jueves, 11 de diciembre de 2025

"Los treinta y cinco santos de mi vida": Memorias y confesiones de Arturo Martínez González, nuestro "Arturo"



Queridos Cinéfilos:

Durante el veraneo de 2024, estando ya en Las Navas del Marqués, me llegó un regalo que catalogué inmediatamente como perteneciente a la categoría de los que hay que conservar: un ejemplar, dedicado por su autor, nuestro muy destacado colega Cinéfilo en este foro Arturo Martínez (que ha sido año tras año el más fecundo participante, narrándonos con excepcional detalle sus nada turísticos viajes culturales para conocer el Mundo y sus habitantes, en el presente curso su viaje por Chile a lo largo de su costa) de su última obra publicada, "Los treinta y cinco santos de mi vida" (Historias pías).

Quedé sorprendido tan pronto abrí el paquete, de cuyo contenido Arturo sólo me había anunciado que sería "un libro", porque ya a primera vista resultó ser tan intrigante por su título como por su buscadamente "clásico/anticuado" formato de edición, según podéis empezar a comprobar en la foto de su portada, que inserto.

Tras leerlo lo encontré aún mucho más destacable e interesante por su objeto y el original desarrollo de su contenido, que Arturo concluye con una promesa a futuro, expresada inmediatamente antes del sorprendente "LAUS DEO" (vamos, alabado sea Dios, con el que finaliza el texto de la obra propiamente dicho, tras el último capítulo del libro que “artúricamente” está dedicado a un culto sincrético afrobrasileño, “Xangó y sus otros orixás” Me pregunto ¿alguno  de nosotros, lectores, tendrá siquiera una mínima referencia previa sobre este "santo"?): "Algún día, también, terminará esta historia que, por ahora, se queda en un final abierto." 

Subrayo que  me resultó muy experta la, llamémosle, nota de edición que cierra el texto impreso (tras el útil santoral, la relación de la amplia bibliografía consultada por Arturo para escribir esta obra, un sorprendentemente anacrónico "TIBI GRATIAS AGO" y la necesaria lista explicativa de las notas existentes a pie de página) que transcribo literalmente como ejemplo para "caracterizar" la originalidad formal del libro... y acreditar la incuestionable cultura bibliófila de su autor:

ESTE LIBRO
SE ACABÓ DE IMPRIMIR
 EN PAPEL THINOPAQUE Y
TIPO DE LETRA MINION,
EN LA CIUDAD DE
 DORDRECHT, EN LA
 FESTIVIDAD DE
SAN MARTÍN DE DUMIO,
 EL AÑO DE GRACIA DE
DOSMIL VEINTICUATRO

Ante semejantes primeras impresiones se me cayó inmediatamente de las manos la novela que estaba leyendo y me volqué en el recién recibido libro con el interés y la atención necesaria, porque comprendí que semejante obra merecería mi más elaborada y honesta reseña en este Foro.

Tras el NIHIL OBSTAT prologal del libro (no tengo memoria de jamás haber encontrado semejante presunta certificación católica en ningún otro en mi vida, salvo que tratara explícitamente de temas religiosos) empecé a adentrarme en esta especie de confesión autobiográfica, asumiendo que me sería imprescindible releer varias veces no pocos de sus capítulos, así como sus referencias en el ya citado santoral, constatar la amplitud  de la lista  de la exhaustiva bibliografía consultada por Arturo para escribirlo (solidez intelectual que no me sorprendió por la profesionalidad que demostró, hace ya más de veinte años, en nuestra intensa cooperación laboral durante los cuatro de trabajo conjunto asignados a un proyecto corporativo faraónico e imposible de ejecutar con éxito, en la empresa en la que entonces trabajábamos) y las notas anexas que incorpora, para empezar a enfrentarme a la responsable tarea de comentar y opinar sobre esta inusual obra, que ostenta como presunto calificativo el subtítulo "Historias pías", lo que en este caso, me permito opinar, resulta menos acorde a la realidad que el "Arbeit Macht Frei" de la entrada en Auschwitz  o la autocalificación de "democrática" para la ya afortunadamente extinta R.D.A., habida cuenta los "guiños y juicios intrínsecos", o explícitos, culturales, éticos, morales, (¿anti?)religiosos, políticos, sociales o hasta  gamberros, en cuyo malabarismo Arturo es un auténtico maestro, que preñan la totalidad de esta obra, obviamente la más "artúrica” entre las suyas que he leído.

Muy pronto comenzó a invadirme la preocupación ante la dificultad de cómo debería enfocar mi  "requerido comentario" en nuestro común Foro a tan inusual libro y, por si me podía inspirar, revisé el que aquí le dediqué en octubre de 2018 a la primera novela publicada por Arturo, "Los cuadernos de Rekalde" , encontrándome  como en aquella ocasión, pero ahora si cabe más "despistado" por la singularidad de "Los treinta y cinco santos de mi vida", con el sentimiento de que también aquí sería aplicable repetir, a pesar del oxímoron que implica ahora reiterar "en mi vida", el mismo lamento de temor con que empecé entonces, que copio: “Confieso que En mi vida me he visto en tanto aprieto...’   parafraseando el inalcanzable modelo de soneto del Fénix de los Ingenios hace cuatro siglos." 

Pero no podemos prever lo que nos reserva el destino y entonces, segunda mitad de agosto de 2024, empezaron de repente a agobiarme, seguidos y casi sin solución de continuidad, varios serios problemas familiares/personales que me forzaron,  ya de entrada, a una adelantada  vuelta de toda la familia a Madrid, cerrando apresuradamente nuestra casa de veraneo ... y dejando allí olvidado, invernando en soledad, mi ejemplar de "Los treinta y cinco santos de mi vida", que sólo pude volver a tener en mis manos a finales de julio de este año, cuando fuimos de nuevo a Las Navas para pasar un reducido veraneo compatible con nuestras crecientes obligaciones familiares residuales tras los muy problemáticos once meses, penosa experiencia que no procede recordar ni aquí relatar.

Una consecuencia de ello es que en este "annus horribilis"  tan sólo me pude liberar de mis casi permanentes obligaciones familiares para, en plan cinéfilo, dedicar un par de días cada mes del curso a la inexcusable, pero revitalizadora para mí, tarea personal de montar y celebrar las sesiones mensuales del Cinefórum sobre ética y valores humanos que tengo el placer y el honor de haber promovido en mi parroquia, Nuestra Señora de la Consolación de Madrid, de cuya inauguración en febrero de 2024 os informé aquí.

Quiero subrayar que desde el principio me había impuesto una promesa formal: no escribiría ningún nuevo comentario en este Foro hasta haberlo hecho para "Los treinta y cinco santos de mi vida", lo que he cumplido con una única excepción: el 31 de diciembre publiqué uno sobre “Becket” (GB 1964, dirigida por Peter Glenville), película que los “Cinéfilos” sabéis que os he comentado que, cuando se estrenó en España y la vi, con mis 15 años, me impactó profundamente y desde entonces siempre la he considerado como la primera obra maestra “adulta” que aprecié como tal en mi vida, tanto por su muy alta calidad cinematográfica como por su interés y fidelidad histórica. Como el 29 de diciembre era el aniversario del asesinato del arzobispo Thomas Becket por cuatro barones normandos en la catedral de Canterbury en 1170 (actuando siguiendo un "implícito deseo" del Rey Enrique II, que anteriormente y durante bastantes años había mantenido a Becket como su más cercano colaborador y hasta amigo personal, llegando a nombrarle Lord Canciller de Inglaterra y posteriormente presionando a los obispos para que fuera consagrado y directamente elevado al muy influyente cargo de Arzobispo Primado del reino, para así controlar de facto a la Iglesia)  la programé para la sesión de ese mes del Cinefórum, ya que me pareció justo y coherente darle ese homenaje personal en este Foro a tan relevante personaje histórico y a una tan apreciada película por parte de la crítica.

Tras esta explicación de las razones que me dificultaron publicar este comentario tan pronto como yo fuera capaz de hacerlo con el debido detalle, que espero no sea considerada por Arturo como vulgares alegaciones en una culpable defensa según la clásica sentencia, "excusatio non petita, accusatio manifesta", por fin he sido capaz de completarlo, tratando de actuar con honestidad crítica, procurando para ello olvidar temporalmente mi amistad y compañerismo con él y venciendo mis reservas, pasando de una vez por todas a opinar sobre "Los treinta y cinco santos de mi vida":

Empiezo por lo más evidente y más que confirmado para mí y para todos los "Cinéfilos" que ya le habéis leído en este Foro o también en sus libros publicados: Arturo escribe formalmente muy bien, porque tiene "madera" de escritor y,  partiendo de un nivel de redacción/relato que ya era muy alto desde sus primeras aportaciones a este Foro hace casi 20 años, cuando posteriormente dio el salto de mero aficionado a autor que publicaba libros y ganaba algunos premios, fue depurando  exquisitamente su manejo de la lengua y estilo hasta llevarlos a un nivel magnífico.

 Entrando en faena: ¿de qué va y cómo trata "Los treinta y cinco santos de mi vida" Arturo? Desde luego no de lo que se interpretaría en un primer intento con ese título, que he de confesar no me parecería el más apropiado, si yo hubiera sido el autor, pero él nos lo aclara inmediatamente después del ya reseñado inicial "Nihil Obstat"  en lo que es de facto el preámbulo del libro, del que extraigo y copio algunos párrafos:

Respecto al subtítulo “Historias pías” declara:  “…hay que reconocer que el subtítulo de este libro puede inducir a error,,, Se inspira más bien en la segunda acepción (de la RAE): ‘Benigna, blanda, misericordiosa, compasiva’ Ojalá que este libro cumpla esas cuatro calificaciones en el tratamiento que hace de las vidas de los santos, no siempre tan ejemplares como debieran”

Estoy plenamente de acuerdo con la necesidad de esa aclaración ya desde el principio porque a mí entender el subtítulo no califica adecuadamente las historias, ya que sólo en muy pocos de los casos de  “santos” se hace referencia a personajes reales o imaginarios que idealmente pudieron haber tenido una historia cabalmente  “pía”,  incluso según la citada segunda acepción de la RAE. Lo sí me consta es que, en la práctica totalidad de los casos que incluye en este libro, Arturo refiere sus correspondientes "historias" con un tratamiento claramente “piadoso”, lo que para mí no es lo mismo. Yo los hubiera calificado  más bien como historias "piadosamente contadas".

Respecto al objeto de la obra, Arturo explícitamente se retrata: “No es éste un libro antirreligioso ni se pretende con él adoctrinar a nadie, sino simplemente entender la vida del protagonista a partir de su relación con santos muy diversos, no todos ellos católicos. Por eso, si hubiera que clasificarlo en alguno de los géneros habituales, se debería incluir en el de las biografías, aunque se podría decir, como Juan Pablo Villalobos: Nada en este libro es cierto, salvo lo que sí." 

Estoy de acuerdo de que la caracterización más adecuada es de biográfico, muy lejos de una biografía, porque todo el libro es formalmente  una selección de retazos de la vida de Arturo que han orientado y modelando su personalidad a lo largo de ella. Mi olfato y nivel de conocimiento del autor me inclinan a opinar que la inmensa mayoría, si no lo son todos, de los hechos relatados son histórica y biográficamente ciertos al 100%, aunque podría ser que no. ¿Sí?, Arturo. Lo que sí aseguro es que este libro en absoluto es un intento de memorias edulcoradas, sino un sincero desvelamiento de su modo de pensar a través de sus opiniones y juicios en estos relatos de experiencias vitales, muy mayoritariamente en viajes, redactados con el personal estilo con que acostumbra a magistralmente describirlos en este Foro.

Desde luego no procede que yo haga una crítica exhaustiva de los extremadamente variopintos "santos" propios que Arturo revisa, casi todos desconocidos previamente para mí, salvo unos pocos que la Iglesia Católica reconoce o reconoció hasta la revisión general del santoral que el autor nos informa aquélla llevó a cabo coincidiendo con la celebración del importante Concilio Vaticano Segundo, depuración en la que eliminó, entre otros muchos, a San Arturo, que era el nombre más usual con que se bautizaba los varones de su familia paterna, lo que causó un enorme disgusto a su muy creyente abuela Amparo, mientras a él, entonces aún preadolescente, le propició una reacción bastante diferente. Este episodio inicial es uno de mis favoritos del libro y, anecdóticamente añado que, como guiño puntual que desvela Arturo, aprecio mucho la coincidencia en nuestro entusiasmo infantil por El Capitán Trueno.

Superada la primera juventud, su interés por descifrar la historia de San Arturo de Irlanda quedó latente en su cerebro durante décadas, hasta el punto de que, tras visitar en 2011 las ruinas de Babilonia, que describe como muy maltratadas tras el paso de las tropas norteamericanas durante la Guerra de Irak (y la posterior rapiña de depredadores locales de antigüedades, complemento yo), se dedicó a buscar in situ posibles referencias sobre dicho santo, fraile trinitario del siglo XIII (que había dedicando su vida a uno de los fines principales de su Orden, liberar  a prisioneros cristianos en poder de los turcos, dominantes de la costa oriental y sur del Mediterráneo tras las últimas cruzadas, mediante el pago de rescates) para tratar de contrastar si realmente el presunto San Arturo murió quemado vivo en ese lugar, según afirmaba la piadosa y nunca demostrada tradición cristiana, pero su tocayo actual no consiguió llegar a ninguna conclusión histórica fundamentada tras su investigación.

A fuer de honesto y respetuoso con los lectores de este Foro, como mínima corrección histórica debo señalar que, según creo saber, Babilonia nunca fue capital de Asiria, como se califica en el libro, sino principalmente Nínive que, tras perder una definitiva guerra contra una victoriosa coalición, capitaneada precisamente por Babiloniafue arrasada hasta hacerla desaparecer, convirtiendo sus restos en una irreconocible colina, derramando los vencedores en dicha venganza todo el odio acumulado contra la predominante Asiria, que durante los dos siglos anteriores había sometido por medio de la fuerza y calculado terror a sus derrotados vecinos, crueles actuaciones de las que soberbiamente se jactaban los reyes asirios en las imágenes esculpidas en los relieves de sus monumentos y en sus escritos históricos. Aconsejo fervientemente ver/oir, sobre ese tema, la excelente conferencia de la Fundación Juan March accesible en este enlace.

Entre los 35 "santos" de Arturo destaca el relato del sorprendente caso del robo de una más que singular "presunta reliquia", "El divino prepucio", que Arturo acredita bien (hecho que llegó a su conocimiento al leer un artículo periodístico,"Robano una reliquia a Calcata" en L'Observatore Romano del 29.12.1984, ejemplar que, por puro azar, consiguió como única prensa occidental en los complicados días de reclusión en su hotel mientras duró una seria agitación popular callejera marroquí, coincidente con una estancia profesional suya en Casablanca para resolver temas de garantía técnica de un buque de guerra construido por la  empresa en que trabajaba, Bazán, para la Armada de Marruecos).

Quiero subrayar que este es un caso cuya esencia me produce, como cristiano, la vergüenza mental de que algunos sectores ultratradicionalistas de la Iglesia Católica mantuviesen aún, en los años finales del siglo XX, su creencia en la devoción ante semejante "presunta reliquia" de imposible certificación (respecto a este pasaje del libro, quiero advertirle a Arturo que debe haber una errata en las fechas, ya que afirma que lo leyó en un viaje de enero de 1984 y dicho ejemplar era del 29 de diciembre de ese mismo año, según la lista de bibliografía que adjunta, aunque a mí me gustaría poder imaginar que ese ejemplar hubiera sido realmente del día anterior...y entonces el conjunto de la anécdota resultaría una inocentada de lo más berlangaliana y coherente con la fecha). 

Pero a mí, el santo de Arturo que más me gusta, por haber conocido su entrañablemente "enxebre" santuario a 35 kms al norte de Ferrol, es San Andrés de Teixido, donde "vai de morto quen non foi de vivo", que dice la tradicional sentencia galaica, santo al que le dedica un muy interesante capítulo con referencias que llegan hasta a San Brandán y sus catorce compañeros, navegantes audaces por Fisnis Terrae ...¿y más allá?

En cambio, confieso mi total falta de devoción por la gran mayoría de los otros "santos" de Arturo, así  San Geranín de León, en mi opinión no más milagroso que el ovetense Francisco Serrano (fundador del Anís la Asturiana, abuelo o más probablemente  bisabuelo de Vicky, esposa de mi entrañable compañero en ASTANO, y luego en H. J. Barreras de Vigo, Jorge Sors)  y aún mucho menos fe en los Orixás brasileños, ni en los mexicanos la Santa Muerte, San (sic) La Muerte (que no es la misma),  la Flaca, la Niña Blanca, el Ángel de la Muerte o la Llorona (ésta la añado yo, por si se siente despreciada al no aparecer en el libro y se le ocurre visitarnos)  y por supuesto jamás me hubiera jugado el cuello, posibilidad bastante realista caso de  haber sido descubierto, por peregrinar simulando ser creyente hasta la muy sagrada tumba de un imán en Mashad, en la audaz visita que Arturo nos relata... y yo le creo al 100%.  

No considero que proceda hablar de todos los demás "santos" que aparecen en el libro (entre los 35 yo podría echar de menos, quizás, a un San Arturo de Mugardos, del que no tengo más noticias que las mínimas que el autor incluye en sus relatos) pero como Arturo lo inicia con una valientemente honesta cita de Quevedo "No he de callar por más que con el dedo, ya tocando boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo" , tengo que actuar consecuentemente y para darle mejor forma literaria a mi "pero" le tomo prestado a Javier Marías (DEP, creo que era el escritor vivo favorito de nuestra colega Cinéfila Ana Moya, siendo también admirado por muchos otros) el impactante  arranque de su muy premiada novela "Corazón tan blanco", que os comparto

"No he querido saber, pero he sabido..." que K es uno de los santos que  "se le apareció" a Arturo, aunque lamentablemente no era el de Kafka. Por los pocos pero muy significativos datos sobre él que nos desvela en su libro,  yo estimo que K era fenotípicamente apto para ser fichado tanto por el Ku Klux Klan como por la KGB, porque la vida y la Historia, con mayúsculas, tanto la pasada como la más reciente, enseñan que ya sea navegando hacia el extremo oriental o al occidental del océano ideológico se llega a caer irremediablemente por las mismas cataratas del infierno de 1984, como advirtió mi muy admirado George Orwell, desde que me deslumbró cuando leí sus obras maestras "Rebelión en la granja" "1984", y varios años más tarde también "Homenaje a Cataluña", a pesar de haber sido escrita en primer lugar, que he vuelto a releer en 2023.  

Quiero declarar que admiro enormemente la honestidad de quienes recriminan éticamente a "los suyos" cuando, estando éstos ya en el poder, no se comportan conforme a los ideales que antes de alcanzarlo habían predicado, copiando los malos comportamientos de "los otros", que habían criticado como deleznables con anterioridad. En tanto cuanto creo saber, quiero citar como ejemplares a una corta muestra de tres honestos personajes públicos en la convulsa España del siglo pasado:

  • El gran intelectual y activo partidario en la proclamación de la república José Ortega y Gasset con su muy reconocido posterior "No es esto" en diciembre de 1931.
  •  Las fuertes críticas éticas del ex Presidente de las Cortes de la República y veterano catedrático socialista Julián Besteiro protestando por la inhibición del Gobierno ante las masivas ejecuciones revolucionarias de presuntos civiles derechistas, especialmente en el otoño de 1936 en Madrid, durante la Guerra Civil
  • El falangista Dionisio Ridruejo, que tras la victoria de los "suyos" en dicha nefasta guerra, al contrastar la incoherencia entre sus ideales juveniles con la realidad  franquista, evolucionó públicamente hacia la socialdemocracia en los mediados 40s, llegando a ser desterrado gubernamentalmente en 1947 por ello,  permaneciendo voluntariamente defenestrado en la "oposición democrática" 30 años, hasta su muerte en junio de 1975. 

Aclaro que a mí no se me apareció físicamente ningún K, pero sí capté mensajes y ecos de compañeros suyos durante la revolucionaria primavera de 1968, estando ya en la Universidad (soy de 1950, creo que tres años mayor que Arturo). Tratando de distinguir dónde estaba el correcto camino existencial, me situé imaginariamente en el Check Point Charlie delante del Muro de Berlín y me pregunté: Por lo que ves, ¿está construido para evitar que las masas obreras oprimidas de Occidente intenten entrar en la RDA o que las de ésta escapen hacia la capitalista RFA? Era absolutamente obvio lo segundo, como demuestran los datos, siempre me ha interesado mucho la Historia, y como no mucho después fue cuando descubrí la obra del inicialmente radical anarco/sindicalista y voluntario combatiente en una columna del POUM  durante nuestra Guerra Civil, George Orwell, asumí una dura lección de realidad: No hay nada más peligroso para la Libertad que un falso libertador

Como esto nació como un Foro de Cine, acabo con una adaptación de la frase final, que escribo de memoria, "Cuídate de los ingleses",  que le dirige un maduro creyente amish al protagonista, honesto policía, en la excelente película "Único testigo" (dir. Peter Weir, USA 1985). Creo que habría sido deseable que Arturo hubiera tenido un encuentro casual con unos ángeles, o brujas, como sí le pasó a Macbeth, y le hubieran advertido "Cuídate de K", porque el "cianuro potásico", KCN,  ha demostrado ser mortal de necesidad para la Libertad en  la vida de los otros  (vamos del pueblo normal, desde luego no para la empoderada "nomenklatura" gobernante, que escribíamos con "k" cuando éramos jóvenes) en todos los países donde se ha aplicado como medicina social durante los últimos cien años.   

Concluyo: 

"Los treinta y cinco santos de mi vida" es un muy interesante libro, honestamente autobiográfico de Arturo, en el que se sincera sin tapujos, estando redactado con su habitual  excelente estilo. Aconsejo mucho conseguirlo y leerlo a quien desee conocerle más profundamente. Arturo incluye en el mismo un correo propio de contacto, para conseguirlo los interesados que no lo encuentren en su librería local arturocadiz@yahoo.es

Buena Literatura, Amigos.

Manrique

PD. Respecto a la inicial cita de Quevedo que insertó Arturo: Para los que nunca visteis "El caballero de las espuelas de oro", espléndida obra de teatro de Alejandro Casona con Quevedo como personaje principal impartiendo una histórica lección de enorme honestidad ciudadana en el corrupto siglo XVII español... aplicable al XX o al XXI. 

Yo la disfruté dos veces en Madrid: a mis 14 años en su temporada de estreno en 1964, en el teatro Bellas Artes y 30 años después en 1994, en el Teatro Español. Si os interesara, os aconsejo recuperarla y verla desde este enlace del añorado Estudio 1 de RTVEemisión que se hizo con motivo de la muerte de Alejandro Casona (manteniendo el mismo gran actor que actuó de protagonista en el Bellas Artes, José María Rodero) cuando TVE nos ofrecía semanalmente una obra de teatro, a las 10 de la noche de los lunes, creo. Recuerdo como me impactaron "Antígona", "La fundación"...y muchas más, que están accesibles a través del enlace anterior.

Arturo, espero que veas "El caballero de las espuelas de oro" y apostaría que te gustará. Si así fuera, coméntala aquí. ¿Vale?


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