domingo, 23 de abril de 2017

Eduardo Mendoza

Eduardo Mendoza, premio Cervantes 2017


Si de un premio me alegro más que de cualquier otro, es del premio a Eduardo Mendoza. No sólo por las horas que me ha hecho pasar tan desternillantes de risa, ni por las críticas soterradas a la sociedad actual, sino por su indiscutible calidez literaria.
Todo el discurso de aceptación del premio está dedicado al Quijote. Dice Mendoza que de Cervantes aprendió que se podía hacer cualquier cosa: relatar una acción, plantear una situación, describir un paisaje, transcribir un diálogo, intercalar un discurso o hacer un comentario, sin forzar la prosa, con claridad, sencillez, musicalidad y elegancia. Y, es que la prosa de Mendoza es una da sus grandes virtudes. Cuando empiezas a leer un libro de este autor, no puedes dejarlo, se produce una ansiedad irreversible en leer más y más.
Continúa Mendoza en su discurso contándonos lo que descubrió en la lectura de madurez del Quijote: había otro humor en la obra de Cervantes. Un humor que no está tanto en las situaciones ni en los diálogos, como en la mirada del autor sobre el mundo. Un humor que camina en paralelo al relato y que reclama la complicidad entre el autor y el lector. Una vez establecido el vínculo para lo que pase que se diga, el humor lo impregna todo y todo lo transforma. ¿No es esto lo que sentimos al leer los libros de Mendoza, cualquier libro?
Dice Mendoza: Es precisamente el Quijote el que crea e impone este tipo de relación secreta. Una relación que se establece por medio del libro, pero fuera del libro, y que a partir de ese momento constituye la esencia de lo que denominamos la novela moderna. Una forma de escritura en la cual el lector no disfruta tanto de la intriga propia del relato como de la compañía de la persona que lo ha escrito. Esta compañía es lo que yo he sentido cada vez que leía los libros de Mendoza.

Sin embargo, cuando se lee el Quijote, uno nunca sabe lo que puede pasar. Todo personaje de ficción es transversal. Va de lector en lector, sin detenerse en ninguno. Eso mismo hace don Quijote. Exceptuando a Sancho, todos los personajes del libro están donde Dios los puso. Don Quijote es lo contrario: va de paso y atraviesa fugazmente por sus vidas. (…) Sin la incidencia atropellada de don Quijote, hidalgos, venteros, labriegos, curas y mozas del partido reposarían en la fosa común. Gracias a Don Quijote hoy están aquí, con nosotros mismos y, en algunos casos, quizás un poco más.
Esta es, a mi juicio la ficción. No dar noticia de unos hechos, sino dar vida a lo que, de otro modo, acabaría convertido en un mero dato, en prototipo y estadística. Por eso la novela cuenta las cosas de un modo ameno, aunque no necesariamente fácil, para que las personas a lo largo del tiempo, la consuman y la recuerden sin pensar.
Efectivamente, no siempre es fácil leer una novela, algunas requieren más de una lectura. Una vez escuché a Mendoza en una conferencia en la Fundación Juan March, decir, que nadie piense que leer es algo relajado, muy al contrario, nos tiene que conducir a un punto de reflexión, nos tiene que cambiar la mentalidad, es decir, nos tiene que servir para algo más que el mero entretenimiento, desconfiad de aquellas lecturas que nos dejan indiferentes.
Terminó, Mendoza su discurso de agradecimiento al premio Cervantes, con un párrafo que a mí, me gustó especialmente, quizás porque es también el final de la gran novela de Cervantes, momento en que me invade la melancolía, cada vez que la leo. Ahora que los dos vamos de vuelta a casa, me gustaría discrepar de don Quijote cuando afirma que no hay pájaros en los nidos de antaño. Sí que los hay, pero son otros pájaros.

En fin, no se puede añadir ni una palabra más, está todo dicho y muy bien dicho.

1 comentario:

  1. Inmediatamente después de pulsar "publicar" al terminar de revisar mi comentario sobre Eduardo Mendoza, visualizo el resultado final en el blog y descubro que Ana se me ha adelantado en hora y cuarto, ya que, sin ponernos de acuerdo, hemos debido redactar ambos en paralelo nuestros respectivos homenajes al último Premio Cervantes.

    Puedo prometer y prometo que a las 16:30, aproximadamente, que inicié mi redacción, en el blogger todavía no había ningún comentario iniciado, comprobación que siempre hago, lo que ocurre es que soy lentísimo redactando y, en paralelo, buscando material que leo sobre la marcha para confirmar las afirmaciones que hago, y por eso lo he acabado tan tarde.

    Considero que, indudablemente, el comentario de Ana es mucho más literariamente técnico y "cervantino" que el mío, que no compite con el suyo y es más amateur, pero no menos devoto hacia Eduardo Mendoza, por lo que supongo que no le molestará que no lo elimine, porque no es repetitivo, en todo caso remachante. Y además, el guiño futbolístico, esa broma, sí es puramente manriqueña.

    A ambos nos gusta mucho Eduardo Mendoza

    Manrique

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