martes, 13 de marzo de 2007

El Gran Silencio

El Gran Muermo

La verdad es que me sabe mal comenzar mi colaboración en este foro virtual con una crítica negativa, pero quiero evitaros el mal rato que pasé el domingo pasado.

Dentro de la penuria cinematográfica de la Bahía de Cádiz, el domingo tuve la opción de elegir entre "La vida de los otros" y "El gran silencio". Por cercanía de la sala, elegí "El gran silencio". ¡Qué gran error!

Empezamos mal cuando, nada más comenzar la película, compruebo que el operador se consideraba un buen realizador, y decidía pasar la película al maldito "formato panorámico", que permite llenar gran parte de la pantalla, a costa de descabezar y/o "despiezar" a los actores. Así, en las primeras imágenes de un monje orando, pudimos admirar sus tobillos, túnica y manos, pero la cabeza quedaba fuera del encuadre, igual que los pies.

Seguimos peor cuando dos de los escasos espectadores decidieron ir comentando el más mínimo incidente de la película en un tono de voz quizás muy educado para hablar en el metro, pero un poco demasiado alto para una película en la que lo que lo más reseñable era el silencio. Quizás uno de los espectadores fuera ciego, por el detalle con el que el otro le comentaba lo que se veía en pantalla... Menos mal que a veces el murmullo era interrumpido por el crujido del celofán de alguna bolsa de chucherías.

Tampoco colaboraba al ambiente el escuchar la radio del operador de cabina, sintonizada en "Carrusel deportivo" o algo similar.

Pero -para mi gusto- lo peor era la película en sí. 2 horas y 45 minutos viendo imágenes repetitivas de la vida de los monjes, alternadas con imágenes igualmente repetitivas de los paisajes de alrededor (eso sí, fotografiados en el más rancio estilo "Hamilton"), y punteadas por otras repetitivas citas de los evangelios, bastan para aburrir al más pintado.

Tuve la suerte de dormirme al cabo de media hora de empezada la película, pero cuando me desperté todavía me quedaba más de una hora de "silencio". Vamos, que no me marché porque soy gallego, y todavía no conozco a ningún gallego que sea capaz de dejar sin consumir algo por lo que ha pagado.

Eso sí, la película permite constatar el cuelgue de los monjes, absolutamente fuera del mundo, y escuchar como el día que se les permite hablar comentan el número de grifos que hay en los conventos hermanos. ¿De qué otra cosa van a hablar, digo yo?.

Pero al margen de lo aburrida, creo que pese a su larga duración la película no consigue desentrañar cual es la verdadera vida de los monjes. Si están casi todo el día rezando y meditando, ¿quién limpia el inmenso monasterio? ¿quién cuida la huerta y las vacas? ¿de qué viven? ¿por qué se meten monjes? ¿cuál es su vida sexual? ¿cómo se toman las decisiones en el convento?

En fin, el que avisa no es traidor.

Arturo

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