para conseguirlo y mantenerlo. Y de lo que es capaz de hacer otra para tratar de impedirlo.

Pero el malo de la película no es solo Calvino, que de exiliado acogido por la ciudad de Ginebra se fue convirtiendo en el peor dictador de la historia de la ciudad. Tenemos a muchos cómplices. Desde los directos, los que compartían sinceramente sus ideas y querían implantar un estado teocrático a cualquier precio, hasta los indirectos, los burgueses ginebrinos que, por no enfrentarse a los calvinistas, les fueron dejando hacerse poco a poco con todas las parcelas del poder.

Y también hay un bueno buenísimo, como en las películas. Se trata de Sebastián Castellio, un erudito que opuso la única fuerza de la verdad, el amor y la tolerancia a la furia desatada por los calvinistas.

No voy a contar el guión, sino solo apuntar que se desarrolla en parte en torno a la historia de Miguel Servet, controvertido intelectual al que la iglesia española ensalzó como ejemplo de mártir muerto por su fe y descubridor de la circulación de la sangre, pero que en este libro es “matizado” y puesto en su contexto.

Hay una frase en la defensa que Castellio hace de Servet y que resume todo el libro: «Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre.»

Y por supuesto, tampoco voy a contar el final, ni siquiera a decir si es triste o feliz. Eso lo dejo para quienes se animen a leer el libro[1].

Arturo

[1] Por cierto, para quienes vivan en Cádiz o alrededores, lo ofrezco en préstamo si prometen devolverlo.

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