jueves, 17 de abril de 2025

Hair

Durante años, en mi adolescencia, tuve la fortuna de que mi hermano, cinco años mayor, compartiera conmigo sus descubrimientos musicales —entre otras muchas cosas. No sé qué hubiera sido de mí sin él. Posiblemente, mi vida habría sido más gris, más plana, más aburrida. Carlos escuchaba infinidad de programas de radio: era, para nosotros, la forma más barata y emocionante de obtener información. Así supe que a Cádiz llegaría un musical llamado Hair. Corría el año 1977. Carlos ya era hippie; yo iba camino de serlo, aunque no me resultaba fácil porque ni mi madre ni mi novio estaban por la labor… y mucho menos las monjas del colegio. Aun así, mi estética ya había evolucionado hacia 'las flores en el pelo al viento'.

No recuerdo con exactitud cómo sucedió, pero fui con varias amigas del colegio a la plaza del Falla. El musical se representaba allí, en ese apreciado teatro. No teníamos pensado entrar, nuestros padres no lo hubieran permitido; en aquella obra se hablaba abiertamente de amor libre, sexo, interracialidad, drogas... ¡¿Cómo?! Y, para colmo, los actores se desnudaban en escena. ¡Qué escándalo! Yo podría haber roto las reglas y prohibiciones, como en otras ocasiones, para ir a verla, pero no tenía dinero. Me conformé con esperar en la plaza y mirar, embelesada, el cartel anunciador.

Pero la vida —que siempre ha sabido sorprenderme desde muy pequeña— también lo hizo aquella tarde. De pronto, un grupo numeroso de jóvenes apareció: era el elenco de Hair. ¡Allí estaban! Se arremolinaron entre quienes nos encontrábamos en la plaza y, sin previo aviso, comenzaron a cantar las estrofas finales de “Let the Sun Shine In!”. Caras sonrientes, gestos abiertos, manos suaves, pelos al viento, pies descalzos, miradas limpias. Fue un regalo inesperado que me arropó como un abrazo envuelto en papel de seda.

Anoche, casi cincuenta años después, aburrida mientras hacía zapping, me sobresalté: ¡Hair, en una cadena de Movistar! No la había vuelto a ver desde que la vi en el cine a principios de los ochenta. ¿Cómo había pasado tanto tiempo sin volver a verla? y eso que he cantado “Let the Sun Shine In!” en mil ocasiones: cuando en una peluquería de barrio en Madrid me frieron el pelo por error y salí con una melena afro; o cuando me canso de escuchar eso de “¡qué largo tienes el pelo!” o “¿cuándo te lo vas a cortar?” o "¡qué pelos, hija!". En lugar de mandarles a paseo, sonrío y pienso: let the sun shine in. Incluso cuando la vida me pesa, canto: let the sun shine in.

Volví a cantarla anoche. Vi una película antibélica magistral, llena de contrastes. Descarnada. Desnuda. Valiente. Contestataria. Bella, plástica, imposible de olvidar, con una banda sonora que te agita y te cala hasta el alma. Con un elenco impecable. El amor, la amistad, la compasión y la vida compiten con el riesgo, la pérdida y la muerte. De principio a fin te mira y te pregunta, desafiante: ¿Y tú, qué?

Dicen que Hair fue el musical que revolucionó el mundo. Yo creo que no. Si lo hubiera hecho de verdad, hoy no estaríamos sentados, viendo guerras en directo mientras nos tomamos la sopa.

Carlos pertenecerá para siempre a la Era de Acuario. Subió, por error, a un avión sin retorno. Vivir al filo de la vida le costó la suya. Y marcó la mía.

Deja que entre el sol, Marga.





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