martes, 22 de diciembre de 2020

La patera infinita (Accésit en el concurso de relatos de Amnistía Internacional Madrid


Él —ni siquiera sé cómo se llama— me recoge cada día a la salida del trabajo. Aparcamos junto al faro, en un silencio roto por las gaviotas y las olas.

    Cada tarde, justo antes de la puesta de sol, en el horizonte aparece la patera. Avanza con dificultad entre las olas, imaginamos los gritos de sus ocupantes. En el último momento, acaba varando en los guijarros.

    Sus ocupantes, siempre veinte, se lanzan al agua. Se mueven torpes en la resaca, tropezando entre las olas. Dos de ellos, siempre dos, son arrastrados mar afuera. Una mujer, embarazada, se apoya en otra. A duras penas consiguen poner pie en tierra. Algunos besan la arena, celebran su fortuna entre sollozos. A lo lejos aparecen unas luces destelleantes, que provocan una lenta estampida. Intentan alcanzar el pinar, demasiado lejos para sus cuerpos exhaustos.

    Uno tras otro van cayendo en manos de los guardias. Esperan, las manos sujetas a la espalda. Falta uno, siempre el mismo. Lo vemos, oculto bajo una mata de retama.

    El fugitivo se acerca a nuestro coche. Nos mira empapado, temblando más de miedo que de frío. Él —ni siquiera sé cómo se llama— le abre la puerta.


1 comentario:

  1. Hoy quiero compartir este microrrelato, finalista en el concurso de este año de Amnistía Internacional. No es, precisamente, alegre.

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