domingo, 31 de agosto de 2014

“El Gran Hotel Budapest” de Wes Anderson (“The Grand Budapest Hotel” USA y Alemania 2014)

Queridos Cinéfilos:

El día del cierre de la “temporada cultural”, recién vuelto del anual y reconstituyente “retiro del mundanal ruido” durante un mes y pico en las queridas Navas del Marqués (sin ADSL, pero rodeando por un millón de pinos, a 1300 msnm y con 8ºC menos que en Madrid, de media), voy a reparar mi deuda con una película por no habérosla comentado, debido principalmente a la pereza y, ¿por qué no admitirlo?, porque me pareció difícil trasmitir mis sensaciones sobre “El Gran Hotel Budapest” sin que el correspondiente comentario quedara como la enésima perorata de pelmazo cinéfilo terminal que, a lo peor, a nadie le interesara. Pero terminadas las vacaciones veraniegas y tras consultar algunas críticas, cinco meses después de haber visto esa película, me doy cuenta de que, tras “La Gran Belleza” y “Nebraska” (¡tan diferentes las tres!), completa el trío (a lo mejor habría que darle un accésit a “Ida”), es la que considero más interesante de las que he visto en la temporada 2013/2014 y que, seguro, merece la pena aconsejaros que la veáis si se os presenta la oportunidad (asombrosamente constato que todavía la están dando, al menos, en los Cines Princesa de Madrid y con cuatro pases al día, nada de “sesión golfa”, tomad nota, madrileños y visitantes).

Desde luego creo que “El Gran Hotel Budapest”, dirigida por Wes Anderson, es la más rompedora película del año que he visto en su formato visual, buscadamente kitsch hasta el infinito, desbordante de amor por una culta Europa que se abría las venas tras los “felices veinte”, después de decidir suicidarse colectivamente desencadenando la que se llamó “La Gran Guerra” (ya que no iba a haber ninguna más. ¡¡Ja!!, ¡menudo acierto de pronóstico!) hace exactamente 100 años y dejar que su alma fuera definitivamente corrompida por los “ismos perversos” que pisotearon los ideales del humanismo y la cultura que tanto adoraba el gran escritor judío vienés Stefan Zweig, al que está explícitamente dedicada la película (del que creo que hemos hablado alguna vez por ser el autor de la novela original base de la película del mismo título “Carta a una desconocida”, aquí comentada por José Ramón, y autor de otras cien, como, por ejemplo, la hace décadas famosísima “24 horas en la vida de una mujer”, también llevada al Cine; ahora mismo tengo en mis manos un ejemplar de “Caleidoscopio”, que reúne once cuentos – novelas cortas suyas, absolutamente aconsejable). Algún otro día a lo mejor hablamos de él, hoy tan sólo añadiré que, totalmente desilusionado por la desaparición de su amada y culta Europa, se suicidó junto a su esposa en 1942, en Petrópolis (Brasil), donde se había refugiado huyendo de los nazis.


Su numeroso reparto
Volviendo a “El Gran Hotel Budapest”: si no conserváis un rincón infantil en vuestra alma que os haga añorar las aventuras desmesuradas, surrealistas, estética tipo Tintín, con una decoración de colores vivísimos, “malos” de opereta, con una nutrida serie de personajes representados por una baraja de muy famosos actores que han aceptado muy limitados papeles, decorados naif en los que se desplazan trenes y automóviles de juguete hechos de hojalata, empapado todo ello de una crítica feroz contra los antes referenciados citados "ismos" y con, en mi opinión, inequívocos homenajes a lo mejor de los Hermanos Marx (“Sopa de Ganso”) y hasta, menos explícitos, a “El Gran Dictador”, del Gran Chaplin. Si no añoráis este tipo de sensaciones, no la veáis, pero si sí, no os la perdáis. En tal caso os encantará (sin buscarle más claves ocultas ni declaraciones formales de principios, todas van implícitas) como me pasa a mí.

Por si os interesaran, facilito los enlaces de dos acertadísimas críticas, infinitamente más profesionales que la mía:

“El sueño de Europa” de Jordi Costa en El País:

“A quien a menudo ha intentado explicar destinos, muchos le cuentan el suyo”, escribía Stefan Zweig en las primeras páginas de su novela “La impaciencia del corazón”, cuya introducción inspira de manera explícita el arranque de “El gran Hotel Budapest”, la última película de Wes Anderson, deslumbrante carta de amor a una Europa imaginada que acaba proponiendo un sofisticado discurso sobre la construcción de la nostalgia como paraíso privado...

“Capricho ruritano” de Antonio Weinrechter en ABC:

Ruritania es el nombre de un ficticio estado centroeuropeo, vagamente eslavo, que a los americanos les debía hacer gracia (les permitía expresar sus prejuicios sobre la anticuada Europa, a veces era un poco como la versión austrohúngara de Lepe: una excusa para hacer chistes) porque lo explotaron en comedias de Lubitsch y películas de aventuras como “El prisionero de Zenda” hasta su definitiva parodia en “La carrera del siglo”. ¿A qué viene entonces esta resurrección a manos del tejano Wes Anderson, a quien Ruritania le debe resultar tan exótica como a nosotros?...

...Para algunos puede resultar demasiado excéntrica y amanerada, a veces parece una película estructural de Peter Greenaway, otras un cromo demasiado deliberado y primoroso al que le faltaría el toque humano de su anterior “Moonrise Kingdom”. No soy de esa opinión, disfruté como un enano ruritano con el desfile inacabable de actores-cómplices, disfrazados y hablando con acento continental, que convierten la función en una versión coral de “¿Dónde está Wally?”. Y por si queremos reconectar con el mundo real, Anderson no deja de incluir un ominoso anticipo de las guerras de los Balcanes: rudo despertar.

Mi valoración global: Una muy original y buena película (mejor verla en VOS en casos como éste, en el que es importante el impostado modo de hablar de los múltiples personajes) especialmente apta para amantes del Cine de cualquier edad pero con corazón adolescente, aunque peinemos, por decir algo, canas y, fundamental, para amantes de la cultura y la alegría de vivir. 

Traíler en español en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=IImKsmIZ1VY

Y una coda final para cerrar la temporada: Dedico un recuerdo a algunos “retales” de películas que he visto este año, que ningún Cinéfilo ha comentado en el Foro pero que estimo merecen ser al menos citadas y darles una somera calificación:
  • “El pasado” de Asghar Farhadi, director iraní de las muy celebradas “A propósito de Elli” (Oso de Plata a Mejor Dirección en Berlín) y “Nadir y Simín, una separación” (Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa y Oso de Oro a Mejor Película en Berlín), películas que no he visto. “El pasado” me parece una obra bien dirigida y mejor actuada (especialmente por Bérénice Bejo, la “chica” en “The Artist”), pero es un drama más, bien elaborado pero sin mayor originalidad ni necesidad de realizarlo para completar el mosaico de la vida que refleja el Cine.
  • “Dallas Buyers Club” de Jean-Marc Vallée, que me defraudó: es una nada sutil, ni necesaria, enésima defensa de los enfermos de sida, tema que ya está architratado en el Cine, siendo su única singularidad que en este caso, real, el protagonista es originalmente un absoluto homófobo cowboy que malvive de exhibiciones de monta en rodeos, destacando la más que notable interpretación hiperrealista de Matthew McConaughey (se quedó literalmente en “los huesos” para rodar el filme) que le valió el Oscar de este año como actor protagonista.
  • “El médico” dirigida por Philipp Stölzl: Una adaptación del típico y tópico bestseller, técnicamente decente, políticamente correctísima, bien ambientada, pero sin aportar nada nuevo a la Historia del Cine (ni la novela original a la Literatura, me temo, por más decenas de millones de ejemplares del libro que se hayan vendido, aunque esta opinión la baso sólo en la película, porque no he leído la novela). 

Queridos Cinéfilos, os deseo el mejor buen CINE (y TEATRO, LITERATURA, MÚSICA, EXPOSICIONES, VIAJES,…) para la temporada que entra.

Un abrazo.

Manrique