domingo, 17 de abril de 2016

La guerra no tiene rostro de mujer – Svetlana Alexiévich

Hace ya un mes que terminé este libro, y así como lo leí de un tirón, me ha costado la misma vida ponerme a comentarlo. Sobre todo porque, una vez leído, sobran todos los comentarios. De hecho, hasta casi sobran los escasos comentarios que la autora hace en el propio libro.

Para entender lo que digo, creo que basta lo escrito en la contraportada:

“Casi un millón de mujeres combatió en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, pero su historia nunca ha sido contada. Este libro reúne los recuerdos de cientos de ellas, mujeres que fueron francotiradoras, condujeron tanques o trabajaron en hospitales de campaña. Su historia no es un relato de la guerra ni de los combates, es la historia de hombres y mujeres en guerra. ¿Qué les ocurrió? ¿Cómo las transformó? ¿De qué tenían miedo? ¿Cómo era aprender a matar? 

Así, el libro está formado digamos en un noventa por ciento por las transcripción de los miles de entrevistas que realizó durante años a las combatientes que pudo localizar. El otro diez por ciento son comentarios de la autora, que en realidad no sobran sino que ayudan a poner en contexto los testimonios y nos cuentan las emociones tanto de la autora como de las entrevistadas.

Lo que más llama la atención es que el recuerdo de la guerra que tienen las mujeres que combatieron no tiene nada que ver con el de los hombres. Ellos recuerdan fechas, lugares, nombres de los mandos, número del regimiento, marca de las armas… Ellas recuerdan el miedo, la mugre, la muerte de los compañeros, los sentimientos. Como si hubieran estado en dos guerras diferentes.

El libro destapa también los motivos de la rápida victoria inicial de los ejércitos alemanes, que en pocos meses llegaron hasta las puertas de Moscú. No fue solo el efecto sorpresa, la guerra relámpago y la superioridad técnica del armamento alemán, hubo otro factor del que no se suele hablar pero que varias de las protagonistas recuerdan amargamente: La purga de oficiales realizada por Stalin en 1935, que descabezó a los mandos naturales, a los oficiales más brillantes y experimentados; a todos, en fin, los que Stalin consideró que en algún momento podrían rebelarse contra él. Y fiel a su paranoia, se ocupó de que las unidades militares no dispusieran de munición abundante.

Así, cuando el 22 de junio de 1941 cuatro millones de soldados alemanes lanzaron un ataque sobre la frontera rusa, desde el Báltico hasta el Mar Negro, no había enfrente un verdadero ejército que se le pudiera oponer. No fue hasta la llegada conjunta de uno de los inviernos más crudos de la historia, y de los refuerzos siberianos, acostumbrados a vivir en condiciones de frío extremo, cuando los alemanes no solo se vieron frenados en su avance sino que empezaron a retroceder.

Pero ya estoy asumiendo el papel masculino en el relato de la guerra: fechas, números, datos. Cedo la palabra a las mujeres, que nos cuenten ellas sus sentimientos: el miedo, la alegría, el asco, el horror:

“No se imagina lo difícil que es matar a un ser vivo […] Es difícil… Matar es más difícil que morir”

“De la guerra no recuerdo gatos ni perros. Solo recuerdo ratas. Ratas grandes… Con unos ojos de color amarillo y azul… Las había a mares.”

“Fuimos a la oficina de reclutamiento, entramos por una puerta y salimos por otra: me había hecho una trenza pero salí de allí sin ella… Sin la trenza… Me cortaron el pelo al estilo militar… También dejé allí mi vestido.”

“Viajábamos, por todas partes yacían los muertos, tenían las cabezas rapadas y verdes como las patatas cuando les da el sol. Estaban esparcidos como patatas… Iban en plena carrera y cayeron allí mismo, sobre el campo labrado… Como unas patatas…”

“Sin embargo, éramos felices. ¡De pronto hice tantas amigas! Eran tiempos difíciles, pero no nos desanimábamos.”

“Yo era una niñita de mamá… Nunca había viajado fuera de mi ciudad, nunca había dormido en casa ajena, y de pronto me había convertido en la medico subalterna de una batería de morteros. ¡Lo mal que lo pasaba!”

“Al final de la jornada, por la noche, teníamos sangre en el pelo, traspasaba las batas y llegaba al cuerpo, empapaba los gorros y las mascarillas.”

“Ardían los bosques y los campos… Humeaban los prados. Vi perros y vacas quemados… Un olor insólito. Desconocido. Vi… los barriles con los tomates y las coles quemados. Ardían los pájaros. Los caballos… Todo… Había que acostumbrarse a ese olor…”

“¡Por fin estábamos en su tierra… Lo primero que nos sorprendió fue la calidad de sus carreteras. Unas casas de campesinos enormes… Macetas, cortinas bonitas incluso en los cobertizos. En las casas había manteles blancos. Una vajilla de calidad. Porcelana. Allí fue la primera vez que vi una lavadora… No lográbamos entenderlo: ¿si allí vivían tan bien, para qué hacer una guerra?”

“Usted es escritora. Invéntese algo. Algo bonito. Sin parásitos ni suciedad, sin vómitos… Sin olor a vodka y a sangre… Algo no tan terrible como la vida.”

Podría seguir copiando frases durante horas, pero prefiero que leáis el libro y saquéis vuestras propias conclusiones. Si queréis saber algo más, ahí van algunos enlaces:

http://www.elcultural.com/revista/letras/La-guerra-no-tiene-rostro-de-mujer/37260

http://cultura.elpais.com/cultura/2015/10/08/actualidad/1444317537_050436.html

https://lajungladelasletras.com/2016/01/22/la-guerra-no-tiene-rostro-de-mujer/

1 comentario:

  1. En la noche del pasado viernes, realmente ya en el sábado puesto que empezó las 00:20, en TVE 2 emitieron el reportaje histórico “Apocalipsis: Stalin, el amo del Mundo”, capítulo perteneciente a la prestigiosa colección divulgativa, no serie, francesa “Apocalipsis”, dirigida por Isabelle Clarke y Daniel Costelle, que anteriormente ya había tratado en una docena de capítulos las Guerras Mundiales.

    Aunque era tarde, me quedé a verlo y no lo lamento por el interés de sus imágenes y viveza de su contenido, muy eficazmente elaborado y dirigido a un público generalista, no necesariamente experto en Historia.

    Escribo esto porque en ese capítulo se reproduce en la voz en off de una rusa, sargento de comunicaciones de la que se da el nombre, que no sé transcribir, justamente el penúltimo comentario que cita Arturo en su muy interesante reseña.

    La buena noticia es que, si os interesa ver el reportaje completo (de 51 min, la cita en off va a partir del minuto 46), opción que os aconsejo vivamente, lo podéis hacer en “abierto”, desde RTVE.es “A la carta” a través de vuestro ordenador o tv “inteligente”, pero sólo hasta el 22 de abril (no aclaran si el límite es a las 00:00 o a las 24:00). El enlace directo es http://www.rtve.es/alacarta/videos/documaster/documaster-apocalipsis-stalin-amo-del-mundo/3571340/

    Una pequeña precisión apoyando el comentario de Arturo respecto al debilitamiento de los mandos del Ejército Rojo tras las tremendas “purgas” de Stalin entre 1935 y 1939, que representaron (según Malcolm Mackintosh, ex oficial de enlace británico ante el Alto Mando del Ejército Rojo, responsable del capítulo “Las fuerzas soviéticas antes de la Operación Barbarroja” de la “Historia de la Segunda Guerra Mundial” Purnell-Rizzoli-Noguer):
    De 5 Mariscales existentes, “desaparecieron” 3. De 15 Comandantes de Ejército, 13. De 85 Comandantes de Cuerpo de Ejército, sólo permanecieron 28. De 195 Generales de División, fueron “purgados” 110. De 406 Generales de Brigada, tan sólo continuaron activos 186.

    Y, finalmente, únicamente subrayar, por si alguno no ha caído en ello, que Svetlana Aleksiévich es la última Premio Nobel de Literatura, que junto con este libro tiene otro, editados ambos casi a la par en España con motivo de dicho galardón,”El fin del «Homo sovieticus”, que por las reseñas amenaza con ser tanto o más impactante por tratar del terror estalinista contra su mismo pueblo. Crítica conjunta de ambos libros en http://www.abc.es/cultura/cultural/abci-cronicas-infierno-201512232057_noticia.html

    Habrá que leerlos, Amigos, porque creo que se trata de Literatura que no sólo entretiene, también educa y mejora a los que la lean(mos) y aprendan(mos) de las lecciones del pasado.

    Manrique

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