lunes, 25 de septiembre de 2017

"Los desafíos" en La 2 esta noche, 48 años después.



Queridos Cinéfilos:

Con 19 años empezaba a ser consciente de que estaba infectado de cinefilia crónica, hasta el grado de pensar simultanear mis estudios en marcha en la ETSIN,  donde ya llevaba dos años, con la aventura de intentar entrar en el nuevo curso en la EOC (Escuela Oficial de Cinematografía) para llegar a ser ... Director de Cine (desde luego ni hablar de considerar ninguna de las otras cuatro especialidades que allí se impartían: Guión, Montaje, ¿Cámara? y Decoración, creo recordar; la juventud nos hacía ambiciosos y poco realistas).

Afortunadamente para mi equilibrio mental, y hasta físico, futuro no aprobé el muy selectivo examen de entrada para conseguir una de las 12 plazas disponibles para unos 250 prematriculados (desproporción que sólo pude constatar tras pagar los derechos del examen de ingreso y salir las listas de convocados)... por lo que traté de combatir el correctivo a mi orgullo por el fracaso yéndome al cine, por supuesto a uno de los de "Arte y Ensayo" (de los que ya os he hablado, jovenzuelos del Brat Pack) y, por las fechas, con alta probabilidad pudo ser que entonces cuando viera "Los desafíos", película que ganó la Concha de Plata en el Festival de San Sebastián de aquel verano de 1969, producida por Elías Querejeta y compuesta por tres episodios independientes, dirigidos respectivamente por los debutantes, provenientes de la EOC, Claudio Guerín, José Luis Egea y Víctor Erice (este último llegaría a ser una década o 15 años después, con "El espíritu de la colmena" y, sobre todo, con "El Sur", mi director español favorito y ... No lo voy a repetir, creo que yo os he hablado de él otras veces).

¿Que qué me pareció?. Con mi escasa experiencia de la época y todavía en los rebufos del 68 (en cuya "movida" no participé, como casi nadie de la ETSIN, que para eso estaba y está situada en la periferia de la Universidad, aunque parece ser que el 99 % del resto de los estudiantes de esa época sí lo hicieron, según presumen) lo primero que me llamó la atención fué la explícita carga política antiamericana que impregna la película, muy especialmente los dos primeros episodios, en los que colisionan la juventud, chulería y empuje de americano (yankee) con el orgullo de maduro macho hispánico, de ahí la congruencia con el título, con el catastrófico resultado que cabe suponer, especialmente cuando el coguionista común con cada uno de los tres jóvenes directores en sus respectivos episodios no fue otro que el maestro Rafael Azcona, experto dispensador de mala baba crítica. Tanto Guerín como Egea filman sendas historias con genes heredados de las pinturas negras de Goya.

He de admitir que Erice es el responsable de la historia menos explícita e hispánica, hasta permitiéndose dar un papel a un mono, literal, en el episodio que cierra la trilogía.

Actúan, muy bien, el matrimonio real Rabal-Balaguer y su hija Teresa, haciendo exactamente de los mismos, un matrimonio acomodado con una hija enamorada de un piloto americano de la base de Torrejón de Ardoz, en la primera historia, en la segunda Alfredo Mayo como dueño de una ganadería de toros bravos (perfecta metáfora) casado con Julia Gutiérrez Caba se enfrentan a una pareja americana de jóvenes mochileros que visitan España. En ambos episodios el americano es Dean Selmier.

Excelente la fotografía de Luis Cuadrado, el mejor cameraman de la época. Se quedó ciego y murió muy pocos años después. No fué el único: en 1973 también murió Claudio Guerín, con 34 años, al caerse de la torre de una iglesia en Noia, Galicia, cuando terminaba el rodaje de "La campana del infierno".

El caso es que hoy a las 22:00 en La 2, en el programa diario de la Historia de Nuestro Cine, con una rápida presentación previa de diez minutos, van a emitir "Los desafíos" y escribo esta opinión por la añoranza propia de un caduco Space Cowboy que trata de vender una película de hace 48 años. ¿Apreciable documento vintage o rollo trasnochado?.

Espero que más bien resulte lo primero, aunque sea la obra primeriza de tres jóvenes directores.

Manrique

sábado, 23 de septiembre de 2017

La vieja amiga

Tánger es para mí como una de esas amigas de toda la vida, con las que puedes pasar meses sin hablar pero que cuando te la vuelves a encontrar retomas la conversación como si solo hubieran pasado unos días. Una amiga a la vez familiar y extraña, previsible y sorprendente, que en cuestión de segundos puede pasar de ser absolutamente cálida a infinitamente gélida. Un día juras no volver a visitarla, y al poco estás deseando regresar.

Llegando de Cádiz, su hermana al otro lado del Estrecho, te entra una cierta tristeza. Son dos ciudades tan parecidas como diferentes, entre las que poco a poco va creciendo la distancia, la lejanía, el extrañamiento. Lo que antes era tan cercano como Ceuta se va haciendo cada vez más desconocido, más atemorizante ¿Perderemos algún día el recuerdo de nuestra ciudad vecina?

Hay quien dice que Tánger no cambia ni cambiará nunca, que sigue anclada en el pasado, de espaldas al futuro. Nada más equivocado, en mi opinión. Tánger me parece la encarnación del principio hindú de la Trimurti: Creación – Transformación – Destrucción. A la misma velocidad con la que surgen nuevos barrios, nuevas circunvalaciones, nuevos puertos (tres en pocos años) se transforma lo que ya existe.

Quizás la Kasbah, la antigua alcazaba, sea un buen ejemplo; después de pasar por sucesivos períodos de gloria y de miseria, está sufriendo un proceso de cambio que haría palidecer a los teóricos de la gentrificación. Por todas partes se mezclan los edificios en ruina inminente o en franco abandono con otros en los que cuadrillas de albañiles se afanan en consolidar cualquier vestigio del pasado o en reconstruirlo con más o menos imaginación.


Pero el destino de estas casas imposibles, llenas de escaleras empinadas, de patinillos mínimos, de zaguanes en zigzag, no es acoger a los habitantes tradicionales del barrio. En unos casos se transforman en viviendas de lujo para propietarios extranjeros, que les ponen nombre exóticos (Dar Zero, Dar Lola) y las visitan solo ocasionalmente; en la mayoría de las ocasiones pasan a ser alojamientos turísticos en sus diversas especialidades: hotelitos con encanto, apartamentos atendidos, pisos en alquiler informal vía internet…

Y allí se alojan, nos alojamos, los turistas de las viejas potencias coloniales: España, Francia, Inglaterra, Alemania… En cambio, los nuevos amos del imperio no se atreven a perderse por este laberinto de callejuelas. No verás por la parte alta de la ciudad a rusos, chinos ni norteamericanos, que en general llegan en cruceros y visitan la ciudad en grandes grupos. Grupos que adquieren el aspecto de un rebaño de ovejas, siguiendo obedientes a su guía-pastor y atemorizados por los lobos que los acosan tratando de venderles recuerdos horrorosos, de esos que desearías olvidar rápidamente; de arrastrarlos hasta algún restaurante “típico” de precios desorbitados; de meterlos en un taxi para llevarlos a otro sitio, el que sea, siempre más bonito y auténtico que el punto de partida.
Cuando se detienen en una plazuela como la del Zoco Chico, asustados, aturdidos, parecen una caravana asediada por los indios. Agrupados al máximo para presentar un frente compacto, con los miembros más débiles protegidos en el centro, mientras los comanches dan vueltas a su alrededor armados con camellos en miniatura, manos de Fátima y alfombras bereberes.

[…]

Desde la azotea de nuestro hotel, convertida en sede de interminables desayunos y plácidas sobremesas, miro a través de las aguas siempre revueltas del Estrecho hacia las costas españolas que se acercan y se alejan según dictan la bruma, la calima y la política. Con un ferri cada hora, a solo cincuenta minutos de travesía, podrían servir de lazo de unión, de vínculo entre estas dos orillas simétricas. Pero año tras año las aguas se van haciendo más profundas, más oscuras, más mortíferas. En la actualidad resulta más viable transportar a través de ellas cien kilos de hachís que a una persona sin papeles. Se estima que unas trescientas mueren cada año tratando de cruzar, de escapar de la miseria y la violencia infinitas de África hacia la riqueza, aparentemente inmensa, de nuestra Europa cada vez más hermética e insolidaria.

[…]

En la medina de Tánger es más fácil fumarse una pipa de kif que beberse una cerveza, aunque el kif esté prohibido por la ley y la cerveza está permitida, al menos para los no musulmanes. Contra el alcohol juegan dos fuerzas poderosas, quizás las más poderosas del mundo: la religión y el dinero, pero no sé cuál de las dos es la responsable de la ley seca que funciona de facto en la mayoría de los establecimientos de hostelería. ¿No hay cerveza por los impuestos muy elevados o por la presión social de imames y vecinos fundamentalistas? Algunos datos nos pueden ayudar: El impuesto sobre el alcohol oscila entre 1 dirham por litro para la cerveza y hasta 60 para algunos destilados; las grandes cadenas de hipermercados han retirado el alcohol de sus estanterías “para facilitar las visitas familiares”. En la mayoría de los cafetines y restaurantes hay que conformarse con beber Oulmés, la omnipresente agua con gas.

[…]

Cualquier recorrido desde la Kasbah hasta el Zoco Chico trae un nuevo descubrimiento. Aunque en los últimos tiempos se han instalado flechas indicativas de los principales puntos de interés, nunca he conseguido reproducir exactamente el trayecto de la víspera. Tiendas que abren o que cierran, callejones desconocidos que te invitan a adentrarte por ellos, patios sin salida, cafetines donde hippies y ancianos fuman una pipa de kif; todo conspira para desviarte de tu ruta. Cien veces me he perdido en la medina, pero todas, absolutamente todas, he conseguido llegar a mi destino, o si no he encontrado un nuevo destino mejor que el original.

Solo hay un lugar, en el extremo noroeste de la medina, al que nunca he sido capaz de llegar: la tumba de Ibn Battuta. Tengo especial interés en rendirle homenaje a este infatigable viajero, nacido en Tánger en el siglo XIV y que viajó durante veinte años por el centro y norte de África, el sur y el este de Europa, Oriente medio, la India, Asia central, el sureste asiático y China, y que luego dictó sus recuerdos a un escribiente granadino para ilustración del sultán.

La tumba aparece señalizada en mapas y rótulos callejeros, pero el punto exacto, el callejón perdido en el que se supone que reposa el viajero, no lo he encontrado nunca. Hasta el GPS se volvía loco cada vez que aparentemente conseguía llegar a pocos metros de mi mítico objetivo.

No sé si la tumba distorsiona los campos magnéticos, o es que sobre mí pesa una maldición que, como a Ulises, me obliga a seguir buscando indefinidamente mi destino, pero me temo que nunca podré ver esa tumba que, según dicen, me sigue esperando en Tánger.

A donde sí que conseguí llegar al primer intento fue a otra de esas sorpresas que te depara Tánger en los momentos más inesperados: El Palacio de las Instituciones Italianas. Fuera de la ciudad vieja, a un kilómetro del Zoco Grande, se alza este centro cultural ubicado en un parque de más de treinta mil metros cuadrados. El edificio principal es un palacio construido hace más de cien años como residencia del ex sultán Moulay Hafid, y comprado en 1927 por el gobierno italiano para sede de la Escuela Italiana. El palacio impresiona por su tamaño y su rica decoración: Ordenado en torno a un amplísimo patio principal, cuenta con cincuenta habitaciones, nueve cuartos de baño, pabellones para invitados y, sobre todo, cuatro salones ricamente decorados al estilo árabe.

En 2006 se restauró el palacio, que en la actualidad es la sede de numerosas actividades culturales de alto nivel, como el Salón Internacional del Libro, el festival de música latina Tanjalatina, las Noches del Mediterráneo y el festival de jazz Tanjazz, verdadero motivo de este viaje organizado junto con un grupo de amigos.

El festival, al que este año han acudido nada menos que veintiséis grupos de diferentes países y que cuenta con un público fiel y entusiasta procedente sobre todo del norte de Marruecos y del sur de España, se reparte por siete escenarios dentro del complejo, más una carpa frente al puerto reservada para las actuaciones gratuitas.

Su alma es Philippe Lorin, un parisino de ochenta y ocho años que se instaló en Tánger en 1994, presidente de la fundación Lorin y verdadero agitador cultural. Creador del museo que lleva su nombre sobre la época internacional de la ciudad, fundador de Tanjazz de Tanjalatina y de un taller de música para la reinserción de niños no escolarizados, creador y actor de La Comedia de Tánger, hace años escribía sobre la ciudad a la que se ha dedicado en cuerpo y alma:

 “Esta ciudad ha caído a lo más bajo de lo más bajo. Pero yo amo las ciudades arruinadas como Tánger, Trieste o Alejandría”

Para sacar a Tánger de la apatía cultural en la que se había sumido, Philippe no ha dudado en aportar su tiempo, su esfuerzo y su dinero. Año tras año, al finalizar Tanjazz declara que es la última vez que organizará el festival; que si nadie lo releva lo dejará morir. Pero afortunadamente, también año tras año es incapaz de cumplir su amenaza y vuelve al pie del cañón, presentando impecablemente trajeado cada jornada del festival.

Pero Tanjazz no es solo un evento musical. Durante cuatro días el palacio se transforma en el centro de la vida tangerina, en el punto de encuentro de viejos y nuevos amigos, en el lugar en el que mirar y ser mirado. Nadie que tenga un papel siquiera mínimo en la vida cultural de esta ciudad puede faltar a la cita. La juventud más rabiosamente moderna, los hipsters más hipsters, la izquierda divina, los artistas de todas las especialidades y los viejos culturetas se dan cita aquí con la colonia extranjera al completo, con los amigos venidos para la ocasión del otro lado del Estrecho, con los activistas de todas las causas perdidas o ganadas.


Es un espacio de libertad al que por supuesto que se va a escuchar música, pero también a comer, a bailar, a beber, a ligar, a charlar. Desde las ocho de la tarde hasta ¿las 3? ¿las 4? ¿las 5? No conseguí averiguarlo, cada noche me rendía el cansancio mientras la fiesta seguía imparable.

[…]

El sábado, que pensábamos dedicar a recorrer los principales puntos del barrio judío, nos encontramos con un inconveniente insalvable: era sábado. El sabbath, el día que los judíos dedican a la oración, y en el que su religión les prohíbe cualquier actividad productiva. No pueden, por ejemplo, cocinar, y de las ollas que dejaban desde la víspera borboteando arrimadas al fogón, cociendo muy lentamente durante horas y horas, dicen que surgieron nuestros pucheros.

Lo malo era que tanto la sinagoga como el cementerio estaban cerrados, para nuestra sorpresa. En los países más rigurosamente cristianos si algo abre el domingo son precisamente las iglesias y los cementerios.

Como no hay mal que por bien no venga, en el tiempo ahora sobrante descubrimos un lugar donde pecar simultáneamente contra dos o tres religiones: una de las pocas tascas que quedan en Tánger, el antiguo Gregory’s Pub, reconvertido en bar de tapas y rebautizado como “La tasca de Pepe Ocaña”, en los bajos del edificio España. No en la fachada que da al céntrico y concurrido Boulevard Pasteur, sino en la otra, más discreta, la que se abre a la calle Jabha El Duatania. Un local mínimo, oculto tras una cortina de tiras de plástico, en el que nada más entrar nos sentimos como en casa: con algo del “Échate p’a allá” del Puerto (por el tamaño), del “Veedor” de Cádiz (por las tapas) y de cualquier pub de los de antes (por la escasa iluminación artificial y la total ausencia de ventanas). Sin música que te distraiga de la conversación y con la tele puesta a media voz en el noticiero de La Cuatro, por el que nos enteramos de la última bomba de Londres. Con la primera consumición, en mi caso un cabernet-sauvignon de elaboración marroquí, me ponen un platito de aceitunas variadas, seguido sin prisa pero sin pausa de otras tres tapas obsequio de la casa: media docena de pijotitas fritas, unas papas aliñás con piriñaca y una pavía de japuta. Y cada nueva copa de vino viene acompañada de una o dos tapitas más: paella, pinchito de pollo al curry, filetito de hígado a la brasa…

En la barra conviven sin problemas al menos tres idiomas: árabe, español y francés. No es difícil trasladarse con la imaginación a la época de la administración internacional, a los felices años veinte y a los no tan felices treinta.

[…]

Un paseo por el mercado municipal nos hace retroceder en el tiempo. Ya no hay aguadores, la exótica figura retratada por todos los pintores románticos que visitaron Marruecos, pero siguen en su puesto los carniceros con todo su muestrario de pezuñas, cabezas, corazones, tripas y otras vísceras cuyo nombre desconozco; los pescaderos con rayas y cazones, bonitos y morenas, congrios y cabrachos y las sardinas más frescas que he visto en mi vida; los especieros con sus montañas de colores cual paisajes de otro planeta, con cúrcuma y jengibre, pimienta y cardamomo, piel seca de granada y aceite de argán; las tiendas de encurtidos con no menos de veinte variedades de aceitunas aliñadas, con limones confitados, con tápenas y caparrones; los cesteros, los hojalateros, los pasamaneros, los vendedores de legumbres, de carbón, de huevos y de gallinas, a las que pesan en vivo y matan en directo para que te las lleves recién desplumadas y desangradas como manda el Corán.


[…]

El domingo nuestro grupo se dividió en dos; yo me apunté a recorrer el inacabable mercado de Casabarata, a cuatro kilómetros del centro, sobre el que ya he escrito en otras ocasiones y del que es difícil salir sin haber comprado nada. Uno de mis compañeros fue el primero en caer, y se llevó un juego de medidas de peltre, una colección de jarras de un litro, medio, cuarto y octavo, por el que el vendedor empezó pidiendo ciento cincuenta dírhams, para subir a doscientos cincuenta en cuanto insistimos en un descuento, y acabar aceptando a regañadientes dejarla en “solo” los ciento cincuenta iniciales.
Tentados estuvimos de comprar un sillón del más puro estilo Almodóvar. Inspirado en los modelos de Manolo Blahnik, reproducía en poliéster rojo y falso terciopelo negro un zapato gigante de taconazo y plataforma. Menos mal que desistimos, porque aunque estaba muy bien de precio y nos ofrecían el transporte gratuito hasta el hotel, no creo que nos lo dejaran pasar por la frontera de Tarifa. Más que nada, porque el aduanero nunca se creería que lo habíamos comprado como objeto decorativo, y sospecharía que era una simple tapadera para cualquier producto ilícito.

[…]

Justo debajo de la terraza del hotel está el nuevo puerto pesquero, aparentemente terminado pero misteriosamente pendiente de inaugurar. ¿Se habrá cortado la financiación de los Emiratos? ¿Se llegará a construir el teleférico entre el puerto y la Kasbah? ¿Y las mil doscientas plazas hoteleras en el antiguo puerto pesquero? La samah Allah! (Dios no lo quiera).

Quizás todo el problema esté en cualquiera de las innumerables trabas burocráticas que cuanto más corrupto es un país más dificultan su desarrollo. Si fuera periodista investigaría todo esto, aunque me imagino el resultado viendo lo ocurrido con TangerMed, el gigantesco puerto de mercancías inaugurado hace diez años a cincuenta kilómetros de Tánger, y que pretendía desplazar al de Algeciras en el tráfico internacional de contenedores. Previsto para mover ocho millones y medio de TEU al año, hoy en día se ha estancado en solo tres millones, mientras que el de Algeciras anda por los seis millones, y subiendo.

En cualquier caso, en la construcción de todas estas infraestructuras ha ganado mucho dinero mucha gente. La mayoría (del dinero, no de la gente) sin demasiado esfuerzo: empresas constructoras, bancos, políticos corruptos. Algo de todo esto puede haber pasado con la nueva, inútil y carísima terminal de contenedores de Cádiz.

Que por algo somos ciudades hermanas. Para lo bueno y para lo malo.

Nota: Si queréis leer mis notas sobre viajes anteriores a Tánger, podéis pinchar aquí o aquí.

jueves, 21 de septiembre de 2017

"Dunkerque” (2017): Christopher Nolan abandona los caballeros oscuros, los agujeros negros (lo que parecía imposible) y otras empanadas mentales para recrear magistralmente la evacuación militar de Dunkerque



Queridos Cinéfilos:

Christopher Nolan no ha tenido muy buenas críticas en este Foro. La primera vez en diciembre de 2006, vamos en nuestra prehistoria, Samuel opinó sólo regularmente sobre “El truco final” (The Prestige) y yo lo hice, muy negativamente, sobre “Interstellar” con ocasión de su estreno en 2014. No me consta que alguna otra vez le hayamos citado (o no lo encuentra nuestro “buscador” por su nombre).

El caso es que este verano, estando ya de vacaciones fuera de Madrid, me sorprendió la noticia del estreno de su última película, la gran producción “Dunkerque”, de cuya existencia yo no tenía la menor noticia previa, que obviamente narra la “exitosa” evacuación hacia Inglaterra (si tal calificativo le es aplicable militarmente, que parece que sí, al menos según el dicho “una retirada a tiempo es una victoria”) de los supervivientes (trescientos y pico mil hombres) del cuerpo expedicionario británico destacado desde meses atrás en el norte de Francia para ayudar al ejército galo contra un esperado ataque de la Wehrmacht, mas unos 80.000 soldados franceses, que en un inmediato futuro nutrirían la creación de las fuerzas de la Francia Libre al mando del General De Gaulle, cuando éste no aceptó la rendición nacional que firmaron, ante el Tercer Reich, las autoridades de la República Francesa con la aprobación del Mariscal Petain, héroe y máximo responsable, que fue, en la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial 22 años antes.

Tras este preámbulo, que casi nunca soy capaz de evitar, paso a calificar “Dunkerque” como técnicamente excelente, comparable y hasta superior en su descripción de la batalla (y destacadamente de los sentimientos y sufrimientos de los soldados y de los “cooperantes civiles voluntarios” ingleses) respecto a la también sobresaliente “Salvad al soldado Ryan”, comparación “simétrica” ya que esta última narraba en su arranque el desembarco aliado en Normandía mientras aquélla lo hace con el reembarco ocurrido casi exactamente cuatro años antes, en la operación bautizada por el alto mando británico como “Dinamo”.

Los medios técnicos empleados por Nolan, desde los aviones, los míticos cazas Spitfire de la RAF frente a los no menos famosos Messerschmitt BF109 y los bombarderos Heinkel 111 de la Luftwaffe en los combates aéreos, realistas a más no poder (superan a los de la también extraordinaria película de finales de los 60 “La Batalla de Inglaterra”), hasta la descripción de cómo se sufre (supongo, claro) un torpedeamiento desde el interior de un buque o el pavor ante los bombardeos en picado de los Stukas (que hasta llevaban incorporada una sirena para aterrorizar a sus objetivos, la apodaron "trompeta de Jericó"), se han aplicado con exquisita precisión y con un lujo de pequeños detalles de guión y figuración que, lamentablemente, no tengo nada claro que sea apreciado por un alto porcentaje de los espectadores poco expertos en temas militares.


El Me-109 "sevillano" listo para "Dunkerque"
No me resisto a señalar una anécdota respecto a los aviones que aparecen en esta película: Nolan ha querido utilizar lo mínimo posible la simulación numérica (que no “canta” en absoluto cuando se haya empleado, inserción que yo no he podido detectar, esta película no es “Pearl Harbor”, gracias a Dios) y para los combates aéreos ha contado con dos o tres Spitfire reales y sólo con un “casi” Me-109, fabricado en Sevilla en su día conforme a la licencia alemana de 1943 aunque, como fue de los últimos producidos, incorporaba algunas modificaciones, siendo la más importante montar un motor ¡¡Rolls-Royce!!, aparato que, tras ser dado de baja en el Ejército del Aire, fue adquirido en subasta por la firma Spitfire Productions en 1968 para utilizarlo en el rodaje de “La Batalla de Inglaterra” (en la que también participaron dos Heinkel 111 procedentes de nuestra aviación, de los que uno se estrelló con su tripulación española, noticia que recuerdo haber leído en la prensa de aquellos años). Los datos del citado caza “made in Spain” los he hallado en un curiosísimo artículo del ABC de Sevilla Un avión sevillano se cuela en la película ‘Dunkerque’”


El yate de Rylance al rescate de soldados británicos 
Quizá el mayor homenaje contenido en la película lo sea a un relevante hecho perfectamente documentado: se rinde a los centenares de pequeñas embarcaciones civiles (pesqueros, yates, etc.) que, respondiendo a la llamada agónica del gobierno británico, acudieron desde la costa sur inglesa a Dunkerque como único y último medio para poder transportar a los centenares de miles de soldados a través del Canal de la Mancha, ya que con su muy escaso calado sólo ellas podían acercarse a las playas a embarcar “a sus chicos de vuelta a casa”, porque, bombardeado el puerto, tan sólo se contaba con un único espigón-muelle en las playas en donde podían atracar buques de cierto porte, no más allá de muy modestos mercantes y de destructor para abajo en el caso de los de guerra, por lo que resultaba absolutamente insuficiente para el enorme número de soldados a evacuar que, eso sí, tuvieron que abandonar todo el material militar en las playas, salvo las armas portátiles.


Mark Rylance a la caña de su yate
Y en esa subtrama es donde interviene el mejor actor en toda esta coral película, al menos en mi opinión: Mark Rylance, vamos el que representaba al agente soviético en “El puente de los espías”, película que aquí comentamos Ana, Arturo, José Ramón, Rogelio y yo, con la que Rylance (hasta entonces no muy conocido, por lo menos por mí) ganó muy merecidamente su Oscar como actor secundario. En “Dunkerque” es el patrón de un pequeño yate de madera, ferviente patriota que, con su hijo y un joven grumete, no duda en echarse a la mar cruzando el Canal para rescatar a una docena de soldados, o todos los que muy apretados quepan en su poco más que bote. Se puede argumentar que posiblemente su carácter se pinta demasiado prototípicamente ejemplar, pero es que lo que cuenta la película es realmente inusual: que una masa de pequeños barcos se arriesgaran a meterse en aquella peligrosísima aventura bélica para salvar a “sus muchachos” y, claro, para que éstos les defendieran en el muy previsible siguiente round del combate, el intento de invasión de las Islas Británicas por parte del ejército nazi. De las 933 embarcaciones de todo tipo que participaron en la evacuación, fueron hundidas 236 y 61 fueron seriamente dañadas (Popular Mechanics).


James D'Arcy y Kenneth Branagh en el espigón
Es necesario subrayar que la generalidad de los numerosos actores (no hay actrices, tan sólo cuatro o cinco figurantes femeninas como enfermeras o auxiliares que no actúan más que unos segundos, sin casi una frase en el guión) del numeroso elenco coral lo hacen muy bien y que incluso algún famoso actor (y director), Kenneth Branagh, acepta participar en un pequeño papel como capitán de fragata de la Royal Navy al mando de las operaciones de embarque en el citado espigón de la playa de Dunkerque (como curiosidad: a su interlocutor del ejército de tierra lo representa el actor James D’Arcy, que hacía de segundo de a bordo de la fragata Surprise en “Master and Commander”).

Voy a exponer mis escasos “peros” a la película:
  • Echo de menos que no haya una enriquecedora y necesaria secuencia en la que se mostraran las dudas del gobierno británico y de su recién nombrado primer ministro, Winston Churchill, a la hora de decidir cómo resolver esa dramática situación y recalcar la absoluta excepcionalidad de la angustiosa medida de enviar todos los barcos disponibles para no perder a más de 300.000 soldados ya entrenados y con experiencia en el frente.
    Tres Spitfire de la RAF hacia el combate
  • En los combates aéreos da la sensación de que unos cuantos cazas de la RAF batieron por goleada a los cazas alemanes, supuestamente mucho más numerosos. No había tal desproporción de fuerzas de cazas, sino más bien casi al revés, ya que los británicos tenían sus bases aéreas de toda la vida en el sur de Inglaterra (que era por donde a ese país siempre le habían amenazado todos sus enemigos, razón por la cuál la mayoría de su fuerza aérea estaba basaba en el sur) y consecuentemente muy cercanas al área de combate, mientras que los alemanes acababan de invadir Holanda, Bélgica y Francia y, por lo tanto, seguían operando desde sus bases habituales, mucho más lejanas, siendo la autonomía de los cazas en esa época bastante limitada. Cuando mes y medio después Hitler decidió invadir Inglaterra y ordenó como paso previo indispensable que la Luftwaffe barriera del cielo del sur de la Isla a la RAF, comenzando la llamada Batalla de Inglaterra, los aviones alemanes ya volaron directamente desde bases en el norte de Francia y Bélgica acondicionadas a marchas forzadas. A pesar de ello, sobre los cielos ingleses siguió habiendo un mayor número de cazas de la RAF intentando derribar los bombarderos de la Luftwaffe que los de su correspondiente escolta, especialmente porque los pilotos británicos (más algunos franceses, polacos y voluntarios americanos que se les habían unido) podían operar casi desde el mismo momento de su despegue sin gastar tiempo y combustible en desplazarse desde mayores distancia y además eran capaces de reincorporar a sus pilotos derribados, si sobrevivían en buen estado, mientras que sus contrincantes eran hechos prisioneros en el suelo y para ellos se acababa la guerra. Si conseguís ver “La Batalla de Inglaterra”, lo que aconsejo firmemente, creo que os interesará mucho.
    Colas de infantes británicos esperando embarcar
  • No tengo nada claro que ni un 10% de los espectadores tengan previamente una información básica de los antecedentes inmediatos de la situación militar y por qué y cómo se había formado una bolsa con 400.000 soldados cercados contra el mar. Desde luego, la información que ofrece la película al respecto es absolutamente insuficiente.
  • En la película se cita en un momento un hecho que, incluso actualmente, no tiene respuesta clara: ¿por qué Hitler tomó la inaudita decisión de ordenar a sus fuerzas acorazadas que detuvieran el ataque contra la bolsa permitiendo el reembarque?. La posible respuesta que da la película es inverosímil, ya que las fuerzas británicas estaban totalmente derrotadas y sin material ni posibilidad de establecer defensas fuertes contra los panzer alemanes.
  • Finalmente, creo que es una carencia importante del guión no haber introducido alguna intervención, naturalmente minoritaria, de personajes alemanes.

Y no debo omitir destacar unos méritos adicionales de la película:
  • Su magnífica fotografía, montaje y ritmo.
    Ken Sturdy, veterano de Dunkerque
  • La “verosimilitud” y fidelidad histórica que parece tener la el guión. Algunos veteranos, todavía vivos, de esta evacuación han tenido la oportunidad de verla. Según “Global News”, Ken Sturdy, veterano combatiente en Dunkerque, de 97 años, galés, actualmente residente en Calgary, declaró tras ver el film: "Nunca pensé que lo vería de nuevo. Fue como estar allí otra vez. No tenía mucho diálogo. No necesitaba de ningún diálogo porque contaba la historia visualmente y era muy real".
  • La excelente musica original de Hans Zimmerman y la ambientación sonora, absolutamente envolvente e impactante.
Unas últimas consideraciones:
  • Aclaro que esta película creo que es la cuarta rodada específicamente sobre la retirada de Dunkerque, tras: “Dunkerque” GB 1958, “Fin de semana en Dunkerque” Francia 1964 y “De Dunkerque a la victoria” Italia 1979. No he visto ninguna de las tres, aunque la primera parece ser la más prometedora.
  • En la interesante película, aquí comentada, “Expiación” de Joe Wright GB 2007, se incluía un pasaje relevante de la historia que se desarrollaba en la playa de Dunkerque durante la batalla.
  • Y ya desde mi particular punto de vista como muy aficionado a la Historia, quiero subrayar que considero como muy trascendente para el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial esta acción militar ya que, sin haber podido repatriar a los baqueteados hombres de su Cuerpo Expedicionario en Francia, basándome en lo que he leído estimo que el ejército británico hubiera sido absolutamente incapaz de presentar una mínima resistencia en tierra a una invasión de la Wehrmacht, claro que para que ésta hubiera podido pasar a Inglaterra necesariamente la Luftwaffe habría tenido que eliminar previamente a la RAF … y neutralizar o mantener alejada a la Royal Navy
Nolan dirigiendo

Resumiendo, Christopher Nolan abandona los caballeros oscuros, los agujeros negros (lo que parecía imposible) y otras empanadas mentales para recrear magistralmente la evacuación militar de Dunkerque, mostrando el horror de la guerra y la generosidad y entrega de los civiles que se lanzaron a rescatar a sus soldados. Por mí merece un 9/10.


Finalizo, como siempre, insertando enlaces de la Crítica profesional:
Una muy completa presentación en “Días de Cine” en La 2 de TVE (7 min), aunque, lamentablemente, incluya un enorme error en el primer párrafo de su texto hablado “En mayo de 1949 (sic)…” :

Entrevista en ABC con Christopher Nolan en la que explica su ligazón familiar con la retirada de Dunkerque

Comentario de Federico Marín Bellón en ABC “Dunkerque: Medios,ambición y talento”.
“Puede que el mayor milagro haya sido rodar, a estas alturas, una película bélica distinta a todas las anteriores” ★★★★★

Crítica de Carlos Boyero en El País: “Horror por tierra, mar y aire”.
“En la película de Christopher Nolan hay pocos diálogos; no los necesita ya que el lenguaje visual es muy poderoso”

Crítica de Luis Martínez en El Mundo “Dunkerque: El tiempo por dentro”

“Christopher Nolan consigue con 'Dunkerque', su película más sencilla y redonda, un revelador y subyugante estudio de la angustia ante el vacío, ante la guerra” Puntuación: ★★★★★


Buen CINE histórico, Amigos.

Manrique

lunes, 4 de septiembre de 2017

IMPERIOFOBIA Y LEYENDA NEGRA. María Elvira Roca Barea

Este libro persigue a través de los siglos dos ideas que perviven y que están intimamente ligadas: la forma en que los imperios son y han sido percibidos y la leyenda negra.

No estamos ante un tratado de historia al uso, pero la erudición apabullante de la autora permite al lector repasar con deleite episodios históricos y descubrir otros arrinconados por la corriente cultural dominante que nos lleva, mas o menos como el día que descubrimos que el aceite de oliva es mejor que otros que nos vendían.

He dicho erudición apabullante porque las notas al pie y las referencias bibliográficas lo demuestran en cada página. Y he dicho con deleite porque
la prosa es clara, se entiende lo que dice, se lee bien, en fin tiene todos los componentes que a mi juicio necesita un buen escritor y encima con sentido del humor. Desde el famoso diálogo entre las facciones judias anti-romanas que aparece en La vida de Brian no me había divertido tanto con estos temas.

Obviamente el libro tiene una intencionalidad, el mismo título lo anticipa, hoy solo acaban en fobia palabras que, o bien son enfermedades o son delitos o son incorrectas políticamente, pero el lector que pretenda catalogar ideológicamente este libro no lo va a tener facil. Creo que es más sencillo admitir que Roca Barea dice lo que le sale de dentro y a veces se nota un poco que tenía ganas de decirlo, lo cual a mi no me extraña.

Cuándo iba pasando la mitad de este libro ya pensé en escribir esta reseña y la palabra que más me venía a la mente era sorpresa. La misma autora expresa en el epílogo su deseo de haberla despertado en el lector y a mi juicio lo ha conseguido plenamente.

Recomiendo pues la lectura de este libro a la mayor brevedad posible y mantener la atención sobre su autora María Elvira Roca Barea, que a mi juicio se revela como una gran intelectualy erudita.