viernes, 31 de diciembre de 2010

Arthur Penn y Blake Edwards: Hasta siempre

Queridos "Cinéfilos":


El tren de la existencia sigue su camino, parando en cada estación, y este año se han bajado de él varios creadores y actores, algunos cercanos y muy queridos, de los que ya nos hemos acordado en este Foro, otros no tan cercanos pero no menos queridos, al menos por mí (y por los otros Space Cowboys, estoy seguro). Entre ellos hay dos figuras que no puedo dejar de homenajear y así quiero hacerlo antes de que den las 12 de esta noche: Arthur Penn y Blake Edwards.

De Arthur Penn basta decir que fue el director de "La jauría humana" ("The Chase" 1966, con un extraordinario guión de la sobresaliente Lillian Hellman sobre una novela de Horton Foote) y de "Bonnie & Clyde" (1967), magníficas películas, tanto por su factura como por la tremenda honestidad de su mensaje.

Siempre hay un trío: Fonda, Redford y Fox
Cualquiera de las dos hubiera bastado para darle un puesto destacado entre los maestros del CINE (con mayúsculas) según mi opinión, pero ya otros habéis hablado de "La jauría humana" en el Foro y reconforta que Samuel, cronológicamente adscrito a la hornada de los insultantemente jóvenes "Brat Pack", comparta la opinión de los Space Dinosaurios, Cowboys quiero decir, sobre esta maravillosa película. 

Y quiero subrayar la portentosa actuación de Marlon Brando como el Sheriff de la pequeña ciudad, encabezando un reparto extraordinario: Angie Dickinson, como su esposa, Robert Duvall, como el empleado "pelota" del magnate de la ciudad, capaz de todo con tal se salvaguardar su puesto, Jane Fonda, como la "chica" amada por dos antiguos compañeros de curso de muy distinta clase social, un muy joven Robert Redford, como el humilde de ellos, que ha escapado de la prisión y al querer refugiarse en su casa descubre que su puesto ha sido ocupado por su rico adversario, James Fox (actor británico que habéis visto mil veces), hijo del localmente todopoderoso magnate, papel representado por el solidísimo E.G. Marshall, y el desconocido actor que hace del empleado negro de la gasolinera... y los otros ocho o diez excelentes secundarios, calificativo que les aplico a todos sin excepción. 


Blake Edwards con su Oscar
Si alguna vez me obligaran a escoger sólo 10 películas para salvarlas de una hecatombe imaginaria (terrible dilema para mí), ésta sería una de ellas, sin lugar a dudas.

Por enésima vez, un buen consejo a los que no la conozcáis: Vedla, mejor dicho, ved las dos. ¡No os vais a arrepentir!.

Hay una muy completa ficha y comentario de esta película en :
http://www.cinearchivo.com/site/Fichas/Ficha/FichaFilm.asp?IdPelicula=251

Blake Edwards nos ha dejado en la última estación, pero lo que no me abandonará es el recuerdo de dos joyas de su producción: "Desayuno con diamantes" ("Breakfast at Tiffany's" 1961) y "El guateque" ("The Party" 1968). Esta última ya la eligió aquí Ana Díaz como "su" película (fue una de las cuatro únicas respuestas a la encuesta de enero de 2008 para que cada Cinéfilo eligiera "la suya"). 

Respecto a "Desayuno con diamantes", me pregunto: ¿Qué cinéfilo de más de 50 años no se enamoró de Holly - Audrey Hepburn en ella? (José María ya se ha declarado aquí). 

Era una comedia sí, pero con ese punto amargo que evita el excesivo dulzor y acerca la historia a la vida real, vida únicamente rosa monocolor para las panteras y para Sissí (la del cine de los años 50, no para la auténtica y desgraciada Sissí, que la misma Romy Schneider, años después y ya madura, representó en "Luis II de Baviera", su no menos trágico primo).

El mismo consejo que he dado antes respecto a las dos películas de Arthur Penn, lo doy ahora para las dos de Blake Edwards (¿y por qué no también para su "Víctor o Victoria", aunque no sea tan entrañable?).

Las cuatro películas que he destacado son de los 60. No es de extrañar que yo me enamorara en esa década del Cine y lo siga estando ahora, más de 40 años después.

Buen Cine, amigos, ya casi en 2011.

Manrique

martes, 21 de diciembre de 2010

Copia certificada


La Toscana, un lugar lleno de colorido, luz, arte, verdadero o falso, qué más da, porque precisamente de eso se trata, que la copia sea tan buena como el original. También nuestras vidas, pueden ser verdaderas o falsas, amor o ilusión, matrimonio o encuentro ocasional.
Nuestra pareja protagonista mantiene un juego arriesgado que desemboca... nadie lo sabe, sólo se intuye.
Pero... ¡Ahi! Abbas Kiarastami no es Rohmer y Juliette Binoche como William Shimell, la pareja protagonista, hacen lo que pueden que no es poco.
Un consejo, no olvidéis contar las campanadas del final de la película.
Ana Mª Díaz

sábado, 18 de diciembre de 2010

Vargas Llosa y la literatura

Soy una admiradora de Mario Vargas Llosa desde los años setenta en los que leía todo lo que caía en mis manos de uno de mis escritores favoritos: novela tras novela: “La tía Julia y el escribidor”, La casa verde”, “Pantaleón y las visitadoras”, “La ciudad y los perros”, “El hablador” y “La guerra del fin del mundo”, su obra cumbre que le consagró como un escritor excepcional, todas las devoraba con devoción. Después vendrían otras muchas, algunas no mejores que éstas.
A Vargas Llosa le han concedido el premio Nobel de literatura 2010.
Decir de él que es un gran comunicador, con carisma, y encanto personal no es nada nuevo. Hace tres años asistí a una conferencia que dio en la Fundación Juan March y se convirtió en una clase magistral de literatura.
De las cosas que recuerdo es cómo nos animaba a leer, a saber leer, a disfrutar de cada relato, de cada metáfora, de cómo la lectura despierta la imaginación. Cuando habló el escritor y con la sinceridad que le caracteriza nos explicaba la ventaja de utilizar la ficción para contar un hecho verídico y nos confesó su preferencia por “El hablador” y que él se considera un hablador, el que cuenta historias. No pudo dejar de mencionar a Faulkner y cómo no a Flaubert, igual que ahora al recibir el Nobel. Porque ¿Qué sería de Vargas Llosa sin Flaubert? Y es que antes de leer a Vargas Llosa hay que leer a Flaubert y no digamos a Cervantes o a Proust y desde luego a Faulkner.
La lista que nos propone Vargas Llosa es larga pero es muy conveniente tenerla presente porque sacaremos de ella las mejores páginas de la literatura universal. Solamente echo de menos a Dostoievski. Una pregunta que me hubiera gustado hacerle: ¿Por qué le ha dejado fuera?
Que Vargas Llosa es elegante es bien sabido. Y ser elegante con las palabras es muy difícil porque ¿Se debe imponer la elegancia por encima de la realidad o de la verdad? Aunque se trate de mi verdad o de mi punto de vista. Cuando Vargas Llosa dice que nunca se ha sentido extranjero en ninguna ciudad o país en el que ha vivido, puedo creerle pero no puedo compartirlo ¿Se puede sentir igual en Madrid que en Barcelona? ¿Igual en Paris que en la República Dominicana? ¿En Londres que en Brasil?
En cuanto a su largo discurso sobre política no lo encuentro necesario; los que hemos seguido su trayectoria la conocemos bien y no hay más que decir. Pero él es un pensador comprometido con la sociedad que le ha tocado vivir y no rehuye enfrentarse a cualquier ideología por difícil que ésta sea.
Cuándo yo era adolescente creía que los galardonados con el Nobel eran el Santa Sanctórum de la literatura. Con el tiempo me he ido desencantando, para llegar a la conclusión de que un escritor consagrado no lo necesita, es algo superfluo en su vida e incluso puede llegar a ser molesto. Pero ¿Quién no sucumbe a un pequeño acto de vanidad?
Ana Mª Díaz

miércoles, 8 de diciembre de 2010

A Mario Vargas Llosa: Enhorabuena, maestro

Gracias Mario:

Quiero agradecerte públicamente el impagable regalo de tus libros, de los que he de confesarte que sólo he leído seis, que me han encantado y sorprendido, desde el erotismo de "Elogio de la madrastra" al terror mineral y milenario de "Lituma en los Andes", pasando por el crítico humor de "Pantaleón y las visitadoras", pero fíjate que, tras planteármelo con cierta reflexión, considero que dos de tus novelas (¿novelas?, sí, pero terriblemente históricas), "La guerra del fin del mundo" y "La fiesta del Chivo", están claramente entre las ¿cinco?, ¿diez?, desde luego no alargo más la lista y hasta la acorto, mejores que he leído en toda mi vida; la primera una tragedia épica, tan conseguida como en su día descubrí que, en otro sentido, era "Cien años de soledad", y no desentonado la segunda de la orwelliana maravilla que es "1984", con la que comparte un mensaje ejemplar: el profundo análisis de una tiranía y del mal moral y físico que impregna en la sociedad que la sufre. Si además rememoro su magnífica construcción y exquisita prosa, que visten una trama subyugante, para mí la nota no puede ser más que un 10.

Respecto a tu discurso de aceptación en Estocolmo, creo que lo mejor es que los "Cinéfilos" que lo deseen accedan a él y lo lean en

http://www.youtube.com/watch?v=HiiwGvOE4kM


pero no puedo imaginar que ningún amante de la literatura no suscriba el amor que tú le demuestras en el primer párrafo del mismo (que con permiso de la © FUNDACIÓN NOBEL 2010 y tuyo reproduzco):

"Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas."

Tampoco creo que un amante de la libertad se resista a este banderín de enganche contra todas las dictaduras:

"Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía cuando, durante la última dictadura, pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaron al régimen con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes de Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de África del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar). Yo volvería a hacer mañana si –el destino no lo quiera y los peruanos no lo permitan- el Perú fuera víctima una vez más de un golpe de Estado que aniquilara nuestra frágil democracia. Aquella no fue la acción precipitada y pasional de un resentido, como escribieron algunos polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez. Fue un acto coherente con mi convicción de que una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones, demorando la reconstrucción democrática.
Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas. Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra."


Ni a tu reflexión respecto a los indígenas americanos:

"La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza."

Termino, Mario, muchas felicidades por tu Premio Nobel, tan merecido. Yo voy a seguir gozando leyendo el resto de tus novelas...casi mejor llamarles historias de un escribidor.

Gracias, Maestro.

Manrique