Regalar libros
Cuenta Enrique Vila-Matas, en su Dietario voluble, el conflicto que le
crea regalar un libro. ¿Qué hacer: comprar dos libros, uno para el amigo y otro
para él, o sólo uno y sufrir por no tener tan deseable libro, suponiendo
que sea un libro que no haya leído? Vila- Matas no resuelve el conflicto
que, por otra parte, a mí también me ha creado. Claro, que yo tengo un truco, casi
nunca regalo un libro que no haya leído y, por tanto, tenga de antemano.
Es muy posible que ese libro que
tanto me ha gustado sea para nuestro amigo soporífero. ¿Qué hacer? Vila-Matas
recurrió, una vez, a quedarse con el libro que había comprado para una amiga y
regalarle una lámpara, una que estaba de rebajas, por poco se la tira a la
cabeza. De aquí, deduce nuestro escritor que es peligroso regalar.
Otro problema es el título,
Vila-Matas regaló En busca del tiempo
perdido a un amigo que creyó que trataba de indicarle que había hecho
siempre el imbécil, que toda su vida había estado perdiendo el tiempo.
A mí me ocurrió algo parecido
cuando regalé Irse de casa a una
amiga con problemas conyugales, para solucionar el conflicto, en que me había
metido, tuve que contar casi todo el argumento de la novela de Carmen Martín
Gaite.
Desde entonces sigo unas normas sencillas:
libros pequeños, poco más de cien páginas, de autores no demasiado desconocidos
y, sobre todo, cuidado con los títulos. Pero esto no es suficiente, por ejemplo, no regalar Una pena en observación de
Lewis C. S. a quién ha perdido recientemente un ser querido, sin embargo, este
pequeño librito es una joya de sensibilidad, sentimientos, sufrimiento, se
puede recomendar pasado algún tiempo. En realidad consuela muchísimo.
Tardes con Margueritte de Marie-Sabine Roger, me lo recomendó una
amiga bibliotecaria, que presume de tener en su casa más de cuatro mil títulos.
Es agridulce, sólo para naturalezas muy sensibles. Sin embargo, no regalar
nunca a personas muy sensibles, Una chica
de la calle de Stephen Crain o De
profundis de Oscar Wilde.
El libro de Crain recorrió distintas editoriales que lo rechazaban sistemáticamente, por fin, el autor se decidió a publicarlo él mismo. Es tan duro, tan triste, que tuve que dejarlo y retomarlo pasado algún tiempo,sin embargo es una joya de realismo. Posteriormente a este comienzo, Stephen Crain triunfó con La roja insignia del valor, libro que podéis regalar a los amigos pacifistas.
Cuidado con los personajes que se
suicidan, no todos los lectores comprenden el conflicto, si dudáis no regaléis El sunset limited de Cormac Mc. Carthy. El diálogo entre el suicida y su salvador ocupa todo el libro e, inevitablemente nos implicamos al leerlo.
Si sabéis que vuestro amigo es un
enamorado de los libros fantásticos, el mejor sería El caballero inexistente
de Italo Calvino. La literatura fantástica despierta la imaginación como ninguna otra.
Pocos conocen Las aventuras de Arthur Gordon Pym de
Edgar Alan Poe y, sin embargo, puede encantar a los jóvenes y a los no tan
jóvenes pero que tengan espíritu aventurero. Lo mejor es el final que, por
supuesto, no voy a desvelar y que a Vila-Matas también encanta.
El coronel Chabert de Honoré de Balzac, adquirió recientemente fama
porque se vendía junto con Los
enamoramientos de Javier Marías, ya que formaba parte de la trama de éste.
Pues bien, por sí sólo es una joya literaria que habla de traiciones,
desencantos y dolor.
Madame de Mauves de Henry James, quizá no sea muy conocida pero
gustará a quién busca una lectura tranquila alejada de aventuras, como las dos
anteriores, pero no carente de reflexión. Este autor retrató a la mujer del siglo XIX como nadie.
Y, hablando de aventuras en
estado puro, la mejor novela: Tifón de
Joseph Conrad, si queréis saber lo que era viajar en barco de vapor, amenazando una tempestad, por los mares septentrional y meriodinal de China. Conrad, de origen polaco, estuvo navegando durante decadas por todos los mares en barcos ingleses hasta que se nacionalizó inglés y se dedicó a escribir.
Las encantadas de Herman Melville, no es un viaje, es un recuerdo
de un duro viaje o de muchos viajes. No creo que nadie pueda decir que no le
gusta este libro, además ha inspirado a otros autores, por ejemplo, a Claudio Magris.
Entre los autores españoles,
elegiría El adoquín azul de Francisco
González Ledesma, sorprende, se une el pasado y el presente en unas pocas
páginas llenas de amor.
Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite es una ingeniosa
novelita de esta autora, una de mis preferidas.
Seguramente que me dejo otros grandes
títulos de pocas páginas, pero está bien por hoy si buscáis hacer un regalo.
Vila-Matas es un exagerado los amigos son comprensibles, nos agradecen la voluntad
que ponemos en regalar y siempre nos disculpan algún pequeño error.
Y, por supuesto El dietario voluble de Enrique Vila-Matas, si queréis pasar un buen rato.
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